martes, 25 de febrero de 2014

Uso y reúso de la fotografía

Isidro Blasco. New York Planet. 2014

Gracias a los buenos oficios de un amigo cercano he tenido la oportunidad de conocer el trabajo del español Isidro Blasco, arquitecto que trabaja y vive en la ciudad de Nueva York. Se trata de un polifacético productor, interesado, entre otras cosas, en las instalaciones e intervenciones en casas y edificios, cuyo registro guarda en fotografía, por lo que también ésta entra dentro de su producción regular. Es precisamente fotografía el trabajo más reciente que ha salido de su taller, se trata de los llamados Planet (Madrid Planet, New York; Sao Pablo; Sydney, etc.), ingeniosas construcciones que presentan a las ciudades en cuestión vistas desde las alturas en 360 grados, nada nuevo puesto que ya se conoce esta clase de obras, lo interesante aquí es que esos 360 grados de imagen no son una sola toma, ni son planos, sino que se han construido a partir de unir muchas otras; además, para dar una impresión tridimensional de lo que se ve desde las alturas, Blasco levanta intrincados soportes de madera, como si fueran los andamios empleados en la construcción de estos edificios, y así, empujando aquí, soportando allá, levantando acullá, produce no sólo unos hermosos objetos fotográficos sino una muy interesante visión de lo que son, urbanística y arquitectónicamente, las principales ciudades de este siglo XXI.
A partir de estos trabajos recuerdo muchos otros productores que se han valido de la fotografía para producir, a partir de ella, otra obra que no es ni fotografía ni puro objeto, sino más bien dispositivos a partir de los cuales aparecen nuevos significados. Pienso en lo hecho por Hanna Höch o John Heartfield, auténticas re-elaboraciones de la imagen fotográfica a fin de comunicar, uno, los horrores del fascismo, la otra, la alienación que sufre la mujer. También me vienen a la mente los collages de Moholy-Nagy o El Lizzitsky, con los que aumentó el vocabulario de las vanguardias. Entre nosotros pienso en Lola Álvarez Bravo, en Kati y José Horna, Siqueiros. Más contemporáneos son Thomas Allen y sus recortes en relieve (lo que recuerda de nuevo a José Luis Díaz), y John Stezaker que apareando dos imágenes ya existentes, especialmente retratos, hace aparecer un tercero que cuestiona, por ejemplo, la identidad de género. Estos y muchos más productores se han valido de la fotografía, como collage, punto de arranque, registro, complemento, matriz, o cualquier otro recurso y proceso, para crear trabajos que son el resultado de, generalmente, fecundos cruzamientos entre distintas manifestaciones e intenciones comunicativas o expresivas.
Esta cualidad que bien podríamos identificar como una de las manifestaciones de la plasticidad de la fotografía, convierte al medio en el favorito de distintas prácticas artísticas, y si además consideramos que al ser empleada de esta manera la fotografía se desnaturaliza, es decir, deja de ser considerada imagen fotográfica para convertirse en sólo imagen, nos daremos cuenta de los alcances de esta operación, pues al abandonar el marco normativo de la fotografía, cada pieza así construida, elabora, en ella misma los criterios bajo los cuales habrá de ser juzgada.
La aparente sencillez de estas técnicas, la simpleza con que se lleva a cabo la trasposición de la fotografía a otro medio, motivo y/o contexto, en el fondo representa una de las grandes vías por las cuales se ha venido desarrollando la producción artística contemporánea; camino que inicia con las Vanguardias pero cuya duración es de largo plazo, por lo que quizás aún no hayamos visto más que el principio de todo lo que es capaz de generar.
A los grados de libertad ganados, sumemos, para terminar, los alcances de la tecnología digital en cuanto a la   producción de imágenes. Veremos entonces que caminamos por el umbral de nuevos tiempos en los que todo habrá de cambiar. Dependerá de los productores de hoy hacer uso de estos y otros nuevos recursos a fin de ofrecer un auténtico arte de nuestros tiempos.

