La exposición ¿Neomexicanismos? Inaugurada el pasado día 3 en el MARCO, lleva por subtítulo Ficciones identitarias en el México de los ochenta mismo que se puede desglosar diciendo que en nuestro país en los años 80 del siglo pasado se produjeron, se crearon, se inventaron, una serie de identidades, en especial en/por un grupo de productores mexicanos, a través de las cuáles se les dio a conocer nacional e internacionalmente; este es el tema de la exposición y todas y cada una de las piezas que la componen tiene por objeto mostrar como fueron creadas y plasmadas esas identidades, pues no se trata únicamente de una identidad nacional o nueva identidad nacional, sino que bajo esta, o cobijadas en esta que es la más evidente, se imaginaron y pintaron, dibujaron, esculpieron, otras tantas, algunas de las cuales sí eran completamente nuevas para un país como el nuestro.
Del panorama que nos muestra la exposición, me interesa entender por qué apareció este grupo, movimiento, corriente o como quiera llamársele, en ese momento en particular, por qué se llegó a sobre comercializar, qué se esperaba realmente de estas obras, y por qué se les satanizó como aún se hace (en este sentido no deja de ser sorprendente la última cita a Oswaldo Sánchez, actual director del MAM y uno de los estudiosos de este fenómenos desde que apareció. La cita, que está a un lado de la salida, condena a los “neo-mexicanistas” por malos artistas y por haberse dejado manipular por un mercado que deseaba entrar en las corrientes del llamado mainstream del momento).
En lo personal me sigue funcionando el esquema que hace años propusiera Jorge Alberto Manrique en el ensayo ¿Identidad o Modernidad? Que se encuentra recogido en sus obras completas. En él plantea que el problema de la identidad es leit motiv del arte mexicano y de todo pueblo que haya pasado por un proceso de conquista y/o colonización, y que se enfrenta y resuelve según sea el momento en que se encuentre la charnela que abre o cierra la historia, es decir, hay momentos en que la historia se cierra sobre nosotros y buscamos en lo más profundo de nuestras raíces la respuesta a quiénes somos, y otros, en que por el contrario, se abre a los vientos de fuera, trata de encontrarse en otras voces, otros rostros, otras conductas. Así pues nuestra historia del arte ha sido un abrir y cerrar, entregarse al pasado y la historia patria, y al siguiente momento abrirse a lo internacional, a lo que se encuentra allende las fronteras.
Creo que el Neo-mexicanismo fue eso, un cerrarse sobre la propia historia y cultura para revisarlas, criticarlas, modificarlas. Por supuesto que este acercamiento se hizo a través de los medios, las actitudes, los recursos que en ese momento estaban presentes en el país, nada que ver con la Escuela Mexicana de Pintura de los 30’s. Imposible pensar que un Julio Galán se comportara ante los símbolos patrios como un Roberto Montenegro, ni que Carla Rippey fuera Frida, o Adolfo Patiño un Revueltas o Miguel Covarrubias. Cada uno en su contexto, con su historia personal, y recursos para la producción aborda esta temática cuyos resultados, por fortuna, son distintos cada vez.
Recordemos, por último, que a fines de los mismos 80’s y más en la siguiente década, ya se encuentran en el panorama de la producción artística de México, los mal llamados “conceptualistas”, un grupo igual de nutrido que los Neo-mexicanistas, que se les oponen y cuentan, como los otros, con quienes los respalden teóricamente, es decir, la bisagra de Manrique vuelve a funcionar y en ese momento se abrió a lo internacional.
Quedan pendientes las preguntas que más atrás he planteado sobretodo en su relación con Monterrey, sin embrago creo que a pesar de no tener respuestas concretas a ellas no obsta para que se disfrute de la muestra que me parece será una de las más significativas este año.
Publicado originalmente por Milenio Diario.