martes, 24 de junio de 2014

¿Diálogos (im)posibles?

La idea de favorecer o de crear situaciones, disponer espacios, producir obras, en las que dos o más manifestaciones simbólicas dialoguen entre sí ha asumido a lo largo del tiempo diversas formas y ha corrido, igualmente, con suerte múltiple. Una de estas experiencias que ha resultado del todo exitosa lo es, sin duda, el espectáculo de la Opera. La arquitectura y las artes visuales han buscado, también, desde siempre, encontrarse en esa situación, la célebre Bauhaus se ha encargado de proponer y promover este diálogo como modelo, y el campus central de la UNAM es una muestra, más que digna, de las muchas posibilidades que hay en este terreno. Otras opciones van del Ut pictura poesis de Horacio a intentonas por reunir literatura y artes visuales, como, sea el caso, el proyecto que esta editorial patrocina (La poesía vista por el arte).
         Así pues, que las artes dialoguen entre sí no parece una idea extraña o ajena a proyectos generados o que se generan en el campo cultural. No obstante, la lógica dicta que habrá situaciones y participantes en donde el diálogo sea más fluido y sobretodo edificante, mientras que en otros lo único que se podría favorecer es un diálogo de mudos que es peor que el de sordos. En otras palabras, así como hay casos que se enriquecen con la presencia, convivencia y trabajo entre dos o más manifestaciones artísticas, hay otros en que el diálogo, de inicio, puede parecer imposible.
         Pensar, como ejemplo, en una relación o diálogo entre la fotografía y la escultura, puede ser uno de esos casos pues lo que una afirma, la tridimensionalidad, el volumen, la textura, la otra lo niega, lo suprime o de plano es incapaz de incorporar, físicamente, aquellas dimensiones. Desconozco de quien habrá sido la idea pero el pasado día 12 en la Galería Drexel, se inauguró la muestra Diálogo: Lorusso-Yázpik, esto es, una exposición en la que se ha puesto a dialogar a las esculturas de Jorge Yázpik, con las fotografías de Nicola Lorusso, y por increíble que pudiera parecer, no sólo la convivencia entre ellas se da, sino que se alcanza a escuchar el suave murmullo de lo que se dicen entre sí imágenes y moles de piedra.
         La exposición está formada por ocho esculturas y ocho fotografías. Tres de estas esculturas son de formato medio o de mesa y las 5 restantes de dimensiones mayores; aunque hay un par de obsidiana, la mayoría son de tezontle gris. Por su parte, todas las fotografías son de 95x135cms., de inyección de tinta de carbón sobre papel de algodón.


El diálogo que entre estos ocho objetos se alcanza a percibir tiene que ver con la posición que asuma el que oye, si es la postura de la escultura entonces escuchará reflexionar sobre su origen y posterior destino, ya que 4 de las fotografías de Lorusso son de canteras (de la serie Bajo el umbral del cielo) y las restantes de estudios de escultores. Pero si la posición que se toma es la de la fotografía entonces el diálogo será, como las mismas esculturas lo son, un interminable ir y venir entre la naturaleza y la mano, la obra, del hombre. Otro de los temas que se llega a percibir en esta reunión de fotografía y escultura es el del espacio, el ocupado y el vacío, el exterior y el interior, el virgen y el transformado, y cómo a través de la suma de materia o de su eliminación nacen otros espacios, nacen las obras.
Aunque exitosa la experiencia, e incluso sin que se hubiera dado el diálogo habría que decir que tanto esculturas como fotografías, en lo individual, son sobresalientes, de incuestionable calidad, creo que es insuficiente, por eso es que he dicho que entre ellas apenas se percibe un murmullo y no un diálogo pleno y en voz alta; no se debe a esa primera impresión de lo inútil que sería hacer compartir a la escultura y la fotografía, de que entre ellas hay un diálogo imposible, sino más bien, a que el tema, la reunión, no se encuentra del todo explotada, no se fue más allá de esta aproximación que es puramente literal. Queda demostrado que quizás no haya diálogos imposibles, pero precisamente, por las muchas opciones que aparecen al insistir y favorecer esta clase de encuentro, es que valdría la pena ir más allá hasta lograr generar proyectos de los que se obtengan no sólo diálogos, sino polifonías completas entre las artes.