Publicado originalmente por Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
Imagen: isidroblasco.com

                                                                                                                

martes, 18 de febrero de 2014

Fátima


         Hace una semana al tratar la muestra de Héctor Falcón, apunté muy de pasada que el Centro Cultural Plaza Fátima era, por sí mismo, un tema que bien valía la pena tratar por separado; quizás sea el mejor ejemplo de la inexistencia de auténticas políticas culturales a nivel municipal.
         Se recordará que la administración anterior convirtió, de la noche a la mañana, la que era la dirección de cultura del municipio de San Pedro, Garza García, en una flamante Secretaría, misma que, entre otras cosas, inició y culminó con la transformación del espacio que venía funcionando como Centro Cultural Plaza Fátima. Este trienio, relevaron en la nueva secretaría, entre otros, el titular, puesto que ocupó Claudia Tapia, y Marco Granados que se convirtió en director de un nuevo puesto, el de Espacios Culturales del Municipio. La breve gestión de ambos arroja resultados negativos, pero en la evaluación de su desempeño habría que tomar en cuenta que lo que hicieron, poco o mucho, malo o bueno, lo llevaron a cabo sin un presupuesto adecuado, podemos pensar que de haber tenido más alcance económico posiblemente  otro sería el saldo de su actuación como funcionarios municipales, pues si bien es cierto que no todo se reduce a tener la bolsa abierta tratándose de cuestiones culturales, también lo es que no se pueden juzgar los resultados alcanzados sin que se tenga todo lo necesario para un correcto desempeño. Así pues, el tema del presupuesto que un municipio pueda destinar a este campo sí es un punto muy importante a considerar; de acuerdo a cómo sea éste deberán ser las expectativas que se tengan sobre los planes o programas de cultura que se pretendan llevar a cabo.
         El Centro Cultual Plaza Fátima fue víctima involuntaria o un daño colateral del fracasado proyecto urbano que arranca con la desafortunada Plaza de las Banderas y culmina, precisamente, en la plaza de la iglesia de Fátima, lugar en el que se encuentra el Centro Cultural. Nadie negará que aunque funcional, el antiguo Centro Cultural demandaba, más que una remodelación, una completa adecuación a sus funciones (recordemos que, aunque después modificadas, estas instalaciones nacieron siendo una cafetería) como sala de exposiciones y teatro-auditorio, amén de las oficinas, recepción y un almacén de verdad. Pero de estas necesidades a la forma arquitectónica que hoy día tiene, me atrevo a decir que hay una enorme distancia y no exactamente por el éxito de los cambios a que fue sometido. 


       La primer impresión que ofrece la nueva versión del Centro, es que se ganó en espacio pues hay un segundo piso que alberga ahora las oficinas. Igualmente, lo que funcionaba anteriormente como sala de teatro, ganó en capacidad. Es posible que el acomodo visual de la primer planta de la sensación de una mayor amplitud, y sin embargo tal y como quedaron las salas de exhibición (dos, una chica y otra grande como la canción) son incómodas, rígidas y poco funcionales, teniendo que acudir los museógrafos a los amplísimos pasillos para continuar las muestras que desbordan las salas. Y el teatro-auditorio que ahora cuenta con un mayor número de butacas, resulta que perdió su foro, es decir, el espacio destinado para la mecánica teatral, y para colmo es una caja de reverberación (para cuando escribo esto parece que este último defecto ya se ha atenuado). En resumen, lo que se convirtió en el nuevo Centro Cultural Plaza Fátima al que incluso se pensó llamar algo así como Centro de Cultura Contemporánea de San Pedro, finalizó siendo un obstáculo difícil de franquear, pues como bien saben los arquitectos tan caro es levantar como remediar lo mal construido, que es lo que se ha tenido que hacer en este caso.

         Un periodo municipal de apenas tres años, es imposible que continúe proyectos como el que aquí describimos, simple y sencillamente porque no hay nada que garantice su continuidad. Ante la ausencia de leyes, reglamentos, dictámenes, trans-trienales, es imposible pensar en que la unidad básica de gobierno, el municipio, contribuya significativamente a la cultura de este país.

