Joseph Beuys
Este segunda comentario dedicado a la exposición Beuys y más allá. El enseñar como arte, está dividido en dos partes. Antes quisiera insistir en que al visitar la exposición en el MARCO no se espere ir a ver obras, piezas, para ser contempladas, sino más bien, una serie de ejemplos que en su momento sirvieron para cuestionar y modificar el campo artístico, por lo que para nosotros deben ser motivo de reflexión sobre qué ha sucedido de entonces a la fecha.
Brevemente quiero tocar dos aspectos respecto a Beuys: su historia como productor y la declaración ahora tantas veces citada, “ser maestro es mi obra de arte más importante”.
Beuys inventa, a través de la historia de su rescate en Crimea, su propio mito fundacional. Del Joseph Beuys soldado alemán surge el Beuys shaman, el hombre que escucha, sigue y obedece a la naturaleza. El fieltro y la grasa son como sus atributos, los medios a través de los cuales toma los dictados de ese otro mundo que él quiere ayudar a construir; y es el arte, la vida en sí misma, la herramienta con que cuenta para lograrlo. Por tanto, sus actos, sus declaraciones, sus relaciones, todo forma parte de una gran obra con la cual el espera cumplir su cometido.
En una ocasión le preguntaron a Marcel Duchamp cuál era su mejor obra y contestó que respirar. En este mismo sentido hay que leer la declaración de Beuys. Es decir, lo que ellos hacen es la obra. Plantarse frente a un grupo, discutir los trabajos de los alumnos, animar la polémica, esa es la obra para Beuys y está en la misma línea de mecer la liebre muerta en sus brazos, o cubrir el piano de fieltro. Ser maestro es la obra de arte más importante porque a través de ella interactúa, afecta a otros, contagia sus ideas y propósitos.
Los grupos
Se trata de un momento en la historia del arte contemporáneo de nuestro país que por lo general no se estudia ni difunde con detenimiento, quizás porque es difícil de documentar y lo más importante de él ha desaparecido para siempre. Los Grupos son el resultado, quizás más inmediato, del ’68, el Salón Independiente, y del trabajo de productores como Felipe Ehrenberg. Los Grupos no son otra cosa que colectivos de jóvenes productores que trabajaron, difundieron y comercializaron su trabajo a través de canales no oficiales. Pero sería injusto decir que sólo fueron eso, en realidad trabajaron bajo ideas respecto al arte que en ese momento ya no tenían mayor repercusión en el país: el arte público, anónimo, desarrollado en la calle, en espacios públicos, jugando una función social y política, tratando de acercar la obra de arte a espectadores que por lo general quedan excluidos de los museos y las galerías. Grupos como Proceso Pentágono, MIRA, La clínica del arte, Peyote y la Cía., Tepito Arte Aca, TAI, y los formados y sostenidos por Mario Rangel Faz, Suma y Atte. La Dirección, permitieron la recuperación de técnicas y procesos, el trabajo en grupo, la discusión colectiva de las ideas, pero sobre todo, que los productores volvieran a ponerse en contacto con la realidad social del país. Así como los alemanes se preocuparon por el deterioro de su sociedad, igual sucedió entre estos jóvenes que intentaron denunciar y regenerar al México post Tlatelolco.
Por desgracia, tanto en México como en Alemania, estos movimientos serían los últimos en mostrar de manera explícita ese compromiso con la política, con lo sucedido en sus comunidades. Ese espíritu, ese ánimo, ese deseo de lucha, de rebeldía, de inconformidad, es lo que se echa de menos en el arte contemporáneo.
Al visitar la exposición, al ver los esténciles, los recortes, las pegatinas, los diagramas, no pensemos en ellos como si se tratara de pinturas o esculturas en el sentido convencional, sino más bien como esfuerzos por vincularse con su medio, por llevar la obra de arte a otros públicos, por creer que a través del arte se pude cambiar la realidad.
Publicado originalmente por Milenio Diario.
(Imagen:http://libroscolgados.blogspot.com