martes, 30 de septiembre de 2014

Milenio




        Hace una semana aborde una muestra que había abierto hacía un mes, ahora me voy un poco más atrás, al 21 de agosto cuando fue inaugurada la muestra El Milenio visto por el arte, en el Museo Metropolitano de Monterrey.
        La invitación indica que se trata de una muestra colectiva formada por 34 piezas de igual número de productores, y así es, pero de hecho se trata de la presentación de dos proyectos, este, el de la obras pictóricas, y otro, quizás y hasta más interesante, el de la intervención de cada uno de los seleccionados sobre una portada del diario Milenio, acompañada por la fotografía, el retrato, de los mismos. Desgraciadamente no me puedo detener en este punto, pero vale la pena señalar, uno, que es un acierto el que todas las fotografías vayan firmadas (recordemos qué sucedía con la fotografía de prensa hace 15 o 20 años) y que los autores sean fotógrafos del propio periódico; y, dos, si papel tan importante se le concede a la fotografía (ocupa, este otro proyecto, toda la sala central del segundo piso del museo), ¿por qué no se encuentra entre los 34 productores seleccionados, ningún fotógrafo?

        Sin lugar a dudas el que el Grupo Milenio se haya lanzado a crear su propia colección de arte, es un gesto que debe aplaudirse y un ejemplo que ojalá cundiera entre muchas otras empresas que tienen capacidad para llevar a cabo acciones como esta. Aunque el proyecto es muy nuevo y habrá que ver cuál es su evolución, quizás algo que podría esperarse es que también se fueran formando colecciones regionales, de aquellas ciudades en las que el diario tiene presencia, para que así la acción de fomento se diera en esa doble vía, la nacional y la local, ambas, a no dudarlo, importantes y necesarias.
        Ahora bien, es claro que estamos ante una colección de  solo pintura, y de un particular tipo de pintura, y este es, desde mi punto de vista un problema, pues ¿de qué pintura estamos hablando? No nos detengamos en discutir la vigencia del medio, o si conserva la prerrogativa de seguir ejemplificando la producción de las artes visuales, no digamos del arte en general. Analicemos la idea o ideas sobre las cuales se ha llevado a cabo esta primer etapa de la colección.
        En lo personal no encuentro cuál es ese hilo conductor que me lleva no sólo de una a otra obra, sino a ver la colección como un conjunto que me dice o demuestra algo. No se centra en un naturalismo exacerbado (Víctor Rodríguez, Daniel Lezama o Javier Peláez), o una abstracción de viejo cuño (Manuel Felguérez, José González Veites, Blanca Rivera Rio), ni de otras tendencias figurativas (Sergio Garval, Gustavo Monroy, Miguel Angel Garrido). Si acaso se trata de una muestra, más o menos completa, de lo que se produce hoy día, pero sin distinción de generaciones o tendencias, cuando ambas variables influyen en lo que se hace y mucho.

        No veo mala pintura, pero tampoco nada sobresaliente o especialmente bueno (salvo quizás la pieza de Beatriz Zamora que se aleja tanto de lo pictórico). Parece que toda la colección descansa sobre la coincidencia de los productores acerca del arte y su inclinación a él, pero bien sabemos que, por lo general, pintores, escultores, o fotógrafos, no son exactamente, la fuente más confiable sobre su quehacer, por lo que parece que su reunión más bien se debe a la voluntad de quien los ha seleccionado y agrupado. Tanto haber luchado contra la siniestra autoridad de los curadores, para acabar convirtiéndote en uno.
        Con todo, el cuidado puesto en la museografía, en la información complementaria, en la difusión del proyecto, auguran que esta colección, la colección del Grupo Milenio, podría pasar a formar parte, a mediano plazo, de las importantes colecciones de arte privadas que se están formando en México en este momento.

Publicado originalmente en Milenio Diario.
Ver también: www.artes2010.wordpress.com

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