Publicado originalmente por Milenio Diario.
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martes, 11 de febrero de 2014

Un círculo es un círculo es...

         En el pasado reciente, razón suficiente para ganarse una crítica adversa, ser mal visto por los pares y hasta acusado de acomodaticio, era el dejar, aun por un momento, la pintura (o la escultura o el grabado) para abordar un nuevo trabajo mediante, digamos, la fotografía, u olvidarse por un rato de la escultura para realizar grabados o a la inversa, el chiste era que si te habías dado a conocer pintor, pintor debías permanecer; razones, que no veremos aquí, las había para pensar de esta forma y a pesar de ellas, hoy día lo que priva es lo contrario, que los productores migren de uno a otro medio o soporte buscando aquel que se ajuste a las necesidades e ideas de un proyecto en particular. Para hacer más evidente esta contraposición, anteriormente se auguraba que el buen pintor sería un mal escultor o un buen dibujante un mal fotógrafo, etc., en la actualidad nadie repara en tales consideraciones pues lo que importa, se supone, no es tanto el medio, la forma, como la idea que se expresa. A pesar de todo, como veremos en seguida, no siempre es tan sencillo, como tampoco basta con ser un productor actual para transitar exitosa y libremente entre los muchos medios que se hayan a  disposición de cualquiera hoy día.

         El pasado 30 de enero se inauguró en el Centro Cultural Plaza Fátima (que por sí mismo es un tema que deberíamos abordar) la muestra intitulada Inside Space de Héctor Falcón. Como se sabe, este productor logró notoriedad internacional al realizar una serie de intervenciones en y con su propio cuerpo a través de las cuales cuestionaba conceptos caros para la sociedad occidental simple y sencillamente porque la publicidad, los medios, así nos los han vendido. Tales trabajos llegaron, incluso, a poner en riesgo su propio bienestar, razón me imagino, por la que dejó de practicarlos (lo que no quiere decir que haya abandonado esta estrategia de trabajo). Si bien es cierto que desde las filas del Dadaismo empieza haber ejemplos del uso del propio cuerpo o el de otros como soporte para ejecutar una obra, lo de Falcón no dejaba de tener su interés al llevar al extremo la evidencia de su denuncia o crítica.

         Pues bien, nada de esto permanece en Inside Space, un conjunto de trabajos realizados con base a la superposición de telas pintadas y después horadadas por cortes circulares realizados con equipo laser, de tal suerte que se puede ver, dependiendo del diámetro del círculo superior parte de lo pintado por debajo. Para ser breve, se trata de un procedimiento muy cercano al Decollage, pero realizado con telas (pinturas) y rayo laser en lugar de papel, navajas, espátulas o el simple rasgado.
Desgraciadamente el resultado de tan complicada operación es una serie de “objetos-pintura” monótona y repetitiva, carente de interés. El texto de sala que presenta la exposición, habla de estas obras como de las de William Burroughs obtenidas mediante el método del “cut-out” a través del cual buscaba introducir en sus textos el elemento azaroso, sorprendente, todo lo contrario a lo que vemos en estas piezas de Falcón. Un poco más interesantes resultan las “cajas” Extracción constructiva A y F, por semejar el interior de mecanismos de reloj, o las intervenciones sobre libros Kandinsky y Pure Beauty, aunque remiten inmediatamente a las obras de José Luis Díaz, por solo mencionar a un productor local, infinitamente más atrevidas y provocadoras. Y ya que estamos asociando, recuerdo ahora unas telas de Gabriel Macotela en las que igualmente jugaba con un delante y un atrás pensando en la planitud de la pintura y por tanto incorporadas a un problema secular de la cultura occidental.


