Hay cosas que por obvias mejor se callan, hay
otras que por eso mismo no llegan a llamar la atención, y jamás debería
insistirse en ello --en lo obvio-- a menos que se quiera correr el riesgo de
verse desmantelado y/o puesto en evidencia.
Como es de todos
sabido el pasado 23 de abril la escritora Elena Poniatowska recibió de manos
del rey Juan Carlos de España (quizás en uno de sus últimos actos públicos como
monarca) el Premio Cervantes de Literatura 2013. A raíz de tan relevante
acontecimiento y siguiendo la tradición, su retrato fue depositado en la
Biblioteca Nacional, al lado de otros 38 ganadores del mismo galardón. A raíz
del suceso se ha insistido machaconamente en el retrato de Marras, simple y
sencillamente porque su autor resultó ser un fotógrafo de esta ciudad.
Obviamente no hay nada
qué decir sobre la obra de la Poniatowska, de la importancia mayúscula que
tiene el premio, o del merecimiento de la escritora de recibirlo. Mi problema
inicia con el recuento de los efectos colaterales o marginales que provocan esta
clase de eventos, incluido, por supuesto, el mentado retrato (hacer creer que
es bueno). Tan obvios resultan que de no ser gracias a que una persona cercana
a mi me preguntó a qué se debía tanto énfasis en el retrato, que jamás me
hubiera detenido en él más allá de la primera vez que lo vi.
Quisiera no hacer
mención del vestido tehuano que llevó la escritora el día de su exaltación,
porque sé agradó y fue aplaudido por muchos; no obstante dado su protagonismo
en el retrato oficial, debo abordarlo. De entrada me parece absurdo y
patriotero presentarse con este folclórico vestuario en una reunión de esta naturaleza
por más mexicano que quieras parecer (imaginemos a Octavio Paz recibiendo el
Nobel vestido de Charro o con taparrabos y penacho). Pero dejemos para un mejor
momento este asunto, la escritora sus razones debió tener para aparecer así y
son del todo respetables. Lo que sí es cierto, y debe decirse, es que esta
indumentaria es uno de los principales elementos que terminan por arruinar su
propio retrato.
Cuenta la historia que
Alan Flores, el autor de esta imagen, retrató, del 2007 al 2012 una serie de
personajes, entre los que se encontraba Elena Poniatowska. Como gesto de
gratitud. el fotógrafo envió copia de su trabajo a quienes habían participado
en el proyecto. En acuse de recibo de la escritora, esta le expresó lo mucho
que le había gustado su trabajo.
Ahora bien, me imagino
que al ser notificada de su premio, recibió también la solicitud de la
Biblioteca Nacional para contar con su retrato, a lo cual ella, creo, debió
recomendar se contratara a Flores para tal efecto, y al parecer así fue, pues este
recibió el encargo una vez que se supo que Poniatowska había ganado el
Cervantes.
Dice el propio Flores
que doña Elena fue quien dirigió la puesta en escena, seleccionando el retablo
barroco que se encuentra en la Universidad del Claustro de Sor Juana como set
para su retrato. El resultado es… deplorable. No tengo nada en contra del Sr.
Flores, desconozco algo más de su trabajo, pero en este caso, parece inaudito
que una persona que lleva puesto un vestido que está confeccionado en un 50% en
color oro, se vea situada frente a un fondo 100% dorado. Además la toma es
contrapicada, casi de cuerpo completo, y la escritora abre amorosamente sus
brazos mientras sonríe beatíficamente. Si alguien llegó a pensar que al Cielo
no iban a parar los escritores, esta es la prueba de su error. Santa Elena en
el parnaso de la cultura del otrora Castellano, hoy del amplio Español.
Falta de contraste
(más tratándose de una fotografía a color), definición de planos, abigarrada
composición, hacen de esta imagen más una aparición celestial levitando al
centro del retablo que el retrato de un digno merecedor del premio Cervantes. No
hay imagen inocente y lo que vemos no es resultado ni de un novato en la
fotografía ni de una dulce viejecita que escribe sobre sus andanzas de
juventud. El mismo Flores explica que la escritora escogió este lugar por
recordar a la Décima Musa y el fondo por asemejarse al podio de la sala de la
Universidad de Alcalá de Henares donde recibiría el premio. El resultado es tan
obvio que me parece difícil creer, no lo que relata el fotógrafo, sino en las discretas
intenciones de la escritora.
Publicado originalmente en Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
Imagen: www.revistadearte.com
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