Si no se ha enterado, no le ha llamado la atención o de plano no le ha interesado, el Gran Hotel Ancira cumple sus primeros 100 años de existencia. Quizás tenga razón en no reparar en este dato, sobretodo si no tiene ninguna relación con el lugar más que el haber visto al edificio que lo alberga cuantas veces haya estado en el centro de la ciudad. Pero este dato, el que siempre que usted estuvo en esta parte de la ciudad se topara con el hotel, le haya servido de referencia o de lugar de reunión, es lo que lo convierte en un hecho importante. Quiero decir, esta construcción terminada en 1912, ha crecido, sufrido y vivido, la historia reciente de la ciudad y la de la mayoría de sus habitantes, y sólo por eso, creo, vale la pena hablar de ella.
Con la finalidad de celebrar su centenario, la administración del inmueble decidió, entre otros actos, montar una mini-exposición de su historia, y hasta dónde sé, prepara un libro sobre su historia y arquitectura. Creo que es del todo loable que se tomen la molestia de mostrar al público parte de lo que han sido a lo largo del tiempo. Las fotografías, los objetos, los planos, los platos y tazas, los muebles, nos dan una idea de cómo han cambiando las cosas en este lapso, y por sí mismos justifican su presentación y el que nos detengamos en ella. Pero así como hemos dicho lo anterior, también me gustaría hacer un par de observaciones a fin de que se cuente con otra mirada sobre lo exhibido.
Lo expuesto es una especie de resumen de los pasados 100 años, y con ello se satisface la curiosidad del cliente o huésped que se acerca a ver de qué se trata. Mas hay dos o tres temas que se entrecruzan todo el tiempo y que de presentarse de otra manera se apreciarían diferentes: Historia, con dos apartados, el de las familias involucradas en la construcción del hotel, y el del edificio y sus interiores. Objetos, de los respaldos de las camas a la cuchillería, pasando por toda clase se sillones. Y, visitantes distinguidos, los huéspedes de renombre que han pernoctado en la ciudad y han ocupado sus cuartos y demás servicios. Estos son los tres temas que componen la exhibición. Sin modificar lo que se tiene (que estoy seguro es una mínima parte) creo que si se hiciera un mayor énfasis en la relación del hotel con la ciudad, no sólo ganaría sentido la exposición, sino q ue resultaría de mayor interés para el público en general.
Puesto que el 70 u 80% de lo que se presenta son fotografías, esperaría que las mismas estuvieran mejor identificadas y fechadas. La mayoría son de fotógrafos conocidos (Jesús Sandoval, Manuel M. López, Eugenio Espino Barros, etc.) y con fechas más o menos seguras, por lo que aportar estos datos convertiría a las imágenes fotográficas de meros y nostálgicos recuerdos de tiempos idos en documentos para la historia, y en este sentido se vuelven útiles para hablar del trazo urbano de esta zona, de las técnicas de construcción, los empresarios de Nuevo León, sus habitantes, las hábitos y costumbres de los viajeros, el diseño de interiores, los conceptos de lujo y exclusividad, y muchos otros temas que se pueden ir explorando a partir de estas imágenes.
Por ejemplo, de entre ellas, hay una que llama mi atención, es de 1911 y apareció publicada en la portada de Zig-Zag, “Semanario festivo y de variedad” de Monterrey. La imagen va firmada por Ortiz (se debe tratar posiblemente de José S. Ortiz). Lo que me interesa de esta impresión, es, precisamente, su fecha, es decir que para estos años las artes gráficas en la ciudad ya se encontraban en desarrollo, dato importante para seguirlo en una hipotética historia del diseño y las artes gráficas en Monterrey.
Los 100 años de este hotel nos avisan que la ciudad se va haciendo añeja; no son ya sólo sus 400 de existencia los que le dan valor histórico, sino también el momento en que entraba, junto con el país, a la Modernidad.
Publicado originalmente por Milenio Diario
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