Me parece más que lógico que después de las obras realizadas sobre su propio cuerpo, ahora Falcón trabaje en el polo opuesto, con objetos racionales, fríos, poco emotivos, sin embargo y ante lo expuesto, quizás los antiguos no estaban tan errados al exigir un conjunto de obra uniforme y congruente antes que variopinto, pues más vale una colorada que…

Publicado originalmente por Milenio Diario.
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martes, 4 de febrero de 2014

No soy yo, eres tu


El pasado jueves 30 de enero la Alianza Francesa, plantel Valle, inauguró en su galería la exposición Deambular del fotógrafo Carlos Flores. La muestra está formada por más de 50 fotografías, 36 de ellas se han colgado individualmente, en pares o tercias verticales (una sobre otra), las restantes son retratos y se presentan todos juntos sobre un dintel; además las cédulas se han omitido intencionalmente, a fin que el espectador “deambule” libremente por las imágenes que se le presentan.

         Desconozco hasta qué punto la manera en que ha sido museografiada la exhibición fue igualmente intencional, pero por las dimensiones, forma irregular y detalles de la galería, bien se presta para intentar diversas maneras de presentar los objetos que no sean las formas convencionales, así el montaje de una exposición no sería únicamente “colgar cuadros”, sino un ejercicio interactivo entre la museografía y las propias obras, algo quizás más propositivo y sin duda de mayor interés para el público.

         Según el diccionario, deambular es un caminar sin dirección determinada. El título de la exposición alude pues a que en un caminar sin dirección (¿o sin intención?) que ocasionalmente lleva a cabo el fotógrafo (no se puede andar permanentemente sin dirección porque no se llega a ningún  lado) cámara en mano, va fotografiando lo que en ese momento (quizás en un nuevo recorrido ese mismo detalle ya no le llame la atención) reclama el accionar del aparato para quedar atrapado de por vida. Luego entonces tendríamos frente a nosotros una cantidad de imágenes que por una u otra razón, Flores ha decidido hacer suyas; hasta aquí no habría nada que las relacionara entre ellas; mostrarían, eso sí, varios elementos en común, son de la ciudad, las tomó el mismo fotógrafo, provienen de un deambular, etc.

         Lo que convierte a una cantidad X de fotografías (pero igual podría ser de cualquier otra cosa) sin otra relación que el estar reunidas, en un conjunto más o menos homogéneo, es la intervención de una segunda persona (aunque también podría ser el propio fotógrafo), en este caso, lo que llamamos un curador, que en la muestra que estamos comentando fue Francisco Benítez. La intervención de esta segunda persona tiene por finalidad más que ordenar las imágenes que se le ofrecen, darles un sentido momentáneo, una posibilidad de lectura. Es importante considerar este punto ya que bajo otras circunstancias con toda seguridad se encontraría otra manera de ver el mismo material la cual sería, igualmente, provisional. Del trabajo realizado por esta segunda persona, se desprende idealmente una exhibición, tal y como podemos suponer ha sucedido en este caso.

         Proceder de esta manera no tiene nada de particular, pedirle a otra persona que le de orden o sentido a unas imágenes que aparentemente no tienen nada en común es una operación lógica, con sobrada razón si lo que se busca es presentarlas de una manera coherente (porque lo mismo podrían presentarse sin orden o coincidencia alguna). Lo que debe ser claro o evidente, es que la lectura que se propone proviene del ojo del curador, no del fotógrafo (por eso se insiste en poner al lado del nombre del productor, el del curador), el sentido que descubrimos a lo largo de la muestra se lo debemos a esa segunda persona que intervino en las obras del productor, y relacionando una con otra, va estableciendo asociaciones, semejanzas, referencias, similitudes, etc., lo que al final se convierte con lo que el público se enfrenta.

         ¿Hasta qué punto este orden es también el del fotógrafo? En el caso de esta exposición de Carlos Flores, poco importa pues no sólo estas imágenes son el resultado de un deambular, sino que aquello que lo motivo para tomarlas ha desaparecido para siempre, ante tal orfandad de la memoria y la intención, parece que lo más indicado sea solicitar este servicio, así se rescatan las imágenes y se dignifica el deambular. ¿Qué hubiera sido de esta muestra sin la intervención de Benítez? Pensemos que la combinación es ganar-ganar lo cual, de ser así o de cualquier otra manera, ha de reflejarse en la opinión del público que finalmente es lo que importa.

Publicado originalmente por Milenio Diario
Ver también: www-artes2010.wordpress.com
Imagen: Alianza Francesa.