Hace menos de una semana, el día 21, Arte, A.C. abrió al público la muestra Fotografía ’11, con la participación de once fotógrafos quienes exhiben 19 piezas y una instalación (Raúl Pomares). Como siempre, hablar de que faltan nombres, de que hubieran sido más (o menos), de por qué se invitó a estos y no a otros, sale sobrando; esta es la muestra que se presenta y así tal cual, debe ser considerada, no teniendo en mente los hubieras, que, en verdad, nunca ni se cumplen ni dejarían a todos satisfechos.
Aclarado lo anterior, podemos decir que así como en la exposición Soporte papel del mismo Arte, A.C., la combinación de nombres que en principio parecía improvisada, resultó que como conjunto tenía sentido o formaba salón, en este caso, juntar a estos productores no tuvo el mismo efecto y el balance está lejos de sumar a favor de la exposición. Quizás el problema radica, precisamente en eso, en haber confundido una lista de nombres, con reunir a una serie de productores baja una misma idea. Quiero decir, la anterior exposición cuajó porque todas las obras tenían que ver con el soporte papel, en tanto que en la presente no hay nada en común entre las obras, sus autores e incluso sus declaraciones.
Me parece que Monterrey ya cuenta con una nómina nada despreciable de fotógrafos que, directa o indirectamente, hacen de y con este medio su profesión (no hablo de los miles de aficionados, ni de los estudiantes que empiezan a incursionar en exposiciones colectivas, ni de algunos productores que eventualmente se valen de la fotografía para un proyecto u obra en particular; hablo, pues, de los fotógrafos-fotógrafos), de hecho, en más de una ocasión he mencionado que sería deseable contar con una galería dedicada exclusivamente a la fotografía, o a que se definiera más claramente un mercado para este tipo de obra, etc. Pero esta nómina, como sucede con la de artes plásticas, está formada por nombres de distintas generaciones (cada generación tiene, entre otras cosas, una preparación, unas expectativas y una proyección diferente a las otras), así como por distintos usos, aplicaciones y aproximaciones a las funciones de la fotografía, de tal suerte que se crea una distancia que media, por ejemplo, entre Luz del Carmen Sepúlveda y Javier Orozco o entre Erick Estrada y Luz María Valés. No hablo de que unos sean mejores que otros, ni que su trabajo en lo individual posea más o menos valor, sino que son como polos opuestos por su acercamiento a la fotografía. Para reunirlos se necesita de algo más que estar en una colectiva, caso contrario esos polos, como sucede en verdad, se repelen.
Las diferencia entre estas visiones, posturas y concepciones se hacen evidentes, incluso, en el texto que cada fotógrafo presentó y que en unos casos se refiere a una visión personal de la fotografía, en otros al proyecto que exhiben, o bien en una descripción de la imagen que vemos. Así pues no son lo mismo los textos de Alejandro Cartagena o Heriberto García, que los de Joaquín Garzafox o Clarisa Collenzi, no porque unos sean mejores que otros, sino porque se trata de distancias, diferencias, aproximaciones disímbolas tanto formales, como teóricas y de contenido.
Así como he dicho que hay una nómina importante de fotógrafos en la ciudad, también apunto a que hacen falta no sólo espacios en donde puedan presentarse, sino también más exposiciones que los reúnan. Fuera del Salón de la Fotografía organizado por la Fototeca del estado, que tiene por objeto mostrar lo que se está haciendo, las demás muestras debieran plantearse objetivos claros y precisos, finalidades explícitas de por qué y para qué hacer una exposición de este tipo, sólo de esta manera, podríamos evitar, creo, encuentros estériles que aportan poco al conocimiento y apreciación del quehacer fotográfico de la ciudad, que sin duda, es rico y variado.
Publicado originalmente en Milenio Diario.