martes, 30 de julio de 2013

Generador de historias


La civilización, tal y como la conocemos, tiene uno de sus principales asientos en la escritura; la escritura, bien se sabe, fue lo que permitió dar el paso de las épocas prehistóricas a las que desde entonces fijan el devenir de los individuos y de los pueblos. Así pues, dividimos nuestro tiempo, el occidental desde luego, en pre e histórico; lo que hace la diferencia entre uno y otro es, precisamente, la escritura; si sabemos con certeza los nombres y hechos de los faraones, de los triunfos de Alejandro, o de los patrocinadores del viaje de Colón, es porque aparecen registrados por escrito. De antes de la invención y difusión de la escritura, apenas si sabemos cualquier cosa. Se entenderá que con la escritura nació la historia, pero con la historia escrita se perdieron otras tantas formas de registrar el paso del tiempo. Sólo en grupos de los llamados primitivos o que han logrado salvaguardar su cultura, aún se puede encontrar, por ejemplo, en la tradición oral, la narración de sus orígenes y sucesos principales.

         Uno de los problemas que enfrenta la historia escrita, es que una vez que se ha llevado a cabo, que se ha escrito, cancela cualquier otra opción, por supuesto niega (o más bien negaba ya que la crítica postmoderna ha procurado remediar este proceder) el valor o importancia que pudieran tener los relatos orales o no escritos respecto a un mismo suceso o personaje.
 

 
         Esta introducción vale para acercarse al trabajo que desde el pasado jueves 25 presenta Carlos Ballester en el Centro de las Artes I, bajo el título de Viajes Equinocciales. La exhibición se compone de tres diferentes grupos de trabajos (sólo uno de ellos está concluido, los otros dos, creo, son interminables), el primero, quizás el que más se conoce en la ciudad, son esta especie de cajas que de entrada, por las formas, pudieran recordar, como tantos otros trabajos que recurren al mismo continente, a Cornell, aunque una mirada más atenta se encarga de borrar cualquier asociación. El segundo grupo son una especie de desplegables en relieve, o si se prefiere soportes planos de objetos tridimensionales que los mismo puede ser una piel de serpiente que un pelícano disecado. Finalmente, el tercer grupo, el que ya he mencionado se puede dar por concluido, es un muy interesante trabajo de apropiación e intervención sobre un grupo de fotografías que narran un rescate en el estrecho de Magallanes en el siglo XIX. Desconocidas y jamás vistas en positivo, fueron encontradas en un mercadillo de Buenos Aires, e impresas por Ballester para la realización de este proyecto (Angosturas de Magallanes).

 

         El trabajo de Ballester, en cualquiera de estas series, es tan meticuloso, tan cuidado hasta el más mínimo detalle, tan estudiado, que es casi imposible describir cualquiera de ellos, aun así, a mí me parecer, cada obra que sale de sus manos, es un dispositivo creado para generar una historia, aquella que sea capaz de reconstruir su observador. Más que ser un narrador, Ballester a través de sus trabajos nos convierte en esos personajes que a la luz de la fogata en las noches estrelladas, cuentan la historia de sus gentes, de sus triunfos y sus fracasos, y en especial de su futuro (lo que la historia escrita es incapaz de hacer), y para llevar a cabo su tarea se valen de estos objetos que son el disparador de remotas memorias.

         Me parece que la evidencia de que es así como más o menos funciona el quehacer de Carlos Ballester, es precisamente la serie de fotografías encontradas, pues al margen (literalmente) de la historia que quedó registrada por arte y magia de la luz y la plata, el productor crea la suya propia al incorporar, en el borde superior e inferior, otras imágenes que pueden o no tener relación con la fotografía impresa pero que igual cuentan, transmiten, su propia historia, la que cobra vida al momento en que se empieza a ver la pieza.

         Pocas veces se tiene oportunidad de ver exhibiciones en las que, como dice la curadora Marisol Argüelles, la obra que se presenta no está inserta en ninguna tendencia, sino que pertenece, simple y sencillamente, al campo de la creatividad.
 
Publicado originalmente por Milenio Diario

 

martes, 23 de julio de 2013

PARA... ¿qué?






A la memoria de
Dn. Mario Herrera,
incansable ejemplo a favor
de las artes visuales.
Descanse en paz.
 

