He iniciado
con esta cita por ser la que me queda más cerca, pero también por ver en ella
un ejemplo representativo de la creciente practica de re-producir imágenes a
partir del uso de recursos electrónicos, asumiendo su resultado como si se
tratara de fotografías. En el concurso de la UDEM como en muchos otros, incluso
en los que se espera participen los profesionales “de verdad”, había muchas de
estas imágenes y muy pocas, más bien casi ninguna, fotografía. Parece una
necedad de mi parte tratar de distinguir lo que en general se llaman imágenes
digitales de la “fotografía”; más allá de si es posible hacer esta clase de
distinción la discusión puede llevarse a nivel de los resultados, es decir de
los objetos que se nos ofrecen como
fotografías. Si los analizamos con cuidado encontraríamos con
cierta facilidad esa delgada línea que separa la simple re-producción de una imagen de una fotografía.
Digámoslo de una vez, tomar una
fotografía no es lo mismo que registrar lo que estoy viendo. Tomar una fotografía,
de inicio, requiere tener no sólo esa intención sino también la consciencia de
qué es una fotografía, es decir un objeto que re-produce una imagen, bajo una
serie de esquemas y preceptos, así como de una historia y sus representantes,
que es menester conocer si no para rendirles culto sí para saber que se están
violentando y por qué.
La manera en
que hoy día la inmensa mayoría re-produce imágenes a partir de los mecanismos
electrónicos me parece es similar a como han ido substituyendo la plática real,
cara a cara, en vivo, por mandar y recibir mensajes a través de estos aparatos.
Creer que por estar enterados de quién se acaba de levantar, quién de insultar
con sus pares, de qué estoy comiendo, o lo aburrido que me encuentro en el
trabajo, es lo mismo que sostener una plática, es erróneo y substituye la
experiencia real por su simulacro y la inmediatez de la información.
Lo mismo
sucede con estas imágenes, poner la cámara, el teléfono o lo que sea, frente a
lo que estamos viendo y accionar el obturador, no es tomar una fotografía por
más que la imagen resultante quede fija, permanente. La falta de “aseo” en
estas imágenes, se justifica diciendo que si aparecen fuera de foco, mal
compuestas, movidas, recortadas, etc., es por el poco aprecio que sus autores
sienten por la “academia”, por su rechazo a toda norma o límite a su expresión.
Supongamos que así sea pero ¿están tomando una fotografía o están tratando de
reproducir una experiencia visual?
Las
facilidades que brindan los nuevos mecanismos digitales para la re-producción
de imágenes, la calidad con que lo hacen (que es independiente de la voluntad
del que los acciona), nos lleva a creer que toda imagen que fijan, que
registran y conservan, son fotografías sólo porque conservan un parecido con
ellas, cuando en realidad a lo que son semejantes es a lo que experimentamos
visualmente, al caos de imágenes en el que vivimos cotidianamente, al desorden
visual en que se ha convertido nuestra iconosfera. Esta experiencia y su
registro nada tienen que ver con la fotografía que es exactamente lo opuesto a
ella, es decir, son intentos, búsquedas, experimentos, que los fotógrafos
llevan a cabo a fin de encontrar un orden, un sentido, una constancia, o un
equilibrio en un medio ambiente de suyo inestable y en perpetuo cambio.
A diferencia
de lo que hoy día se genera por medio de la tecnología, la creación de imágenes
de la cueva prehistórica a la fotografía, se llevó y lleva a cabo no para re-producir
lo que vemos, sino aquello que tiene sentido observar.
Publicado originalmente por Milenio Diario.
Ver también: www.artes2010.wordpress.com