martes, 27 de julio de 2010

Las otras imágenes


Bajo el encabezado de estas líneas se podrían escribir cientos de ensayos, pues de cada retrato, evento, objeto, paisaje, siempre habrá una alternativa que se convierte en la “otra imagen”. Por poner un ejemplo: todos hemos visto muchas, tal vez hasta cientos de imágenes (televisivas, fotográficas, cinematográficas, electrónicas, etc.) del ataque a las torres gemelas, al World Trade Center, el 11 de septiembre del 2001; hoy se promociona un nuevo documental con 145 minutos inéditos del mismo suceso, material que se ha venido reuniendo a partir de las fotografías, videos y demás que cientos de personas hicieron ese mismo día y que son, sin duda alguna, las “otras imágenes” de esta tragedia.
Visto así, el tema se puede extender tanto como se quiera hablar de la fotografía o cualquier otra forma de producción/re-producción de imágenes. Por mi parte, quisiera hablar de “otras imágenes” y sus implicaciones en nuestra cultura. Estas “otras imágenes” que también pueblan nuestra iconósfera, que están incorporadas tanto a nuestro imaginario como a su empleo en la vida cotidiana, que si bien son especializadas, sus ejemplos son populares, esas “otras imágenes” pues, son todas aquellas que han ido apareciendo a partir de mediados del siglo XIX, si no como consecuencia de la fotografía, sí como una extensión de ella, y producto del mismo desarrollo tecnológico y científico, e, incluso yo me atrevería a decir, hijas de la misma actitud y asimilación de las imágenes en la cultura occidental.
Me refiero a las imágenes que nos proveen los Rayos X, el empleo de las radiaciones infrarroja y ultravioleta, la tomografía y la ecografía, por mencionar las más conocidas y de aplicación prácticamente universal (su uso en la medicina, por ejemplo, ha dado lugar a la creación de una nueva especialidad, la “imaginología” que entre otras funciones tiene la de interpretar correctamente —desde el punto de vista médico se entiende— las imágenes que son procesadas por los diferentes equipos diseñados y construidos para tal fin, esto es, para crear imágenes).
Me interesa poder llegar a identificar el momento en que la cultura occidental decidió poner toda su confianza, otorgar la responsabilidad, hacer infalible a todo lo que la vista le informara y por tanto, a sus imágenes. Esta dependencia de la visión la compartimos, más menos, con muchas otras especies, pero ninguna de ellas produce sus propias imágenes para guiar su conducta. Por otra parte, si bien la creación de imágenes es tan antigua como el homo sapiens sapiens, creo que el momento en que esto ocurrió fue en el período que conocemos como el Renacimiento italiano de los siglos XII-XIII aproximadamente. Me parece que fueron personajes como Alberti, Bruneleschi, Da Vinci, Servet, pero también un poco más adelante los Galileo, Leeuwenhoek, Newton y Descartes quienes anclaron parte de esta cultura en la capacidad de crear pero también de leer imágenes. Así pues, tenemos que no sólo dependemos de la visión en una buena parte de nuestras actividades cotidianas, sino que producimos imágenes para ampliar, perfeccionar e innovar nuestros conocimientos.
Hace unos días mientras esperaba en uno de esos cafés públicos que hay, llegaron tres pre-adolescentes y aunque interactuaban entre sí, cada uno de ellos llevaba un teléfono al oído, mientras hablaban entre ellos y con quienes se encontraban al otro lado de sus líneas se hacían caras, gestos, se sonreían y con los mismos aparatos se fotografiaban, o mejor dicho, hacían imágenes que después intercambiaban o simplemente se las mostraban a los otros dos. Extraña conducta de la que podrían sacar muchas conclusiones sociólogos y psicólogos, por mi parte, no deja de sorprenderme la familiaridad que tenemos con la producción y difusión de las imágenes. A este paso dejará de haber sucesos, personas, objetos, paisajes, ignorados o desconocidos, dejarán de existir, por conclusión, las “otras imágenes” puesto que todas lo serán. Rayos X, tomografías y demás serán substituidos por otros medios que crearan otras imágenes y así sucesivamente, hasta que cansados de tanto ver nos volvamos ciegos.
Publicado originalmente por Milenio Diario.

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