         Desde hace un par de semanas me habían comunicado el probable fallecimiento de Dn. Mario Herrera en su natal Saltillo. Hasta ahora lo he podido comprobar. Me parece una pena su desaparición como también el que nadie más lo haya recordado cuando tanto le debemos. El, junto a Giancarlo Von Nacher, Dn. Alfredo Gracia y alguno más, animaron durante años la escena cultural de esta ciudad a través de sus textos que puntualmente se publicaban semana a semana en la prensa local. Si alguna vez se desea hacer la historia de la crítica de arte en Monterrey se debe incluir, sin lugar a dudas como figura pionera, a este singular personaje que cada ocho días lo mismo viajaba de Saltillo a Monterrey o a la Ciudad de México, para poder dar cuenta de las principales exposiciones del momento. Mucho tendrían que aprender de él las nuevas generaciones: dedicación, honradez, preparación, humildad, fraternidad, compromiso son su quehacer, etc. Espero que estas líneas les hagan recordar a muchos todo lo que aprendimos por y con Mario Herrera.

         Ahora que recuerdo a Dn. Mario, cómo me gustaría saber qué opinaría de una exhibición como la que se presenta en la planta baja del antiguo Palacio Federal, en la llamada Galería CONARTE, abierta al público desde el pasado día 16. Me refiero a la intitulada PARAC 12, o sea Programa de Alto Rendimiento en Arte Contemporáneo 12.

         Según la cédula de sala este programa, que inició el año pasado y concluye con esta exhibición, consistió en una serie de asesorías y tutorías a un grupo de productores visuales a lo largo de 12 meses. Personalidades y especialistas de la ciudad de México y de aquí mismo, fueron los responsables de guiar a un grupo de 16 productores que fue seleccionado de 60 suspirantes, pero que con el tiempo terminó por contar con sólo 12 miembros, y por alguna razón que no se explica sólo llegaron a exponer los 8 que aquí vemos, es decir, se perdieron en el camino otros 4 o decidieron, como Macarena Iturbide, dedicarse a la teoría.

         Mi primera impresión es de sorpresa pues ¿cómo, si eres productor o aspiras a serlo, requieres de tutorías y/o asesorías para que te digan qué hacer; cómo hacer que tu trabajo parezca “contemporáneo”? Pasado este cuestionamiento y observando lo expuesto, no estoy seguro de cuál puede ser el balance final de la experiencia, si hacer piezas que recuerden lo hecho por Damián Ortega, Abraham Cruz Villegas, Gabriel Orozco, Gabriel Kuri y compañía, se considera exitoso mal andamos; si esto supera lo que antes hacía este mismo grupo, tal vez hayan roto barreras importantes con estas piezas, pero por supuesto no son material de exhibición.

         Este es el principal problema al que nos enfrenta lo que se expone: se trata de trabajos que dan la impresión de ser inmaduros (salvo las fotografías de Daniela Garza, que tampoco son cosa nunca antes vista), faltos de auto-reflexión, formalistas, apresurados. Quizás la mayoría de ellos apunte en la dirección correcta, pero falta trabajo, crítica, disciplina y mucha humildad.

         Por otra parte, tal y como se presenta la exhibición y viendo el nivel de los resultados (estemos o no de acuerdo con lo presentado), el programa mismo y los objetivos que presume son una llamada de atención a la educación artística que hay en la ciudad, pues al parecer ni satisface las expectativas de sus alumnos, ni presenta opciones para quienes sin estar inscritos en el sistema formal, sí están interesados en su preparación teórica o práctica. Ahora sí que como dice el dicho “a falta de pan...buenas son tortillas”, lo que constituye una llamada de atención a la educación formal.

Lo anterior de ninguna manera niega las valiosas aportaciones de la educación no-formal o la auto-formación, pero sí pretende hacer énfasis sobre la necesidad de una mayor coordinación entre uno y otro sistema. Así quizás, entre todos,  pudiéramos, cumplir con las  expectativas de los productores y mejorar los niveles de rendimiento que por ahora exhiben.
 
Publicado originalmente por: Milenio Diario
 

sábado, 20 de julio de 2013

Ver y tomar

Entre otras tantas cosas que hemos heredado de la fotografía (hablo de lo sucedido a partir de los hallazgos de Daguerre, Talbot y compañía) se encuentra el habernos enseñado no sólo a mirar el mundo como si fuera una fotografía (o a mirar una fotografía como si fuera el mundo real) sino también a "tomar" imágenes, no a producirlas que es lo que hace la pintura o el dibujo, sino a "tomarlas", a "arrebatarlas", a "cortarlas" del continuo espacio-temporal que es a donde originalmente pertenecen. Esta capacidad que la Modernidad puso en nuestras manos tuvo y tiene profundas consecuencias en nuestra concepción del tiempo y el espacio, tan es así que hoy día lo que pensamos y sabemos de ambas dimensiones es radicalmente distinto a lo que se sabía de ellas cuando, en 1839, se dio a conocer públicamente el Daguerrotipo. Pero no es tanto eso lo que me interesa resaltar en esta entrega, sino el hecho de haber comprendido, después del periplo que hemos hecho esta semana, que no hay mayor acierto que decir, "quite una fotografía."

