martes, 8 de julio de 2014

Nombres e imágenes

 

Es muy probable que usted haya visto más de una vez estas imágenes, fotografías como El Averno, Miradas oblicuas, Picasso con penacho o sentado comiendo pescado, y quizás la más famosa de ellas, la del Beso en las calles de París recién concluida la Segunda Guerra Mundial (la otra versión de la misma fotografía, tomada en Times Square con idéntico motivo es de Alfred Eisenstaedt), sin embargo, pocos conocen o recuerdan el nombre  de su autor. Por lo menos eso es lo que a mí me sucede: Robert Doisneau (1912-1994)

     Como parte de ese extraño re-encuentro entre la diplomacia francesa y la de México, fuimos regalados con distintas exposiciones, dos de ellas se presentan actualmente en el Palacio de las Bellas Artes de la Ciudad de México. Una acertada combinación de  muestras que tienen como eje la amistad entre Pablo Picasso y Doisneau. La de Picasso es una muestra de la colección de obra gráfica que es propiedad del Museo Picasso de París, Francia, en tanto que la del fotógrafo está formada por cerca de 200 imágenes provenientes de distintas colecciones públicas.

     El caso de Doisneau, e insisto en que todo lo que sigue es según la perspectiva que tengo de su trabajo, me resulta curioso en tanto que, como he dicho, una parte de sus fotografías son muy populares y sin temor a equivocarme podría decir aparecen entre las primeras en las listas de preferencias, y sin embargo, no sólo su autor es prácticamente desconocido, sino que el resto de su obra pasa también desapercibido para el gran público.

     El caso, me parece, tiene que ver con los usos y circulación del material fotográfico. Con el uso, cuando ciertas imágenes por su carga emocional se convierten en icónicas al concretar un sentimiento, una expectativa mayoritaria, compartida por muchos otros. Este uso, representar un sentimiento generalizado,  provoca, por su parte, una circulación que de otra manera u otro tipo de imagen difícilmente lograrían.

     Cuando uno tiene la oportunidad de ir más allá de esas cuantas imágenes que la publicidad y la mercadotecnia han escogido por nosotros, entonces es posible apreciar verdaderamente el trabajo del fotógrafo. No quiero decir con esto que aquellas imágenes no valieran la pena o no tuvieran la calidad suficiente para gozar de tal difusión, a lo que apunto es que en un contexto más amplio, que vaya más allá de ese impacto inmediato y emocional que pueden provocar las imágenes más conocidas, éstas, incluso, puede adquirir otro significado y valor, tal y como ocurre en el caso de Doisneau.

     Sin duda, Doisneau fue un gran fotógrafo; buena parte de su quehacer, por lo menos lo que se muestra en la exhibición de Bellas Artes que cubre las décadas de los 40’s a los 60’s, da la impresión de haberse dedicado a mostrar, a los franceses primero, al resto del mundo después, que la vida seguía después de la Segunda Guerra, que la gente continuaba viviendo, gozando, sonriendo, sufriendo, dolida si se quiere, pero que ahí estaba un país y una ciudad que había que volver a poner al día, regresar a la normalidad. Con estas fotografías Doisneau también despertará el interés, señalará la importancia, de lo que hoy día llamamos Street Photography, la fotografía que, más que lo documental, registra la vida cotidiana, la actividad, el ir y venir de la población entregada a sus preocupaciones, placeres, alegrías, sueños y frustraciones.

     La gran lección que me deja esta exposición es el tener que reflexionar mucho más al momento de enfrentarme a las imágenes publicitarias más populares, no porque tras ellas se encuentre siemp0re un Doisneau por descubrir, sino porque su popularidad no es gratuita, por algo la han ganado.

 
Publicado originalmente en Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com

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