jueves, 24 de febrero de 2011

martes, 22 de febrero de 2011

Pobre


Por desgracia no encuentro mejor adjetivo para calificar el Salón de la Fotografía 2010, inaugurado en el Centro de las Artes I (antigua Cineteca-Fototeca) del Parque Fundidora, el pasado día 10 del presente mes. Pobre en cuanto a escaso e insuficiente, pero pobre también por desdichado, de poco valor, por triste y gris.
Como en otras ocasiones y tratándose de este tipo de evento, no me referiré ni a las piezas ganadoras, ni a las que tuvieron mención. Cada premiación se lleva a cabo bajo circunstancias particulares que sólo conocen quienes actúan como jurado y quiénes los convocan, cambiando o alterando cualquier elemento en esta ecuación, el resultado es diferente, por lo que no vale la pena discutir si tal o cual pieza debieron premiarla en lugar de otra, etc. De lo que sí se puede y debe hablar es de aquello que se expone públicamente como resultado de un trabajo conjunto entre la institución, los participantes y los jurados o especialistas. En este caso lo único  que necesitamos saber aparece  en la cédula de sala en la que el jurado expresa sus criterios, objetivos y logros.
A partir de esta declaración —la de la cédula—, del reducido número de seleccionados (en relación a otras ediciones del mismo evento) y de lo que alcanzo a comprender en las obras expuestas, es que califico a este Salón de pobre. Como se explica en la presentación, el Salón previo se realizó bajo un formato diferente, el de la “curaduría”, con resultados que en su momento fueron discutidos; ahora, se decidió regresar al viejo formato del concurso en donde hay una convocatoria abierta, los interesados mandan sus trabajos y un grupo especializado selecciona y premia lo mejor del envío. Lo anterior me indica, según lo interpreto, que entre los resultados obtenidos a partir de una innovación cuestionada y el procedimiento del concurso tradicional, se optó por este último ya que aparentemente garantiza mayor éxito o menos polémica. Mas la verdad es que ni uno ni otro proceso ha funcionado (el resultado está a la vista), por lo que quizás sea necesario llevar a cabo una revisión a fondo de los objetivos que se persiguen con estos eventos, porque si de promoción y estímulo a la fotografía se trata, sólo a un muy reducido número de personas, y quién sabe qué tan representativas del quehacer fotográfico sean, lo está alcanzando esta política.
Igualmente debería revisarse la idea de que quienes participan lo hagan presentado series. Entiendo cual pudo ser el espíritu de este requisito, pero funciona únicamente cuando se trabaja de esa manera, de otra forma se presentan secuencias; el mismo tema y formato en  tres o cuatro impresiones; o una simple colección de imágenes, pero no series, y aunque se lograra coincidir en qué se va a entender por este concepto, la verdad es que ya  muy pocos fotógrafos trabajan de esta manera, en especial entre los más jóvenes, puesto que la pluralidad de medios y el desvanecimiento de los límites entre los géneros, hace que cada pieza se plantee como única.
Y ya que hablamos de grupos de productores, habría que repasar a quién o quiénes está dirigido el concurso. Me parece que seguir pensando en que se pueden hacer eventos universales en donde se encuentran el estudiante y el profesional de carrera, es una falacia que termina por ahuyentar a unos y a otros. Quizás tener secciones especializadas, definidas por criterios consensuados, sea una mejor alternativa que seguir manteniendo un evento que parece ir perdiendo interés.
Estamos a casi 15 años del primer Salón de la Fotografía, no tiene nada de particular que cumplido este periodo se evalúe el proyecto, se vean cuáles han sido sus logros y sus defectos y con la información y su análisis en la mano se tomen decisiones sobre su futuro. Lo peor que nos pudiera pasar es que la pobreza de este Salón no sólo se volviera perenne, sino que fuera el resultado de no querer hacer nada al respecto.
Publicado originalmente por Milenio Diario.

martes, 15 de febrero de 2011

Beuys/Rangel Faz III (y último)