viernes, 19 de julio de 2013

Tan natural como una foto

Quisiera regresar por un momento al tema que toqué ayer. Quien me conozca sabrá que siempre he negado -y negaré- la existencia de un arte infantil, por la simple y sencilla razón que para producir eso que llamamos arte se tiene que partir de querer hacerlo, es decir, de tener la intención. Arte, tal y como lo entendemos hoy día, no es sólo pintar un paisaje y que parezca tal, o un retrato o un bodegón, y hacerlo bien, "bonito", no, para el que lo produce y el que lo observa hay mucho más que eso, ambos poseen antecedentes, ejemplos, conocimientos que les indican qué es, cómo es, qué apariencia debe tener, dónde se debe ver, cuánto debe costar, etc., y en función de ese material conceptual, mejor o peor asimilado, trabajan, uno produciendo, el otro juzgando. Eso es lo que no tienen los niños, toda esa carga de prejuicios que hemos ido incorporando a lo largo de nuestras vidas y que nos permite orientarnos más o menos en la sociedad.
Pues bien, con la fotografía me topo con otra cosa por completo distinta, no sé si debiera decir que, a diferencia del "arte", en la fotografía sí hay de niños o una fotografía infantil. Tan sencillo porque al hacerla, al tomarla, al apretar el obturador, no pretenden nada más que tomar una foto. Han visto tantas, están tan rodeados inmisericordemente por fotografías, que no les alcanza para tener estancos que separen unas de otras, tan foto es la del espectacular que ven en la calle, como la de las revistas que lee su mamá o papá, como las que le enseñan en su clase de geografía en la escuela, como, ¿por qué no? la que ellos mismos acaban de tomar con su teléfono móvil y ahora suben a la red, todas son exactamente lo mismo, ¿o no? Hoy día, para niñas y niños como para muchísimas otras personas, expresarse a través de imágenes -mostrar qué es y cómo es su mundo- es tan natural como tomar una foto.

jueves, 18 de julio de 2013

La foto es la foto

Entre otras muchas anécdotas y dichos, Héctor García, el padre el fotoperiodismo en México, siempre será recordado por su sentencia favorita: "La foto es la foto".  Sobre ella se abre un sinfín de interpretaciones, tanto como de usos y aplicaciones diversas, según sea el momento y la situación en que se quiera sacar a colación. Yo la recuerdo y cito ahora, porque me parece que en su primitivo sincretismo encierra la verdad del acto fotográfico: Una foto es simplemente una foto. Una vez concretado el acto (como al hacer el amor) vienen todas las demás calificaciones y comentarios, si es de prensa o un paisaje, si está bien compuesta o no y de acuerdo a qué reglas, color o B&N, digital o analógica, en este o aquel soporte, vintage o copia, y un infinito etcétera que no acaba de dar cuenta de lo que es la fotografía. Al observar las fotografías de los niños, y si son de zonas suburbanos o rurales, mucho mejor, me doy cuenta que no tienen ningún prejuicio al hacer una foto, para ellos es simplemente eso, una foto. Si comparo esta actitud, más fresca y natural, con la que se les impone para dibujar o pintar, me aparece claramente la diferencia entre estos medios. Hoy todo mundo, gracias a los teléfonos móviles, hace fotografías; millones de ellas inundan a diario el cyberespacio y nadie se detiene porque esté fea o mal tomada y no lo hacen porque simplemente es una foto, lo que no ocurriría con un dibujo o pintura, a donde lo primero que priva son las consideraciones estéticas o artísticas, el bien hacer, que lejos de ayudar en la expresión de los niños o las personas sin más, la esteriliza y la vuelve inoperante.

