Ackermanns. José Bernardo Couto. Litografía.
Mañana principia el llamado mes de la patria y con él las actividades centrales con las que se conmemorarán los 200 años de la independencia. Ya lo he dicho y lo repito de nuevo, creo que llegar a 200 años como nación independiente no es cualquier cosa y merecería un mejor recordatorio que lo que se ha organizado. No puedo negar que eventos ha habido y habrá en torno a este crucial acontecimiento; que aunque tímidamente, se han hecho y se hacen esfuerzos promocionales para alentar a la gente, para que participe en este cumplir de 200 años. Pero me hubiera gustado otra cosa, que el ánimo general fuera de orgullo, de esperanza en el futuro; que el bicentenario no nos hubiera encontrado en medio de una crisis económica ni sumidos en la inseguridad. Pero como ya no se puede hacer nada, es preferible pasar la hoja y estar a la espera de los festejos del 210 aniversario de nuestra Independencia.
En estos 200 años, casi sobra decirlo, la cultura y el arte han jugado un papel central, ya a través de los productores como difusores de las nuevas ideas o protagonistas directos, o bien recreando, dando imagen a los episodios y personajes centrales de esta historia. Pero también como pensadores y críticos de una nueva realidad, como responsables de cantar, reproducir y difundir las bellezas y bondades naturales de un naciente país, de rescatar y valorar el pasado, de soñar con un futuro prometedor.
En este sentido, de nuestro convulsionado y extraordinario siglo XIX, hago mención a un personaje que probablemente no sea el más importantes ni el más trascedentes, pero me parece es un buen ejemplo de cómo es que las actividades culturales contribuyeron y contribuyen a la creación, crecimiento y consolidación de una, digamos auto-imagen, que después sirve para desarrollar todos los demás procesos, ya sean políticos, sociales, educativos, religiosos, científicos, etc.
Si el siglo XIX europeo es rico en ejemplos de diletantes que hicieron sustanciales aportaciones al conocimiento de su época, en nuestro país también los hubo y de la misma importancia. Tal es el caso de José Bernardo Couto (1803-1862), relevante abogado qué jugó un papel clave en la guerra contra los Estados Unidos, por lo demás, ligado íntimamente a la supervivencia y renovación de la Academia de San Carlos y autor —que es por lo que lo citamos aquí— de un pequeño opúsculo intitulado Diálogo sobre la historia de la pintura en México, publicado póstumamente en 1872. La importancia de este texto radica en que es la primer obra en México que se ocupa de recoger las principales noticias de la pintura del virreinato; muchos de los nombres y obras que conocemos y que han desaparecido para siempre, se lo debemos a los esfuerzos de Couto por informarse sobre las telas que se exhibían en la galería de la Academia. Por otra parte, el trabajo es memorable porque su autor argumenta a favor de la obra novohispana en detrimento de la prehispánica a la que sin ningún remordimiento llama primitiva o salvaje. Lo interesante de esto es que Dn. Bernardo estaba reproduciendo los mismos razonamientos que en Europa daban los principales historiadores para justificar el arte de su continente, el de occidente, frente al de otros países y culturas que empezaban a ser conocidas por las empresas colonialistas. Así pues, es una excelente muestra de cómo se aplicó y adaptó el pensamiento decimonónico europeo a otras realidades.
Finalmente, el estudio de José Bernardo Couto es valioso porque a pesar de lo dicho, rescata no al arte nativo, pero sí a la capacidad artística de los mexicanos de ese momento y del pasado; afirmando, como después lo harían muchos otros como Diego Rivera, que el mexicano es un pueblo naturalmente proclive para la producción artística.
Fueron ideas como estas las que permitieron se continuara la educación artística en nuestro país a un muy alto nivel, que se tuviera consideración aparte a los productores mexicanos y que estos cobrarán conciencia de su historia y capacidad. Con Couto inicia la historia del arte en México, pero también la valoración de sus artistas. Al iniciar el siguiente siglo éstos ya han adquirido una consciencia tal que les permitirá jugar un papel más decidido en el siguiente capítulo de esta misma obra.
Publicado originalmente por Milenio Diario.
Ver también: http://www.artes2010.wordpress.com