En esta tercer y última entrega sobre la muestra Beuys y más allá. El enseñar como arte, presentaré mis observaciones sobre la exposición en sí, una vez que he procurado acercar alguna explicación sobre los objetos, las instalaciones, los impresos que se ven en ella, y qué es lo que debemos apreciar, reconocer, valuar, en ellos.
De inicio habría que mencionar que hay una falta de sincronía entre lo que se propone desde el título de la muestra y los objetos y demás recursos museográficos que la componen. Si nos atenemos al título, esperaría ver más trabajos de Beuys, toda vez que a pesar de que su fama lo precede, poco es lo que en la ciudad se ha tenido oportunidad de ver, y si bien es cierto que las piezas que se exhiben pueden dar cuenta de su trabajo creativo, en el contexto del Beuys maestro, hubiera sido deseable ver algo más; en particular y hablando de esta faceta, bueno sería haber presentado fotografías y/o videos en los que se le viera interactuando con sus alumnos o llevando a cabo alguna acción con ellos, así habría sido más sencillo entender el porqué de su trascendencia e importancia en este rubro.
En la misma línea, me parece que se habría podido ampliar la lista de alumnos con que contó e incluso agregar información sobre su papel, primero en Düsseldorf y después como cofundador de la Universidad Libre Internacional con sede en Berlín, que hoy día es una de las más prestigiosas no sólo en Europa sino en el mundo entero. Creo que en este punto la exposición se traba pues ni es completamente informativa, didáctica en este sentido, ni es meramente una exhibición contemplativa. Como se dice más arriba, qué bueno que tuvimos oportunidad de ver obras, por ejemplo, de Katia Sieverding, Blinky Palermo e incluso las de Jörg Immendorff, una de las cuales es la única en hacer alusión directa a su relación con Beuys, aunque también hubiera sido emocionante ver en este contexto la obra ganadora del penúltimo Premio MARCO.
Si la muestra la podemos cuestionar desde el punto de vista de lo que propone explícitamente su título, más se presta a hacerlo en relación a la participación de Mario Rangel Faz en ella. Como se sabe, esta exposición fue armada por el Deutsche Bank para celebrar los aniversarios de independencia que se cumplieron en el 2010 de México hacia el sur. En cada país donde se exhibia, los curadores alemanes --me imagino asesorados por nacionales-- invitaban a algún maestro que  hubiera desarrollado una obra igualmente polémica y retadora como la de Beuys; en el caso de nuestro país se escogió a Mario Rangel Faz. Aunque no tengo nada en contra de él y reconozco el valor de su trabajo, sí me pregunto por qué seleccionarlo y no, por ejemplo, a un Felipe Ehrenberg si de Los Grupos se trataba, o algún otro productor que participara en este movimiento y que hubo muchos que lo hicieron (incluso La Casa ediciones de Monterrey).
Pero si no es muy clara la decisión de haber incluido a Rangel Faz en la exhibición, la pregunta que sigue es dónde están sus alumnos, cuál es la obra de ellos que acompaña a lo hecho por Rangel Faz. Interesante hubiera sido, una vez más, haber visto qué lograron sus alumnos bajo su dirección, que de seguro hicieron mucho e interesante.
El hubiera, sobra decirlo, no existe, como tampoco existe la exposición perfecta, ni en sus propósitos, objetos exhibidos, recepción del público, etc. No obstante, al irse formando una cultura expositiva por llamarla de alguna manera, es necesario ser mucho más cuidadoso, profesional, con lo que se presente y cómo se hace; hay que cuidar, por tanto, hasta los más ínfimos detalles como la traducción de las cédulas de cada pieza a fin de no crear confusiones. En fin, como en tantas otras cosas, la riqueza de una exposición no suele estar en lo que presenta sino en las ideas que despierta y en este sentido esta ha sido de las más ricas que nos han visitado.
Publicado originalmente por Milenio Diario

