Así como resulta complicado atribuir a una sola persona el
desarrollo final de lo que hoy llamamos fotografía, lo mismo sucede con el
momento en que hizo su pública aparición. Hoy conmemoramos uno de sus
nacimientos, el día en que el científico y político francés François Aragó
presentó en la reunión conjunta de las Academias francesas de Ciencias y Artes,
los resultados a los que había llegado Daguerre, es decir el proceso,
perfectamente definido e infalible, con el cual era posible fijar de manera
permanente las efímeras y elusivas imágenes que proyectaban las cámaras obscura
y lúcida. En otras palabras, Aragó daba a conocer al mundo el Daguerrotipo con
lo que, a su vez, principiaba una extraordinaria historia que hoy cumple 175
años.
Tengo la impresión que
de la fotografía, como de ningún otro medio, se han ocupado los más importante
pensadores que han convivido con ella a lo largo de este tiempo. De entre todo
lo que han dicho, una de las observaciones que me parece más importante, es la
de Walter Benjamin, respecto a que es –la fotografía- el invento más moderno de
todos, o sea, que también es su hija más legítima. Podemos o no estar de
acuerdo con él, pero no se puede negar que a través de la historia de la
fotografía es posible seguir el desarrollo y evolución de la cultura moderna.
Es decir, estos 175 años de la fotografía, nos dan la oportunidad de
contemplar, desde otro punto de vista, cómo ha sido la cultura, al menos la
occidental, durante este tiempo (y la oriental en su proceso de
occidentalización), cómo se ha transformado y a partir de qué variables y con
qué resultados; las mismas preguntas que hoy nos hacemos sobre su estatus y
futuro inmediato, son las que podemos hacer acerca de la cultura contemporánea
en términos generales. Así que, en resumen, lo que le pasa a la fotografía en
este momento es exactamente lo que le sucede a nuestra cultura.
Es casi imposible pensar en alguna actividad que
desarrollemos de manera cotidiana en la que no esté involucrada alguna imagen
fotográfica o de origen fotográfico. La fotografía no sólo expandió entre la
población la facultad de re-producir imágenes, sino que, por su versatilidad,
fue encontrando los más diversos campos en que podía ser aplicada. A diferencia
del dibujo, del grabado y no digamos de la pintura, la rapidez y precisión con
que se ejecuta una fotografía permitió que el campo comunicacional, en el que
los otros medios se encuentran limitados, rompiera todo género de barreras y
mostrara la eficaz contundencia de este nuevo tipo de imágenes.
No obstante, por más
importante que sea el impacto de la fotografía en los campos productivo y
artístico, creo que su verdadera importancia la encontramos entre nosotros
mismos. De la Carte de Visite, de la
fotografía de difuntos, de las “vistas” de los vestigios de antiguas civilizaciones
o de las maravillas naturales, de la fotografía formal de estudio, del registro
de los momentos más memorables, del recuerdo casi nostálgico de experiencias
pasadas, al Internet, los selfies, las redes sociales, la foto despreocupada de
adolescentes ociosos, el Photoshop, el Instagram y las imágenes de google,
nuestra vida y la manera de contemplarla no ha vuelto a ser lo que era antes de
esta fecha, hace 175 años. La cámara fotográfica o cualquier otro implemento
capaz de registrar y conservar imágenes, ha entrado a nuestras vidas para
quedarse y ha pasado a ser de un complicado aparato que cargaban mamá o papá durante
las vacaciones o cumpleaños y no permitían que nadie más manipulara, a una
herramienta indispensable, imprescindible para la comunicación en un mundo que,
paradójicamente, rebosa imágenes. Creo que es posible afirmar que hoy día en
las principales ciudades del mundo todos sus habitantes poseen o tienen acceso
a una “cámara fotográfica” y la operan como si de ello dependiera su vida.
¿Qué tanto son 175
años? Si pienso en la que se considera
la primer fotografía (el Punto de vista
desde la ventana de Le Gras de Niépce) y la comparo con las imágenes de los
paisajes marcianos, la devastación causada por un proyectil palestino lanzado
en este momento, o la del desayuno de esta mañana de mi hijo, me parecen
vertiginosos. Como escribí en otro lugar, esta historia tiene el rostro del
retrato de Dorian Grey, siempre nueva, siempre joven, por más vieja que sea.
Publicado originalmente en Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
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