miércoles, 17 de julio de 2013

Quitar una foto

Hace unos días escuché las declaraciones de un grupo de niñas y niños, suburbanos y rurales, a cerca de la intencionalidad de unas fotografías que presentaban ante sus compañeros y maestros, como sus favoritas o más significativas. Me llamó la atención que un buen número de ellos se refiriera a que habían "quitado una foto", es decir: "... este es mi abuelo y le quité una foto para acodarme de él.", o "... son las flores de la casa del pueblo que me gustan mucho y por eso les quité una foto." Curiosa manera de referirse al acto que otros denominamos "tomar una foto", "hacer una foto" o simplemente "fotografiar". Es como si estuviéramos compuestos por capas de imágenes que se van desprendiendo según nos vayan retratando, cada nueva imagen que aparece sobre un soporte fotosensible, es una foto que nos quitan de encima. Esta manera de concebir una actividad que hoy día forma parte de nuestro diario quehacer, me recordó la concepción que Baudelaire tenía de la fotografía. A su tradicional condena y rechazo, hay que sumarle el que pensaba que con cada nuevo retrato perdía algo de su alma, como si la fotografía le pudiera ir robando, capa por capa, como si de una cebolla se tratara, un tanto de su espíritu. Esta concepción de la fotografía también explicaría la reticencia de algunos grupos culturales de los llamados primitivos, respecto a ser fotografiados (en realidad es falso que le hubieran tenido o tengan temor a la fotografía, sus reservas a ser retratados aunque algo tiene que ver con ese tema, radica en muchas otras razones y motivaciones.)

martes, 16 de julio de 2013

Espíritu y materia

Marcos Castro. Sin título (Aguila), 2007
 

     Quizás se deba a que soy una persona enteramente Moderna, esto es, formada personal y profesionalmente dentro de los valores, métodos, ideas, conocimientos, creencias, propios de la Modernidad, o si se prefiere, de aquellos que guiaron y dieron forma a la humanidad desde el siglo XIII aproximadamente hasta mediados del siglo XX; quizás por eso, decía, es que me cuesta trabajo acercarme a exposiciones como Ruta Mística abierta al público el pasado 12 de julio en el MARCO.
         Doy por un hecho que no se trata de negar o menospreciar un saber histórico, original, que alimentó y alimenta, cultural y materialmente, a muchos pueblos —incluidos por supuesto los latinoamericanos— y que tiene que ver con prácticas gastronómicas, médicas, cosmológicas, y, entre otras muchas, ecológicas. El inmenso material que genera y ha generado todo ese conocimiento y quehacer debe estudiarse, preservarse, difundirse y respetarse, así como tener el espacio suficiente y necesario para manifestarse plenamente. En estos temas, creo, hay una gran mayoría que está de acuerdo con ellos e incluso los alienta para que sigan adelante.
         No es este el problema con el que me topo, y debo insistir en que  se trata de una postura personal que es posible, incluso, tenga poco que ver con esta exposición y se remonte, precisamente, a una  formación con orígenes antagónicos con lo que se propone en ella. Esto último es mi verdadero problema; la mayoría de las piezas que componen la exhibición son interesantes, obviamente unas mejores que otras, me parecen más atractivos los videos de Antonio Paucar, Miler Lagos o Gabriel Rossell (curiosamente su fotografía no es tan buena como sus videos, destaca en especial la instalación intitulada Obsidiana, del 2006), o los trabajos de Gabriel de la Mora, siempre exquisitos en su ejecución, o sorprendentes por las ideas que convierte en imágenes.
         Así pues, lo que me parece chocante (de shock) no son las obras que se ofrecen al público sino lo que se propone con ellas, en términos actuales, el discurso que pretende hilar uno con otro trabajo, aun así sea que tienen procedencia diversa (México, Perú, España, Colombia), y fechas de realización diferentes (las hay del 2006 hasta recientes, producidas especialmente para esta muestra). Pero atención, es probable que tampoco sea el discurso lo que me incomoda. Debe haber cientos de obras como las que aquí se presentan, que igualmente se han inspirado o querido inspirar en un conocimiento ancestral, en un recobrar actitudes, procesos de creación, y como se ha dicho, las habrá buenas y malas. Creo que mi problema aparece cuando se quiere oponer la producción de estas piezas al proyecto Moderno. La búsqueda de la espiritualidad, de lo místico, no es privilegio de la Postmodernidad, ni del momento actual, habría que recordar a Aby Warburg o al mismo Jung al que se alude en la exhibición, para darnos cuenta de que estas ideas están igualmente arraigadas en el pensamiento Moderno; pudiera ser que nunca nos hayamos desprendido de ellas y que de vez en vez —y para emplear su terminología—, cuando los astros se alinean, las recordamos y nuevamente las plasmamos en nuestros objetos simbólicos.
         Pido una disculpa por este abrupto final, pero antes de terminar me interesa hacer mención de otra exhibición de la cual no se ha dicho nada. Me refiero a la presentación de 15 pequeñas fotografías producto del proyecto Te contaré una foto, realizado por MARCO-Móvil y el Polígono Edison. Las fotografías fueron hechas por chicos de las colonias que abarca el polígono (entre ellas la Garza Nieto, Talleres, Benito Juárez, etc.) y que asistieron a un taller impartido por el fotógrafo Tom King. Las 15 imágenes que se presentan, todas a color, reflejan la importancia que tienen para ellos las figuras familiares, los objetos con que juegan, y el entorno en que se mueven. Sin otra pretensión que el haber dado a estos jóvenes una herramienta con que expresarse, es una gran lección acerca de los alcances de la fotografía. Ojalá continúen proyectos similares, la ciudad y sus habitantes los necesitamos.
 
