martes, 28 de enero de 2014

Uso y servicio de la fotografía

     De vez en vez exploro o escudriño en la bibliografía de ciertos pensadores buscando trabajos, referencias, citas que hayan podido hacer o hagan sobre la fotografía. Hace tiempo me he venido interesando en el trabajo de aquellas mujeres y hombres que vivieron la consolidación de la Modernidad, los primeros 20 años del siglo XX y quizás un poco antes. Mi interés radica en conocer de qué manera, en ese momento en que se están definiendo tantas cosas relativas a nuestra forma de vida (países, clases de gobierno, usos de la ciencia, educación masiva, aplicación intensiva de las tecnologías de la primer revolución industrial, gigantismo de las ciudades, comercio internacional, expansión de la cultura de vanguardia, etc., etc.), se vio, entendió y apreció la fotografía (la imagen, el objeto, el acto y el aparato), creo que de esta manera, a través de estos textos, nos será más sencillo comprender, por ejemplo, porqué para una personalidad como Walter Benjamin, la fotografía era el invento más moderno de todos.
     Resultado de estas indagaciones y a propósito de Benjamín, me he topado con la obra de Sigfrid Kracauer (1869-1966), un ingeniero alemán exiliado en los Estados Unidos a partir de 1933 asociado a la Escuela de Fráncfort, tanto por haberse ocupado de las manifestaciones de la entonces nueva cultura de masas, como por su amistad con Adorno, Benjamin y Bloch. Y aunque muchos de sus análisis conservan un dejo de espiritualismo o metafísica, el tratamiento y las observaciones que hace sobre la fotografía no dejan de ser interesantes y seguir resonando por conservar la actualidad con que fueron escritas (El libro del que he tomado las ideas de Kracauer es el editado por GEDISA, en 1963, El ornamento de las masas, en particular del apartado “La fotografía y otros ensayos”. Hasta donde sé hay otro volumen en español y la edición de todos sus ensayos en inglés).
     Espero que con esbozar brevemente un par de sus observaciones sea suficiente para retratar la clase de intelectual que fue y el interés que aun hoy día pueden despertar sus ideas. En un momento dado se refiere a la información que nos provee una fotografía y apunta que si nos dejamos guiar por el tema principal que parece ocupó a su autor lo más probable es que pasado un tiempo éste se vuelva ininteligible, es decir, el devenir diluye la probable información que pudiera contener una fotografía (esto es verdad especialmente en cierto tipo de fotografía de retrato o documental). Dar con el significado original, suponiendo que se pueda hacer y en todos los casos, requiere de un tiempo, recursos y habilidades, que no posee el observador común. Mas si esta información puede perderse irremediablemente, el mismo tiempo nos regresa otro tipo de datos tan valiosos como los perdidos. Kracauer menciona que el contexto –el espacio- y lo considerado en un primer momento como circunstancial, la ropa por ejemplo, se convierte en valiosa información que nos permite conocer (nos informan de) tiempos y espacios de otras épocas.
     El éxito y la enorme difusión de la que goza en la actualidad la fotografía puede ser explicada en parte, siguiendo a Kracauer en otro de sus apuntes. Al hablar de la “fotografía artística” (aunque no la defina) dice que esta actúa a favor de ciertas fuerzas sociales que están interesadas en impedir las verdaderas manifestaciones del espíritu, por lo que únicamente ponderan sus apariencias, que es precisamente lo que ofrece este tipo de fotografía. Repasemos ahora la gran cantidad de imágenes fotográficas y en movimiento con las que convivimos a diario y aceptemos con Kracauer que son superfluas, triviales, vulgares, epidérmicas; generalmente decimos que así lo son porque tales son las características de nuestra sociedad; cierto, pero también cumplen con una función, la de impedir reconocer o que se manifieste lo que el pensador alemán llamaba el espíritu.
     Observaciones, conceptos, teorías de otros momentos que reflexionan sobre los sucesos de su tiempo, pero que para nosotros pueden servir de faros que también iluminen la comprensión de la cultura contemporánea.

