Fiel a su tradición, el pasado día 11, la Casa de la Cultura de Nuevo León inauguró una edición más de la Reseña de la plástica de Nuevo León. Ojalá algún día se haga la historia de este evento tan viejo como su sede; conocer y comprender las facetas que lo han moldeado a lo largo de los años sería una buena herramienta para acercarnos a fenómenos de más amplio radio como el desarrollo de las artes visuales en la ciudad, la aparición y desaparición de instituciones, la movilidad de los productores, etc.
Mientras eso sucede, hagamos algunas observaciones sobre aquello que ahora nos presentan. Por lo que alcancé a entender, persiste la controversia respecto a qué tipo de evento debe ser este, es decir, si se lleva a cabo por medio de una convocatoria (como de hecho se hace), o se invita a los expositores. En otras palabras, se trata, una vez más, de intentar definir los objetivos que se persiguen con el evento.
Si nos apegamos a su nombre, sepamos que una reseña es un examen o revisión, una nota sobre rasgos distintivos, o una señal que se hace para dar a entender algo más. Luego entonces, esta reseña debiera ser eso, una revisión, una nota, sobre cuál es el estado de la producción visual en el estado año con año, y para cumplir con ello habría que invitar a quienes en ese año hayan producido de manera sobresaliente, especial, frecuente o cualquier otro criterio con el que se quiera trabajar.
Me parece que mientras no se proceda de esta manera seguiremos viendo muestras de trabajos que no han logrado salir del taller o son hechos en especial para este evento, o sea que no son representativos de lo producido en un año; y con participantes que quizás, bajo otras circunstancias, no estarían presentes en estas muestras.
A pesar de todo digamos que lo presentado, por una lado, cumple con un mínimo de calidad toda vez que ha sido cribado por un jurado, y por otro, que si han respondido a una convocatoria es porque creen que esta es importante y un buen foro donde mostrar su trabajo.
Así pues, me parece que desde hace unos años se viene manifestando un grupo cada vez más nutrido de buenos dibujantes, por lo que la ilustración ha venido ganando terreno, productores como Andrés Acuña Bravo, Carlos García, Ernesto Walker, David Meraz o Reynaldo Díaz Zesati, son, junto con otros que no participaron, una buena muestra de esta tendencia que sin duda da buenos resultados. A ellos habría que sumarles, el interesante trabajo de La Lucha Libre y sus Caracteres ocultos.
Curiosamente, mientras crece el gusto por el dibujo, lo expuesto en pintura apunta en sentido opuesto. Quiero decir, la pintura que este año quedó seleccionada es más bien floja, rutinaria, sin adelanto. Casi lo mismo se podría decir de la fotografía, cuya presencia es totalmente irrelevante, todo lo contrario a lo que se llegó a ver otros años o de lo que se sigue presentando en el Salón de la Fotografía.
El trabajo en video continúa a la alza; cada vez son más sofisticados y mejor producidos, e incluso en algunos casos hay trabajos interdisciplinares, pero creo es el momento de pasar a otras formas de uso que no las puramente experimentales.
Por último, a pesar de la parquedad de la muestra, hay un par de productores que presentan trabajos en mi opinión valiosos, me refiero a los Paisajes mentales de CONCE (José Concepción García López) un trabajo que en el que se cruzan los objets trouvés, la lectura natural de los surrealistas y el constructivismo de Torres García. El otro son los “retratos” de Ricardo Javier Zertuche, que demuestran que para hacer un trabajo novedoso no se requiere estar conectado al ordenador; un intento por dar movimiento a lo estático, ancestral sueño de la pintura y sus asociados.
Completo o no, representativo, o con poca participación, lo cierto es que la Reseña, el Resumen —o como quiera llamársele— de la Plástica de Nuevo León, sigue valiendo la pena hacerlo y visitarlo.