Publicado originalmente por Milenio Diario


lunes, 15 de julio de 2013

Del más allá

Creo que a ninguno se nos escapa que con el cambio de siglo y quizás desde un poco antes, hay un aumento considerable en la circulación o difusión de conocimientos o saberes, digamos, alternativos. Son muchas las razones que explican este fenómeno, que incluso podría ser que se trate de algo cíclico, es decir, que aparece de vez en vez cuando se conjugan de cierta manera ciertas variables. En el terreno del arte, la aparición de este conjunto de ideas, se suelen manifestar de diferentes maneras, una de ellas es a través de la búsqueda o construcción de identidades, otra, asociada a ésta, por el retorno a la semilla, y una más, por la crítica o destrucción del presente, etc., y quizás, la favorita, es la creencia en un conocimiento superior que ha estado marginado por siglos, pero que es el que nos pondría en comunicación directa con la o las divinidades, el cosmos, el Elan vital, etc., revelando una realidad inédita y a la que sólo se podrá acceder por medio del arte. Reconozco y respeto todas las posturas, pero hay algo en esta que me incomoda de sobremanera. Sobre este tema y sus implicaciones tratará el artículo que aparece todos los martes en este mismo espacio, ojalá me acompañen en su exploración.

martes, 9 de julio de 2013

Del uno al nueve

 
 

     Advierto que a pesar de estas líneas no me interesa entrar en polémicas, ni discusiones estériles, mucho menos en dimes y diretes que tienen más la finta de chismes de vecindad, que de análisis más o menos serios que valga la pena considerar.

         El pasado cinco de julio se abrió al público la ahora llamada Reseña en la Casa de la Cultura de Nuevo León. Aún antes de inaugurarse, la muestra fue duramente criticada por presentar únicamente once trabajos de un total de 185 que fueron recibidos. La crítica arreció porque entre los escogidos no hay pintura, grabado o escultura (dibujo sí y bueno por cierto), por lo que se llegó a pedir se anulara el fallo del jurado, se repitiera el proceso incluyendo las prácticas ahora desaparecidas, y poner la lupa sobre las intenciones, intereses y procesos seguidos no sólo por el jurado convocado para esta ocasión, sino en cualquier otro que participe en eventos similares, a través de un supra organismo visor y garante de su honestidad y justicia en sus fallos.

         Creo que es un error cuestionar a este u otro jurado sólo por no seleccionar a nuestros favoritos; acusarlos de parciales y de seguir sus propios gustos e intereses (¿qué jurado en qué parte del mundo no lo hace?), y pedir que en la constitución de cualquier salón haya cuotas, es decir tantas pinturas, tantas esculturas, tantos grabados, para ser considerado transparente, objetivo e imparcial (¿por qué no pedir también que tenga una parte proporcional de mujeres, minorías raciales y sexuales, de amateurs, estudiantes, enfermos, etc.?)

         Creo también que el verdadero problema no es esta exhibición en particular, me parece, más bien, que todo inicia con una falla en la concepción del evento. Los problemas planteados y muchos más, no se van a resolver por cuestiones nominales, es decir, cambiar el nombre del evento no allana los obstáculos, según mi opinión, los complica, entre otras cosas, al romper la secuencia de un evento que es parte de la historia de las artes plásticas en el estado. Aun así, si se le quiere enterrar, que se haga, pero que se publique su defunción y no sólo se tape porque a los tres días el muerto apesta.

         Cuando se avisó que se definiría o redefiniría la vocación de los espacios que dependen del CONARTE, sonaba a que los concursos que patrocina o copatrocina, sufrirían igual destino, incluida esta Reseña; por cierto ¿cómo es que un evento de este tipo se transforma en concurso con premios?,¿es entonces una competición o una muestra de lo que se produce en el estado? Por qué no se arman de valor y declaran que la reseña, el resumen, o como quieran llamarle, será un concurso de pintura (en todas sus modalidades), en vez de sacarle la vuelta inventando teorías y explicaciones post-apocalípticas en las que la pintura ya no existe, toda vez que hay un salón de la fotografía, otro de arte emergente, de nuevos medios, etc.