Publicado originalmente en Milenio Diario.
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
Imagen: www.wikipedia.org
  

martes, 21 de enero de 2014

La Escuela

Patio interior. Escuela Adolfo Prieto.

         Para cuando escribo estas líneas se estará llevando a cabo la reunión entre vocales y autoridades del CONARTE. Para cuando las publiquen ya se sabrá más respecto al destino de la Escuela Adolfo Prieto, de la postura que tiene la presidencia del CONARTE ante su posible cambio y la de sus vocales, así como sobre el rumbo que tomará este conflicto de intereses.
         No deja de ser paradójico que mientras el presidente Peña Nieto, durante la celebración del 25 aniversario de la creación del CONACULTA (enero 16), le pide a su titular, Rafael Tovar y de Teresa, lleve a Michoacán todo lo que pueda de cultura a fin de colaborar con el restablecimiento del tejido social de tan golpeado estado, aquí en Monterrey, se esté limitando y entorpeciendo a una de las instancias, del propio gobierno estatal, dedicadas a la preparación y sensibilización de  futuros productores, curadores, administradores, por la única y soberana razón de que a alguien se le ocurrió que sería muy bueno meterle mano a la escuela Adolfo Prieto, para convertirla en algo mucho más útil y necesario: oficinas para la Secretaría de Desarrollo Social, borrando de un dedazo el origen y vocación del inmueble y del parque en que se encuentra ubicado.
         De poco sirve apelar a leyes, reglamentos, normas, pues se trata de un acto de pura autoridad irracional, contra el cual poco se podrá hacer. Si ya lo hicieron al sacar del antiguo palacio federal las oficinas del mismísimo CONARTE, y nadie chistó, por qué no hacer lo mismo con esta escuelita y luego con cada una de las naves que forman el Centro de las Artes en el Parque Fundidora, total, ¿a quién le importa?
         Al termino de la ceremonia a la que he aludido al inicio de estas líneas, entre otros comentarios hay dos que vienen al caso, el primero de ellos se refiere a que aún falta la creación de un marco jurídico que de permanencia, autonomía y solvencia al Consejo. El segundo borda sobre la discusión de si habría que crear una Secretaría de Cultura que substituya al CONACULTA. Respecto al primero, quizás al tener leyes específicas que defiendan el origen, patrimonio y funciones de estos consejos, las autoridades piensen dos veces hacer cualquier acto que atente contra ellos. Sobre la creación de una Secretaría de Cultura, habría que pensarlo dos veces y muy bien, porque si en un consejo se actúa sin el consenso de los consejeros, que es ante quienes deberían responder sobre sus actos y ejecución de funciones antes que a cualquier otra autoridad (como es el caso de la Escuela Adolfo Prieto), hay que imaginar qué sucedería con una secretaría en donde finalmente sólo se recibiría línea de la presidencia que es quién controlaría su presupuesto y nombramientos.
         A la pregunta de si vale la pena pelear por este espacio hay que dar un rotundo SÍ como debió darse contra el cambio de oficinas del CONATE, a la desaparición de sus galerías en el centro de la ciudad, a la amenaza de cierre que siempre pende sobre la Escuela Superior de Música y Danza por falta de presupuesto, al Ballet de Monterrey, o el CEDART, porque independientemente del número de alumnos y del éxito de sus programas, con que en sus aulas y patios haya habido un solo alumno que ahí haya aprendido que es mejor dedicarse a estas actividades que andar vagando, pegarse un tiro en la soledad, robado, volverse miembro de pandillas, o peor aún, participando con el crimen organizado, se habrá cumplido, y con creces, la función para la que existen estos lugares.
         Por último. Más arriba afirmo que se pueden llevar a cabo estos actos de autoridad porque, finalmente, a nadie le importan, pues resulta que estoy equivocado de principio a fin, la respuesta que ha dado la comunidad cultural de la ciudad, ha sido ejemplar, la correcta, la única que se podría tomar ante este atropello. Que a nadie sorprenda el que nuestros productores protesten, pues de   entre las funciones que debe tener la producción artística se encuentran las de despertar consciencias, señalar rumbos divergentes, denunciar la arbitrariedad. Para eso es que los hemos estado educando en escuelas como la Adolfo Prieto. Enhorabuena.

