Así como decían en la famosa
serie de televisión Viaje a las estrellas,
que el espacio era la última frontera, así creo que el Arte es nuestra última
fantasía respecto al libre albedrío. Invocar al arte es hacer mención no sólo
de un reducido grupo de privilegiados (comúnmente los productores) y de un
conjunto de cualidades extraordinarias (belleza, perfección, concepto), sino
también de un cierto tipo de objetos que habiendo sido producidos por aquel
grupo y estando en posesión de esas cualidades, son el ejemplo perfecto, por
excelencia, de lo que llamamos arte. En otras palabras, solemos creer que el
arte es un asunto que concierne únicamente a individuos especialmente dotados,
quienes deciden producir objetos, pinturas, esculturas, fotografías, grabados,
con tales cualidades y calidades que son lo que calificamos como arte.
Desde hace tiempo sigo los
editoriales que semana a semana, hace circular Rosa Olivares, en uno de los
boletines digitales de EXIT. También desde hace tiempo conocidos se esfuerzan
por echarme a perder la semana enviándome los textos de la ahora famosa Avelina
Lesper. Con ambas tengo puntos de coincidencia (más con Olivares por supuesto),
pero también difiero radicalmente con las dos, principalmente porque parecen no
darse cuenta que con sus argumentos, con la postura que representan, provocan o
refuerzan aquello que pretenden combatir: Olivares al argumentar en contra de
la mercantilización internacional del arte y sus consecuencias, no repara en
que ella es, precisamente, quien difunde y apoya tal postura a través de la poderosa
e influyente organización que dirige, EXIT. Y Lesper, al criticar los
privilegios de que gozan ciertos productores por ser los favoritos de un grupo
en particular, cuando ella hace lo mismo pero con otros productores y obras.
Pero más allá de eso y que son
las contradicciones internas de las que ninguno se escapa (más grave es
tenerlas, conocerlas y no remediarlas), su yerro más grande, desde mi punto de
vista, es que continúan armando sus proposiciones desde la creencia de que existe,
per se, el arte. Cuando se leen sus textos, así como los de tantos otros, se
cae en cuenta de que podrán representar posiciones incluso antagónicas, que se
puede o no estar de acuerdo con su punto de vista, con las conclusiones a las
que llegan, pero que en el fondo, y esto es lo importante para mi, ambas defienden lo mismo, al arte; mejor
dicho, lo que ellas, como muchos, incluido yo mismo, creen, han aprendido o les es conveniente creer es el arte.
Todos los domingos, en la ciudad en la que
vivo, las principales avenidas se convierten, por medio día, en paseos
peatonales que aprovechan los productores locales para mostrar y vender sus
pinturas, fotografías, textiles, grabados, etc., y todas las semanas me hago la
misma pregunta ¿qué falta aquí, en estas mujeres y hombres, en los objetos que
producen, para que se conviertan en artistas y su quehacer en arte? Y no es que
falte ingenio, cuidado, calidad, en algunos de los trabajos que exponen, quiero
decir, no se trata únicamente de que sean o no virtuosos, mucho menos
descubiertos y/o redimidos.
Hace tiempo dejé de preocuparme
por saber qué es el arte, lo mismo disfruto o padezco de los objetos que dicen
son arte que de los que ya han sido descalificados. Visitar los museos es una
excelente oportunidad para aprender acerca de las virtudes y debilidades que
pueblan el alma de los hombres, así como de las historias de la feliz
explotación del talento y capacidad de otros. En cuanto a lo contemporáneo lo
mismo me dan las miles de cascarillas de cerámica de Ai Weiwei, que el trabajo de quien ahora continúa dibujando
como si se tratara de un Miguel Ángel redivivo. En todos los casos procuro
entender, explicarme su intención comunicativa o simplemente emocional, su
relación con otras piezas, etc., si compartimos algo, bienvenida, de no ser
así, igual, aunque no pueda dejar de mencionar mis diferencias con ella, de
juzgarla, pues está dentro de mis derechos, derechos que adquiero al exponerme
a tal o cual objeto.
En cuanto a Olivares y Lesper, no
tengo más que agradecerles la generosidad de su trabajo, como diría Michael
Baxandall, gracias a él es que podemos seguir conversando.
Publicado originalmente en Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
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