         Lo que además no encuentro por ningún lado es alguna consideración crítica sobre las piezas que sí fueron seleccionadas. En lugar de pretender ser políticamente correctos y declarar que no se tiene nada en contra de estos nueve productores, ¿por qué no centrar la discusión en sus trabajos, en lo expuesto que, finalmente, es lo único cierto que conocemos del proceder del jurado y sus apreciaciones? Si no hay pintura es porque estos once trabajos, en esta entrega, la desplazaron, ¿por qué no, entonces, cuestionar lo entregado, estos trabajos o tal desplazamiento, y dar a conocer las razones, los argumentos que apoyen tal crítica? Sólo cuando lleguemos a este nivel de discusión, creo, estaría más que justificado poner en duda la decisión de un jurado (que obviamente se puede equivocar o estar mal informado).

         Por mi parte, creo que son muchas las piezas expuestas, con seis hubiera sido más que suficiente; por ejemplo, no habría seleccionado dos piezas de Alejandrina Herrera y de Leo Marz, dadas las circunstancias, con una basta y sobra.

         Mucho trabajo le aguarda a la Casa de la Cultura, al CONARTE y su nuevo Consejo, para evitar que el próximo año asistamos de nuevo a este mismo y decrepito espectáculo.
 
Publicado originalmente por Milenio Diario

lunes, 8 de julio de 2013

y el ganador es...

¿Puede un pintor sentirse ofendido porque a otros les parece que la pintura desde hace mucho está declarada muerta? Me parace que en su lugar debiera esbozar una sonrisa, la de la victoria incluso, pues a pesar de tantas defunciones el medio continúa siendo un vigoroso medio de expresión, y para enojo de muchos, la manifestación artística que sigue encabezando este terrirorio. Pero, ¿vale la pena volver a sentarse y discutir el punto? Me parece que no, y cuando surgue alguien que desea hacerlo de nuevo, habría más bien que detenernos para ver qué es lo que en realidad quiere decir con su protesta o reclamo. Estas son alguna de las aristas del tema que en mi artículo de mañana estaré abordando con motivo de la llamada Reseña 2013, de la Casa de la Cultura de Nuevo León.

sábado, 6 de julio de 2013

Los excesos

El síndrome o trauma de van Gogh se mezcla y complementa con el mito del genio cuya génesis se remonta al siglo XVI con las famosas Vitae de G. Vasari entre otras fuentes, aunque, como en tantas otras historias, sus raíces se hundan en el tiempo. Esta peligrosa combinación nos ha llevado hablar de un arte de niños, un arte de dementes, arte de los intoxicados, etc., lo que es llevar al extremo tan peregrinas ideas. Ni hay arte de niños, ni de locos, ni de ninguna otra clase de extravíos. De los niños genios ya hablamos ayer. Que veamos en el trabajo de esquizofrénicos, drogadictos o alienados emocionales, expresiones de una cultura que favorece los excesos es una cosa, y otra muy distinta que esos mismos trabajos puedan ser considerados arte (en el sentido y valor que generalmente se le da a este término). Así también, otro asunto es que eventualmente un alcohólico, un yonkie, o un enfermo mental lleguen a producir una obra que pueda ser considerada arte y otra muy distinta que se responsabilice el valor de su quehacer a su patología, pues entonces todos quienes estuvieran en esas condiciones deberían ser capaces de convertirse en productores, lo que, evidentemente, no llega a suceder. La producción de objetos valorados como arte, hay que decirlo siempre, empieza con la intención de hacerlo, intención que, por ejemplo, un niño difícilmente puede llegar a albergar, así como cualquier otro que se halle en el extremo; la producción de estos objetos --los llamados arte o artísticos-- no sólo es intencional sino también consciente, condición que, por desgracia, no suele estar presente en quienes padecen de algún exceso.