martes, 8 de febrero de 2011

Beuys/Rangel Faz II

Joseph Beuys
Este segunda comentario dedicado a la exposición Beuys y más allá. El enseñar como arte, está dividido en dos partes. Antes quisiera insistir en que al visitar la exposición en el MARCO no se espere ir a ver obras, piezas, para ser contempladas, sino más bien, una serie de ejemplos que en su momento sirvieron para cuestionar y modificar el campo artístico, por lo que para nosotros deben ser motivo de reflexión sobre qué ha sucedido de entonces a la fecha.
Brevemente quiero tocar dos aspectos respecto a Beuys: su historia como productor y la declaración ahora tantas veces citada, “ser maestro es mi obra de arte más importante”.
Beuys inventa, a través de la historia de su rescate en Crimea, su propio mito fundacional. Del Joseph Beuys soldado alemán surge el Beuys shaman, el hombre que escucha, sigue y obedece a la naturaleza. El fieltro y la grasa son como sus atributos, los medios a través de los cuales toma los dictados de ese otro mundo que él quiere ayudar a construir; y es el arte, la vida en sí misma, la herramienta con que cuenta para lograrlo. Por tanto, sus actos, sus declaraciones, sus relaciones, todo forma parte de una gran obra con la cual el espera cumplir su cometido.
En una ocasión le preguntaron a Marcel Duchamp cuál era su mejor obra y contestó que respirar. En este mismo sentido hay que leer la declaración de Beuys. Es decir, lo que ellos hacen es la obra. Plantarse frente a un grupo, discutir los trabajos de los alumnos, animar la polémica, esa es la obra para Beuys y está en la misma línea de mecer la liebre muerta en sus brazos, o cubrir el piano de fieltro. Ser maestro es la obra de arte más importante porque a través de ella interactúa, afecta a otros, contagia sus ideas y propósitos.
Los grupos
Se trata de un momento en la historia del arte contemporáneo de nuestro país que por lo general no se estudia ni difunde con detenimiento, quizás porque es difícil de documentar y lo más importante de él ha desaparecido para siempre. Los Grupos son el resultado, quizás más inmediato, del ’68, el Salón Independiente, y del trabajo de productores como Felipe Ehrenberg. Los Grupos no son otra cosa que colectivos de jóvenes productores que trabajaron, difundieron y comercializaron su  trabajo a través de canales no oficiales. Pero sería injusto decir que sólo fueron eso, en realidad  trabajaron  bajo ideas respecto al arte que en ese momento ya  no  tenían mayor repercusión en el país: el arte público, anónimo, desarrollado en la calle, en espacios públicos, jugando una función social y política, tratando de acercar la obra de arte a espectadores que por lo general quedan excluidos de los museos y las galerías. Grupos como Proceso Pentágono, MIRA, La clínica del arte, Peyote y la Cía., Tepito Arte Aca, TAI, y los formados y sostenidos por Mario Rangel Faz, Suma y Atte. La Dirección, permitieron la recuperación de técnicas y procesos, el trabajo en grupo, la discusión colectiva de las ideas, pero sobre todo, que los productores volvieran a ponerse en contacto con la realidad social del país. Así como los alemanes se preocuparon por el deterioro de su sociedad, igual sucedió entre estos jóvenes que intentaron denunciar y regenerar al México post Tlatelolco.
Por desgracia, tanto en México como en Alemania, estos movimientos serían los últimos en mostrar de manera explícita ese compromiso con la política, con lo sucedido en sus comunidades. Ese espíritu, ese ánimo, ese deseo de lucha, de rebeldía, de inconformidad, es lo que se echa de menos en el arte contemporáneo.
Al visitar la exposición, al ver los esténciles, los recortes, las pegatinas, los diagramas, no pensemos en ellos como si se tratara de pinturas o esculturas en el sentido convencional, sino más bien como esfuerzos por vincularse con su medio, por llevar la obra de arte a otros públicos, por creer que a través del arte se pude cambiar la realidad.
Publicado originalmente por Milenio Diario.
(Imagen:http://libroscolgados.blogspot.com