Publicado originalmente en Milenio Diario
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martes, 17 de junio de 2014

Sociedad


Con las líneas que siguen se cierra el mini-ciclo iniciado hace quince días dedicado a la comprensión de uno de los  fenómenos más complejos del quehacer humano, aquel que conocemos bajo la denominación Arte. Obviamente con estos textos, Arte, Libertad y el de hoy, no pretendo satisfacer ni colmar el tema; no creo que a través de ellos nos hayamos acercado un poco más al entendimiento que requiere hoy día tal fenómeno, aunque sí espero, por lo menos, haber inquietado a alguien o llamado su atención, de ser así cobra sentido este diálogo que busco sostener con cada uno de los lectores, semana a semana.
         Hablo de fenómeno y no de Arte a secas, para tratar de comprender como es que ciertos objetos se convierten o asumen el valor Arte, y para hacerlo es necesario ir más allá del objeto, no basta con desarmarlo, sino que hay que ubicarlo en distintos contextos y condiciones hasta encontrar aquella o aquellas en las que mejor parece se lleva a cabo el fenómeno, estos es, en la(s) que un objeto cualquiera deviene en arte.
         Como fenómeno que es, como producto del quehacer humano, el arte se encuentra históricamente situado y socialmente determinado. Ningún objeto, material o inmaterial, escapa de estas dos dimensiones.
         Hoy día decir que entre arte y sociedad existe una íntima relación, o que el arte depende de su sociedad, e incluso que es un reflejo de ella, ha dejado de ser tema de discusión, es decir se da por un hecho. Pero si bien todos estamos de acuerdo con lo anterior (o casi todos), lo que no está muy claro, o en donde no todos coincidimos es en cuáles son los mecanismos, los procesos, la trama a través de la cual se manifiesta o se ejecuta esta relación.


         Al decir que el fenómeno que llamamos Arte se encuentra históricamente situado, lo que se quiere dar a entender es que esos objetos dependen de lo que en ese momento de la historia se conoce, se acepta, se hace. No existen objetos contemporáneos primitivos, como tampoco los hay que se adelanten a su tiempo como tantas veces se ha dicho. Socialmente determinado significa que son las diversas dinámicas sociales las que específicamente definen qué y cómo ha de ser el objeto de arte; debe ser obvio que ese qué y cómo, no son los mismos a lo largo de la historia, sino que mudan conforme pasa el tiempo y las sociedades se transforman.
         La semana anterior afirmé que la decisión de pintar un retrato con dos o tres ojos, no tiene nada que ver con el cuestionamiento del libre albedrío. Y así es, esa decisión pertenece al ámbito del individuo y es tan fuerte y se encuentra tan enraizada en nosotros que nos causa la ilusión de libertad, incluso hay quienes creen que sin esa libertad no sería posible la “existencia del arte”. A lo que se refiere la determinación social del arte, no es a lo que el individuo decide o deja de hacer, sino a su interacción social, su participación en una dinámica social particular en la que se desempeña como arquitecto, contador, comerciante o “artista”; todos y cada uno de ellos está determinado en su quehacer fundamental por su sociedad, y más allá de ella, por el momento histórico en el que le ha tocado vivir. ¿Después de haber pintado la serie de los Lirios Acuáticos, porqué Monet no proclamó la pintura abstracta o informalista? Simple y sencillamente porque ni social, ni históricamente, era posible hacerlo. ¿En algún momento Monet sintió que su libre albedrio corría algún riesgo? No lo creo. Todo lo contrario, tan libre se sintió de pintar lo que quiso, que llevó (junto con otros por supuesto) a la pintura hasta el borde mismo de la Modernidad.
         Todo lo anterior no es más que una pequeña rendija por la que podemos mirar al interior de este fenómeno, y constatar que lo verdaderamente complejo, como se ha dicho, se encuentra en dar con esa correa de transmisión a través de la que se pasa del terreno puramente social al individual. Esta “correa de transmisión” no es la misma en todo momento y sociedad, es más, hay que estar conscientes de que hoy pueden participar como medios de esa correa procesos y/o normativas, que ayer o mañana, ni serán los mismos, ni su influencia se sentirá de igual forma. Esto es lo que hace fascinante el estudio del arte, lo que lo convierte en fenómeno digno de analizar y en buen tema de conversación.