viernes, 5 de julio de 2013

Descubrir al genio

Creo que en el tema del descubrimiento o detección de talentos o genios que nadie más ha visto o apreciado, no es lo mismo si se habla de vivos que de muertos, así como del concepto que se tenga respecto a qué es un genio. Genios tempranos sólo un Mozart o Rimbaud, genios incomprendidos en su momento tipo van Gogh son verdaderos garbanzos de a libra que aparecen en el momento justo en que se está produciendo un cambio cultural mayor que nadie, en este momento, alcanza a ver ni a comprender. Fuera de ellos muy difícilmente se podría repetir su situación. Habrá quienes crean que al genio se le puede hallar tras una sola obra, otros pretenderán que se manifiesta desde la más tierna edad, y algunos más dirán que su medio --en el que nacen, crecen o se desarrollan-- es tan palurdo, envidioso, ciego, que no puede reconocer en su quehacer la presencia de un talento único e incomparable. Por otra parte habremos otros para quienes estos conceptos de talento, genio, o como quiera que se les considere, sólo pueden ser aplicados al cabo de una vida, cuando hay una obra (es decir un amplio conjunto de piezas) que los respalda, una seguridad en que las decisiones tomadas fueron las acertadas. Entre una y otra postura pastan paciente e indiferentemente, los llamados productores.

jueves, 4 de julio de 2013

Cazador de talentos

Por supuesto que creo en la existencia de talentos que ahora mismo no son valorados como debía ser, cuánto más a lo largo de la historia. Como creo también que hay que reconocerles su valor en vida, no después de muertos cuando los únicos beneficiados son los vivales que acaparan su trabajo. No obstante, un minuto de reflexión sobre el tema, me hace pensar que si tantos ha habido a lo largo de la historia sin reconocimiento, ni en su momento ni rescatados en la actualidad, por algo será, es decir, quizás ni tan talentos ni tan desconocidos, ni tan rescatables, ni tan valorables, tan sólo productores que, simple y llanamente, no tuvieron la calidad (como quiera que la definamos) necesaria para sobresalir ni entonces ni ahora; de aquí a que por el puro prurito de descubrir y salvar talentos se les inventen habilidades, visiones y promesas, es otra cosa, parte constitutiva del síndrome o trauma de van Gogh, con el que creo no se puede estar de acuerdo.

miércoles, 3 de julio de 2013

Martín...Martincito

He hablado del Síndrome de van Gogh al referirme a la tendencia, necedad, o vicio de tratar de encontrar, descubrir, talentos en las artes visuales (no sé si suceda lo mismo en otras manifestaciones) antes de que estos se malogren o de plano pasen a mejor vida. Esta búsqueda desaforada -por la fortuna (simbólica y monetaria) que implica- tiene una especial simpatía por dar con los genios incomprendidos y/o despreciados entre aquellos que ya de por sí son out-siders, desequilibrados emocionales, enfermos mentales, enfermos terminales, alcohólicos, yonkies, etc.
A pesar de lo atractivo y hasta emocionante, según cuentan algunos, que pueda ser convertirse en cazador de talentos, no siempre resulta la ecuación y muchas veces termina la aventura en un total fracaso. Recuerdo, en ese sentido, que hace años, nada más ni nada menos que Dn. Octavio Paz, gloria de la literatura y la cultura nacional pre-apertura democrática, aliado a la siempre poderosa Televisa, se lanzó a la aventura no sólo de hacer visible sino hasta de promocionar a un pobre espalda mojada paisano nuestro cuyo único pecado fue perder toda forma de comunicación salvo la pintura y el dibujo. Gran exposición tuvieron los trabajos que hacía Martín (Ramírez, 1895-1963) en el extinto Centro cultural arte contemporáneo de Televisa, con tremendo catálogo con ensayo magistral de Paz y otros tantos de médicos y psiquiatras de renombre mundial, y no obstante, a pesar de todo el esfuerzo puesto en redimir al naive Martín....¿alguno de ustedes se acuerda de él?

martes, 2 de julio de 2013

Había una vez...



          Da la impresión que este título es la mejor fórmula para iniciar la historia de Manuel Durón (1938-1966), o mejor dicho, la de una historia que hasta ahora nos han contado más cercana a la ficción que a la realidad, que, por otra parte, siempre ha estado ahí, en los dibujos, pinturas y obra gráfica que realizó en vida.

         Si hemos de tomar en serio el legado de este productor, de entrada, habría que definir qué es lo que nos interesa de él, su vida o su obra; que una y otra están íntimamente relacionadas, que no se puede entender una sin la otra, es cierto, pero esas son obviedades que no nos deben llevar a ver una causalidad en donde no la hay. Dependiendo de cuál sea nuestro interés será la historia que se cuente, tratar de hacer de ambas una sola me parece un error que induce a la creación de un personaje de ficción que quizás quede muy lejos de su obra que es lo único cierto que tenemos de él.