Publicado originalmente por Milenio Diario
Ver también www.artes2010.wordpress.com
Imagen: www.parquefundidora. org

martes, 14 de enero de 2014

Don Octavio



No recuerdo si primero se lo escuché a mi padre y después a Raquel Tibol o fue a la inversa, en todo caso lo importantes es que ambos reconocía que en ese momento (el lejano siglo XX) no había mejor crítico de arte en México que Octavio Paz. Inicio estas líneas con ese recuerdo ya que como se sabe este año se estará festejando el centenario del nacimiento (1914) de nuestro premio Nobel.
         Con seguridad en los siguiente meses habremos de volver varias veces al tema de Paz y más importante aun, a sus escritos. Por lo pronto, en este primer texto quiero hacer una presentación general de Paz como crítico de arte. Lo primero que habría que decir es que del momento en que Paz fallece (1998), incluso desde que escuché la aseveración de más arriba, a nuestros días, no sólo los objetos artísticos han cambiado, sino también nuestra concepción del arte, y ya no digamos la del crítico de arte, figura que a pesar de que se le quiera resucitar, hoy díe es prácticamente inexistente. Y es que el crítico al que se refería Tibol o la concepción que el propio Paz tenía de esta actividad, es una muy distinta a lo que hoy se entiende. El crítico era quien poseía la información, el conocimiento suficiente sobre el arte, tanto como para desentrañar su misterio y explicarlo a los demás, más que puente entre la obra y el público el crítico es el elemento complementario de la fórmula productor-obra-público, es, diríamos, quien opera o hace funcionar este sistema.
         Podemos estar de acuerdo o no con esta manera de entender la crítica de arte, podemos incluso, citar muchas otras quizás más pertinentes, pero no olvidemos que Octavio Paz, perteneció, por generación y pasión, a un selecto grupo de intelectuales del siglo XX que continuaban o, más bien, que hicieron todo lo posible por mantener vigente el proyecto Moderno, al menos en los que a la cultura se refiere. Lo que diferencia a Paz del resto de sus compañeros, es la independencia de su actitud (correcta o no) respecto a posturas definidas como si fueran eternas o únicas ya fuera en el plano estético, ya en el ideológico y político.
         De entre las características de su pensamiento, destaco, pues, dos de ellas, una su conocimiento profundo, íntimo del proyecto Moderno lo que le permitía ejercer sobre él una crítica implacable con el fin de redimirlo; y, dos, la libertad de pensamiento que siempre ejerció, aunque según sus enemigos, esta independencia acabó vendiéndola al poder en México a fin de convertirse en una especie de mandarín de la cultura (no olvidar que en su concepción original el CONACULTA fue una creación de Paz y sus allegados).
         Dejo para otra ocasión el señalamiento de los yerros y pecados de Octavio Paz, para regresar a la identidad o identificación del pensador con la Modernidad. Habría que recordar, por ejemplo, sus escritos sobre Breton y los surrealistas (él mismo surrealista alguna vez), la profundidad con que comprendió a Duchamp, lo que dijo sobre Miró, Picasso, Dali, y por supuesto sus reflexiones, críticas y discusiones sobre el arte moderno de nuestro país. De entre todo ese material destaco el texto que leyera en el coloquio “Las vanguardias cumplen 100 años” organizado por el Museo Picasso de Barcelona en 1994 y que lleva por título Rupturas y restauraciones. Si bien no se trata de una teoría en sí sobre las Vanguardias Históricas, si es una explicación razonada y fundamentada de sus principales propósitos, logros y fracasos. Si se quiere conocer el corazón de estos movimientos, su razón de ser, y la manera en que engarzan con la Modernidad, hay que regresar una y otra vez a este esclarecedor texto.
         Hubo un tiempo en que no se podía escribir algo en México sin citar a Paz, su autoridad, aunque mellada al final de sus días, era incuestionable. Hoy día a penas y se le conoce, las nuevas generaciones poco saben de él y menos aún es una lectura recomendada. Esperemos que los festejos por su centenario logren restaurar tan importante figura, pensamiento como el suyo siempre es necesario para crecer.