Publicado originalmente en Milenio Diario
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Imágenes: www.sobremalaga.com; www.coca-cola-art.com


martes, 10 de junio de 2014

Libertad

Jean Brueghel. La visión. De la serie de alegorías sonde los 5 sentidos. 1617-18

Quizás no exista ningún otro pensamiento tan valorado y complejo como el de la libertad. Su aplicación y uso tiene múltiples implicaciones individuales o grupales, morales, jurídicas, políticas y filosóficas. Es un derecho, pero también una responsabilidad. En su nombre, bien lo sabemos, se han cometido toda clase de atrocidades, como también de actos que engrandecen al hombre como especie.
         Asociada a él está la idea del libre albedrío, también con extensiones de tipo religioso, ético, psicológico, legal y hasta científico. De manera simple y apretada el libre albedrío es la creencia según la cual los humanos somos capaces de elegir y tomar nuestras propias decisiones. Como se sabe, sobre su existencia se encuentra abierto un debate permanente entre quienes la defienden como parte esencial e inalienable del hombre, y quienes creen que, en realidad, no tienen nada de libres las decisiones que tomamos, sino que se encuentran condicionadas, dependen, de una gran cantidad de factores sobre los que el individuo no tiene control alguno.
         Hace una semana afirme que el arte era nuestra última fantasía respecto al libre albedrío, ahora trataré de explicar por qué.

Jean Brueghel. Alberto Magno visita la galería de Apeles. .c.1628

         Aunque no lo admitamos así, cada vez estamos más consientes de que nuestra vida cotidiana y todo lo que sucede en ella, depende no de nuestras decisiones sino por lo que otros ya han optado por nosotros; el ejemplo más sencillo que se me ocurre en este momento, es el de la moda, y más grave aún, el de los medios de comunicación que deciden qué temas son los que importa tratar y discutir. En estos casos, a pesar de que en apariencia uno es el que toma la decisión, no se cae en cuenta de que el número de posibles elecciones está definido de antemano y que cualquiera que sea la decisión, conducirá a lo ya definido. Reparar en esta situación contribuye, junto con otras tantas variables, a crear el clima de desencanto que caracteriza a nuestra sociedad actual.
         Mientras que los terrenos económico, laboral, político y hasta social, dependen de fuerzas cada vez más alejadas de nosotros, el del arte da la impresión de escapar de esta situación y permitir, y hasta cultivar, la entera libertad creativa del individuo. Antes de continuar, viene al caso que hagamos tres anotaciones. La primera de ellas indica que habrá que distinguir entre la producción de aficionados y la de los profesionales. Segunda, que existe una cierta idea general que se ha extendido sobre lo que es o debe ser el arte. Y, tercera, que los objetos al ser considerados más como mercancía que como puro “arte”, dependen principalmente de su cotización, no de su apreciación.

David Teniers. El  archiduque Leopoldo Guillermo visita su galería de pinturas. 1651

         Si reunimos estos tres apuntes, nos será más claro ver por qué conviene creer en la práctica de las artes como el campo ilimitado de la libertad individual, ya que de esta manera es más sencillo distinguir, separar, discriminar la práctica profesional de la amateur; sostener una idea general de arte, que incluso se alimente o fortalezca de sus “enemigos”; y mantener dinámico, a la par de cualquier otro, al mercado del arte. De ser esto verdad, entonces el campo    del arte estaría tan sobre- determinado como cualquier  otro; de manera simplificada  diríamos que la supuesta  libertad de creación únicamente aparecería dentro de las practicas profesionales, y de entre estas en las que se acercaran más a la idea general de arte, que a su vez serían las que mayor cotización alcanzan en el mercado.
         No caigamos en la ilusión de que mi capacidad de elección está a salvo si en lugar de pintar un cielo azul lo hago de café o si en un retrato decido poner tres en lugar de dos ojos. Elegir uno u otro color nada tiene que ver con lo que se ha planteado aquí, sí en cambio con la decisión de pintar un paisaje con cielo café o un retrato con tres ojos, esa decisión es la que está condicionada, acotada por los tres apuntes que hemos hecho, y así lo ha estado desde que nos bajamos del árbol.
         No veamos estas líneas como un atentado contra la sagrada libertad que tanto nos ha costado ganar. Hay que entenderlas como otra manera de problematizar el mismo tema, como un medio para hacernos de otras herramientas que nos permitan comprender mejor la naturaleza de eso que llamamos Arte.