lunes, 7 de febrero de 2011

miércoles, 2 de febrero de 2011

martes, 1 de febrero de 2011

Beuys/Rangel Faz I


Prólogo
Como se sabe el pasado día 28 se inauguró en el MARCO Beuys y más allá. El enseñar como arte, una exposición armada por el Deustche Bank con material (el de los alemanes) de su propia colección que como ya hemos visto en este mismo recinto, es vasta y rica. Como parte de su propuesta curatorial, la exposición se complementa con trabajos del mexicano Mario Rangel Faz. Esta propuesta consiste, rápidamente dicho, en mostrar trabajos de Joseph Beuys (1921-1986) junto a ejemplos de lo hecho por 6 de sus alumnos, y como su contraparte mexicana obras de Mario Rangel Faz (1956-2009) quien como Beuys fue maestro de amplia influencia entre sus estudiantes.
Hasta aquí podría pensarse que se trata de una muestra amplia y generosa, múltiple en los ejemplos que exhibe, pero no es así, resulta más bien breve si tomamos en  cuenta lo que busca mostrar. No obstante, lo que no logra en cantidad, sí que lo hace, no podemos decir que en calidad (el adjetivo no aplica en este caso), pero sí en insinuaciones, lecciones sobre la producción artística actual.
Así pues, y de acuerdo a esto último, dividiré en tres partes mi comentario a fin de corresponder con la riqueza de la exposición. Procuraré que aun siendo apuntes sobre la misma muestra, estos puedan leerse individualmente  sin tener que depender de su(s) antecedente(s).
Arte a revisión
No me cabe duda de que una de las interrogantes que le surgirán a quienes visiten esta exhibición, es la relativa a la naturaleza de los trabajos que la componen, es decir, si resulta correcto llamarlos arte y por qué razón, toda vez que su apariencia resulta prácticamente antagónica con otras obras que conocemos y hemos aprendido a apreciar como “arte”.  Esta es, justamente diría yo, una de las claves posibles para enfrentar la muestra, su naturaleza antagónica. No se trata de ver y apreciar “obras de arte” en un sentido tradicional, el del cuadro colgado o la escultura al centro de la sala, sino todo lo contrario, todas y cada una de estas piezas tiene, desde su concepción hasta su realización material, el carácter subversivo que modificó radicalmente la producción, circulación y consumo de la obra de arte en la segunda mitad del siglo XX. Este carácter subversivo lo encontramos desde la selección de los soportes, en donde el lienzo o el papel hecho a mano, es substituido por plásticos, lonas, papel comercial, cartón, etc., es decir, materiales considerados no sólo pobres sino inapropiados para el “arte”. Lo mismo podríamos decir de las técnicas empleadas (mixtas todas ellas, pero en el sentido de híbridos más que en el que comúnmente se emplea este término), la insistencia en el dibujo o mejor dicho en el acto de dibujar, y/o su apariencia de diagrama industrial o tecnológico, un  ánimo vivo por explicar y   aprehender una realidad compleja.
 Esta es una de las ideas  que se encuentran tras estos  trabajos, tras su espíritu de  confrontación. Me explico, el esfuerzo de Beuys y otros, en el momento en que están produciendo (a Rangel Faz le queda más lejos aunque también comulga con ellos), es hacer transitar al Arte de un Arte-pasivo-contemplativo a un Arte-activo-participativo, en otras palabras, el objeto de arte nos debe mover a la interacción con él mismo a fin de comprender aspectos de la realidad sobre la cual debemos, por otra parte, actuar a fin de transformarla. El arte como vehículo para el conocimiento y la modificación de la sociedad, lo cual exige no la contemplación, sino la participación activa al lado de la obra.
La exposición, por tanto, nos ofrece una visión de uno de los centro más activos -en su momento- en esta transformación del Arte, y así es como hay que recorrerla, tratando de ver en cada pieza ese intento por darle al arte una nueva dimensión, por encontrarle otras facetas, por darle un nuevo fin, por renovarlo al igual que la sociedad en la que estaba naciendo.

Publicado originalmente por Milenio Diario