Como en su momento lo expresé, la muestra de Paula Rego en el MARCO, me dejó atónito, pero sobretodo me volvió a re-encontrar con la pintura, es decir, me permitió ver lo mucho que aún se puede lograr con una simple tiza y un trozo de papel; no hay necesidad de que las obras estén enchufadas, tengan foquitos intermitentes, echen luces, sonidos o aromas, para que estas sean contemporáneas; con los materiales y herramientas más tradicionales se puede lograr lo que hace precisamente Rego, una obra fuerte, comprometida, personal, lo mínimo, creo, que se debe exigir a un productor sea del momento que sea, se afilie o no a determinada corriente, sea mimado por la crítica o acérrimo enemigo de los galeros y curadores.
Y es que la pintura después de su glorioso momento allá por las décadas de los 40 y 50’s del siglo XX, entró en competencia con otros medios y en este desigual enfrentamiento, siempre salió perdiendo, no importaba que tan grande, tan lucidora, tan costosa fuera, el resultado era el mismo, la gente, el gran público, se fue alejando de ella, en parte por la dificultad que representó su correcta apreciación, la interacción con ella, pero también y principalmente, porque siempre será más entretenida una película que una pintura.
Por otra parte, hay más de un motivo por el cual la pintura fue perdiendo el interés de los espectadores —curiosamente no sucede lo mismo con los productores quienes continúan pintando, algunos, incluso, repitiendo, temas de un pasado ya muy remoto—, uno de ellos es la pérdida del aura anunciada por Walter Benjamín. La pintura, a fin de lograr su máxima difusión, que es el objetivo de museos, galerías y coleccionistas, ha de someterse a su reproducción mecánica vía la fotografía (en el pasado la reproducción de las obras, también con el objetivo de darlas a conocer, se hacía a través de la obra gráfica, mas en esos casos, cada impresión conservaba el aura de su autor) y al hacerlo pierde, irremediablemente, esa huella, ese rastro, ese gesto que delata su manufactura, el trabajo del artista, la mano creadora del productor que es lo que distingue al genio del resto de sus colegas, se pierde, en síntesis, su aura.
No es este el lugar ni el momento para hablar sobre el aura, o de los efectos que la fotografía ha tenido en la apreciación de la pintura y del arte en general. Sí en cambio me gustaría enfatizar en que una fotografía por más buena que sea, por más cuidado que se haya puesto en su toma e impresión, jamás será capaz de reproducir exactamente una pintura, y máxime cuando esta depende de valores táctiles.Pongo un ejemplo. Recientemente, el martes 21 para ser precisos, se inauguró en el lobby de la rectoría de la Universidad de Monterrey, una muestra de obra reciente de Martha Marcos. Vi la invitación impresa y electrónica y nada me llamó la atención, una pintora abstracta más de esas que se ven por cientos. Cuál no sería mi sorpresa al poder contemplar estas telas en vivo . De hecho podría decir que nada tenía que ver la fotografía que acompañaba a la invitación con las obras reales.La pintura abstracta, lejos se encuentra de ser simple combinación, más o menos acertada, de colores, producto exacerbado del azar, o abuso de chorreaduras y salpicones. Es cierto que esto terminó convirtiéndose en una fórmula de aplicación universal; no obstante, la buena pintura abstracta tiene otras cualidades, por mencionar una de las más importante, el trabajo de superficie que es, precisamente, el que se pierde con la fotografía. Las texturas logradas, las aplicaciones con diversos instrumentos, la dirección del gesto, la densidad de la pasta, la fuerza con que se aplica el pigmento desaparecen en su reproducción, cuando son estos valores, como ya dijimos, lo que le dan sentido al trabajo abstracto contemporáneo.Si enseñáramos el reconocimiento y apreciación de estos detalles, la manera en que se integran en la obra y por qué le dan valor, me parece que la pintura aún podría tener un futuro pues no sólo atraería más público, sino que este trabajo que llamo aquí de superficie puede reflejar fielmente, la misma problemática, los mismos cuestionamientos, la misma fantasía y ensoñación que cualquier otro medio contemporáneo o no.
Publicado originalmente por Milenio Diario