Publicado originalmente por Milenio Diario.
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
Imágenes: www.kingsacademy.com; www.puzzleando.com; www.jdiezarnal.com

martes, 3 de junio de 2014

El arte

Así como decían en la famosa serie de televisión Viaje a las estrellas, que el espacio era la última frontera, así creo que el Arte es nuestra última fantasía respecto al libre albedrío. Invocar al arte es hacer mención no sólo de un reducido grupo de privilegiados (comúnmente los productores) y de un conjunto de cualidades extraordinarias (belleza, perfección, concepto), sino también de un cierto tipo de objetos que habiendo sido producidos por aquel grupo y estando en posesión de esas cualidades, son el ejemplo perfecto, por excelencia, de lo que llamamos arte. En otras palabras, solemos creer que el arte es un asunto que concierne únicamente a individuos especialmente dotados, quienes deciden producir objetos, pinturas, esculturas, fotografías, grabados, con tales cualidades y calidades que son lo que calificamos como arte.
Desde hace tiempo sigo los editoriales que semana a semana, hace circular Rosa Olivares, en uno de los boletines digitales de EXIT. También desde hace tiempo conocidos se esfuerzan por echarme a perder la semana enviándome los textos de la ahora famosa Avelina Lesper. Con ambas tengo puntos de coincidencia (más con Olivares por supuesto), pero también difiero radicalmente con las dos, principalmente porque parecen no darse cuenta que con sus argumentos, con la postura que representan, provocan o refuerzan aquello que pretenden combatir: Olivares al argumentar en contra de la mercantilización internacional del arte y sus consecuencias, no repara en que ella es, precisamente, quien difunde y apoya tal postura a través de la poderosa e influyente organización que dirige, EXIT. Y Lesper, al criticar los privilegios de que gozan ciertos productores por ser los favoritos de un grupo en particular, cuando ella hace lo mismo pero con otros productores y obras.
Pero más allá de eso y que son las contradicciones internas de las que ninguno se escapa (más grave es tenerlas, conocerlas y no remediarlas), su yerro más grande, desde mi punto de vista, es que continúan armando sus proposiciones desde la creencia de que existe, per se, el arte. Cuando se leen sus textos, así como los de tantos otros, se cae en cuenta de que podrán representar posiciones incluso antagónicas, que se puede o no estar de acuerdo con su punto de vista, con las conclusiones a las que llegan, pero que en el fondo, y esto es lo importante para mi,  ambas defienden lo mismo, al arte; mejor dicho, lo que ellas, como muchos, incluido yo mismo, creen, han aprendido o    les es conveniente creer es el arte.
 Todos los domingos, en la ciudad en la que vivo, las principales avenidas se convierten, por medio día, en paseos peatonales que aprovechan los productores locales para mostrar y vender sus pinturas, fotografías, textiles, grabados, etc., y todas las semanas me hago la misma pregunta ¿qué falta aquí, en estas mujeres y hombres, en los objetos que producen, para que se conviertan en artistas y su quehacer en arte? Y no es que falte ingenio, cuidado, calidad, en algunos de los trabajos que exponen, quiero decir, no se trata únicamente de que sean o no virtuosos, mucho menos descubiertos y/o redimidos.
Hace tiempo dejé de preocuparme por saber qué es el arte, lo mismo disfruto o padezco de los objetos que dicen son arte que de los que ya han sido descalificados. Visitar los museos es una excelente oportunidad para aprender acerca de las virtudes y debilidades que pueblan el alma de los hombres, así como de las historias de la feliz explotación del talento y capacidad de otros. En cuanto a lo contemporáneo lo mismo me dan las miles de cascarillas de cerámica de Ai Weiwei, que el  trabajo de quien ahora continúa dibujando como si se tratara de un Miguel Ángel redivivo. En todos los casos procuro entender, explicarme su intención comunicativa o simplemente emocional, su relación con otras piezas, etc., si compartimos algo, bienvenida, de no ser así, igual, aunque no pueda dejar de mencionar mis diferencias con ella, de juzgarla, pues está dentro de mis derechos, derechos que adquiero al exponerme a tal o cual objeto.

En cuanto a Olivares y Lesper, no tengo más que agradecerles la generosidad de su trabajo, como diría Michael Baxandall, gracias a él es que podemos seguir conversando.

Publicado originalmente en Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com