         Por desgracia, en la brevedad de este espacio, no es posible extenderme más en este punto, así que a partir de este momento me concentraré en la obra que la Pinacoteca de Nuevo León expone a partir del pasado 26 de junio bajo el título de Manuel Durón, imágenes desde la obscuridad, en la que presenta prácticamente toda la obra del zacatecano que está en su poder, más una que otra pintura y obra gráfica que aportaron otras fuentes.

         Hace ya mucho, escribí sobre la dificultad de pronunciarse sobre el quehacer de Durón y su trayectoria, su muerte prematura cancela cualquier posibilidad de pensar en qué hubiera hecho de haber vivido. Ahora, después de ver con detenimiento esta  exposición, no sólo reafirmo lo que en ese entonces apunté sino que agrego que con lo que tenemos, con lo que conocemos de él, con estas cuantas pinturas y centena de estampas, es muy, pero muy complicado y difícil fincar un  juicio crítico sobre su quehacer.  Cuando mucho, me atrevería a decir que se trata de un productor que  empezaba a desarrollarse y a encontrar su propia voz, pero que, como a cualquiera de sus compañeros del Taller de Artes Plásticas en ese momento, aún le faltaban horas y horas de trabajo.

         Al mencionar sus compañeros del Taller de Artes Plástica de la UANL, no se puede negar la cercanía que debió tener con Xavier Sánchez, Rodolfo Ríos, Efrén Yañez, e incluso, sino personalmente, si con la obra del entonces joven Gerardo Cantú, piezas como Montañas de Hidalgo, 1964, o Paisaje de Agua Fría, 1964, dejan ver esta relación. Muy lejos de ella se encuentran los retratos, reflejan sí su personalidad como productor, pero también las muchas limitaciones que aún tenía en términos de pintura.

         Dónde se pueden apreciar con más claridad las cualidades que Durón fue desarrollando como alumno y luego como maestro del antiguo Taller de Artes Plásticas es en la litografía y el grabado. Por cierto antes de pasar a otra cosa y ya que he mencionado los retratos comparemos las pinturas con el aguafuerte intitulado Retrato de una compañera s/f, en este último se nota en que medio se sentía más cómodo y pone en evidencia cuál conocía mejor.

         Pero aún en estos medios es difícil saber las capacidades y alcances de Manuel Durón. Hay piezas como Los parientes, 1966, que parece se tratan de obras finales, sin embargo si vemos Barrio de dos años antes, tenemos que pensar que si no todo lo expuesto o conocido de él fueron ensayos, bocetos llevados tal cual a la piedra, búsquedas, o trabajos parciales, sí una buena parte de ello tuvo estas funciones o fue producto de estas intenciones. Y quizás eso es lo que más nos atrae de su obra, la libertad, la frescura, la individualidad con que trabaja, cómo carga el acento expresivo en ciertas piezas (Los antropófagos, 1951), en tanto que otras son sólo plácidos apuntes (Mujer en la azotea, 1964; Adiós, 1966).

         Sin duda, Durón fue un productor que encontró pronto cómo imprimir su personalidad a lo que iba creando, pero no lamentemos que jamás sabremos hasta dónde pudo haber llegado, quizás sea mejor así.
 
Publicado originalmente por Milenio Diario

lunes, 1 de julio de 2013

Nuevas épocas, vejos traumas

Sin duda uno de los pintores más conocidos de occidente es Vincent van Gogh, y lo es tanto por sus trabajos como por lo que sabemos y se ha difundido acerca de su vida, su pasión por el arte, su sufrimiento y penurias, el desequilibrio emocional en que vivía y su trágica muerte en 1890. Tan hondo ha caldo esta historia que ha provocado, entre otras muchas cosas, lo que se llama el Trauma de van Gogh, esto es, el deseo por reconocer a productores incomprendidos, genios en ciernes, pero que pudieran malograrse, como Vincent, por no atenderlos, por no reconocerlos a tiempo.
Galeristas, promotores, críticos, médicos, directores de museos, editores, historiadores, escritores, curadores, asesores de colecciones, etc., todo nos hemos volcado a buscar, a detectar a estos genios y salvarlos -y salvarnos- antes de que sea demasiado tarde. ¿Qué tanto ha afectado este trauma al desarrollo del arte occidental?, ¿qué tanto la historia del desgraciado holandés es generalizable?, ¿cuántos casos similares puede haber realmente? El texto que mañana publico gira en torno a estas preguntas y cómo es que no debemos confundir temas y circunstancias particulares en ejemplos que pueden tener sus propios méritos sin necesidad de ser puestos bajo la protección de San Vincent.