(Sobre la exposición de Ron Mueck)(I)
Se va haciendo común encontrar al MARCO lleno de inquietos visitantes que, como en cualquier otro museo, recorren salas, suben, bajan, comentan, ríen y salen, unos más satisfechos que otros, algunos con preguntas e inquietudes, y hasta habrá frustrados o enojados porque no los dejaron ver el fútbol, pero eso sí, la mayoría convencida de que vale la pena vivir este tipo de experiencia; es cuestión de tener la motivación necesaria y la oportunidad para hacerlo (hay que tomar en cuenta que el pasado fin de semana fue de los llamados largos).
Este es pues el panorama que nos presenta la exposición del escultor australiano Ron Mueck en el MARCO, abierta al público el pasado viernes 18. Creo que por las expectativas que ha levantado y seguirá generando en tanto este en nuestra ciudad, vale la pena hablar o señalar dos de los aspectos más sobresalientes de su trabajo, el tamaño y su naturalismo, ambas sorprenden y maravillan a propios y extraños, y sin duda, son parte de las razones que lo han llevado a destacar internacionalmente.
El trabajo de Mueck siendo reproducciones del mundo real, asume los extremos de sus dimensiones, esto es, o son muy superiores a la escala normal, o bien, por el contrario, son menores a ella, con esto elude cualquier comparación con maniquíes, prototipos o cualquier otra reproducción tridimensional que busque asemejar, por ejemplo, al cuerpo humano (incluida la escultura tradicional); pero igualmente diluye la comparación con sus referentes, o mejor dicho, la re-direcciona hacia otros aspectos y no sólo a los de la semejanza. Entre más cerca se encuentre de la mímesis total, que incluiría el tamaño, más cerca estaría de la crítica, entre más se aleje de ella, la mimesis toma un segundo plano y destaca, por ejemplo, el tamaño.
Por otra parte, este juego con las escalas es posible gracias a la tecnología contemporánea; es decir, por los materiales, herramientas y procesos de producción que ha aportado el desarrollo tecnológico es que un productor tan habilidoso como Mueck, puede transitar de uno a otro extremo sin que haya menoscabo en su trabajo. Hay que insistir en que esta facilidad es contemporánea y en buena parte responsable por las características que admiramos en sus piezas. El naturalismo deseado por escultores de todas las épocas (de Donatello a Rodin por mencionar a un par de ellos), aquí llega al que quizás sea su límite más evidente. Lo que me interesa poner en claro es que esta aspiración es la misma en todos los casos —lograr una semejanza perfecta— pero los resultados van siendo acotados por los materiales y el instrumental que se emplee; sólo en este momento es posible pensar en esculturas como las que se exhiben en MARCO.
Aumentar o disminuir la escala, ya que no se busca la mímesis, tiene por objeto acentuar o llamar la atención sobre algún otro aspecto, en una pintura abstracta, el color, la actividad del pintor, el comportamiento del material, etc., en una fotografía obligar a un recorrido detallado, implicar la distancia de percepción, etc., en el caso de Mueck, se ha dicho que nos habla sobre la condición humana, yo agregaría que se detiene en los momentos en los que la soledad es el principal elemento que crea la atmósfera en la que están sumergidos sus personajes: El nacimiento, la muerte, el despertar, el sueño.
¿Será que el solo cambio de escalas nos lleva a reparar en estas reflexiones? Porque ¿cómo relaciono a los dos bebes que se exponen, uno pequeñito y el otro gigante; ambos nos hablan de lo mismo, sus tamaños extremos se refieren a la misma cuestión?
Sin duda el tamaño sí importa y en el caso del impacto que causan las piezas de Mueck, es determinante. El ser recibidos por una enorme cabeza es el mejor augurio de que uno está a punto de entrar en contacto con lo asombroso, y así es, pero, ¿qué le vamos hacer?, el tamaño no lo es todo.
Publicado originalmente por Milenio Diario