Publicado originalmente por Milenio Diario
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Imagen: Octavio Paz. Juan Rodrigo Llaguno

martes, 7 de enero de 2014

Días de enero



Ya que aún no entramos en plena actividad y apenas se están terminando de cocinar los proyectos con que las distintas instituciones culturales de la ciudad (galerías incluidas) empezarán este nuevo año, me voy a permitir retomar parte del texto con que concluí el 2013.

         Me parece que la administración de las actividades o prácticas culturales y por tanto de los espacios en que se dan estas, depende, por una parte, sí de los presupuestos con que se cuente, pero, por otra, de tener siempre presente a esa cosa amorfa, impredecible y anónima que por ponerle un nombre le decimos público. Entiendo por administración no sólo el uso correcto y transparente de los recursos económicos, humanos y materiales con que se cuente, sino que, precisamente, a través de ese uso se logren minimizar los riesgos de fracaso y se potencialicen las posibilidades de éxito. He aquí un primer tema a discusión: en el terreno de las prácticas artísticas, su promoción y difusión, ¿cuándo se considera que se fracasó o que se alcanzó el éxito?, ¿por el número de asistencia? Si este fuera el único criterio jamás alcanzaremos el éxito de un clásico Tigres-Rayados.

         Así pues, hace falta no sólo la discusión de los parámetros que nos permitirían la evaluación de estas actividades, sino también la investigación que nos lleve a contemplar con más objetividad sus resultados, tendencias, preferencias, etc.

         Cuando pido hacer consciencia sobre la importancia que tiene invertir en la cultura no me refiero únicamente a que se abra la cartera ilimitadamente para ver qué se puede hacer con esos recursos, sino precisamente, que haya una administración mucho más racional de ellos, no que haya más necesariamente, sino que se tengan los suficientes como para echar a andar aquellos proyectos que tengan esas cualidades, es decir disminuyan las posibilidades de fracaso y aumenten las de éxito.

         A partir de la creación del CONACULTA (1988) el estado mexicano decidió abandonar su antigua política paternalista de gran mecenas de las artes para dar paso a la participación de la iniciativa privada. La mayoría de las entidades federativas decidió seguir un esquema similar con lo que el presupuesto destinado a esta área empezó a verse, a nivel federal y estatal, sujeto a los vaivenes políticos y económicos federales y de los estados. Probablemente la hubo, pero no recuerdo una discusión centrada exclusivamente en este punto, así que segundo tema a dialogar ¿cuál debe ser el papel del estado (a nivel nacional y local) y de los particulares en el soporte a las prácticas artísticas y su difusión?

         Pensemos bien esto pues un país como el nuestro, con una riqueza de pasado como la que tiene, con un presente pujante y prometedor, requiere de una sabía  política que sepa dónde, cuándo y cuánto se requiere para potencializar su capital, es decir, las prácticas artísticas y su difusión (lo que implica, conservación, restauración, investigación, promoción, educación, etc.) Es aquí donde se vuelve esencial el tema del público. Más atrás doy por supuesto que difícilmente a través de estas actividades se podría alcanzar una audiencia similar a la de un encuentro de fútbol, por lo que si no es forzosamente cantidad lo que se busca (que no deja de ser importante cuando se paga por una entrada) ¿qué es lo que se quiere lograr? Este que es un tercer tema a discutir, debería tomar en cuenta que no es posible hablar DEL público, puesto que este no existe, en su lugar debemos acostumbrarnos a hablar de y a considerar distintos públicos, pues no es lo mismo quien visita la zona de San Juan Teotihuacan, que el que va al nuevo museo de la Colección Jumex, o a presenciar un concierto de los Tigres del Norte, y aunque en un momento pueden coincidir en una sola persona, lo común es que ese público del que hablamos, esté segmentado; el ideal, claro está, es que todos gustáramos de la oferta que existe y que podría existir.

         El tema no se agota aquí y su enriquecimiento y mejor comprensión depende del concurso respetuoso de muchas más voces y posturas, esperemos que este año que inicia se avance en este sentido.
 
Publicado originalmente por Milenio Diario
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