martes, 31 de mayo de 2011

David


Había decidido no hablar de este tema pues tengo la impresión que no interesa y la seguridad de que poco o nada se puede hacer tomada y ejecutada una decisión que me parece, en el mejor de los casos, desatinada. Me refiero a la remoción definitiva del David, no el de Buonarroti, sino el del desconocido Guillermo Castaño, que desde 1967, recibía y despedía a quienes entraban o dejaban el municipio de San Pedro, Garza García.
            En 1984, con unos cuantos productores y creadores, nos opusimos a la construcción de la Fuente de la Vida, en la Gran Plaza, obra del pésimo escultor Luis Sanguino, contratado por el entonces gobernador Alfonso Martínez Domínguez para que dotara a su magna obra urbana, según el mismo decía, de una pieza clásica que buena falta le hacía a esta ciudad. Realizamos protestas, reunimos declaraciones y testimonios, hubo muestras de repudio e hicimos todo lo posible para que no se llevara a cabo, pero como  sucede en estos casos, a  pesar de todo, no movimos ni un ápice al funesto monumento. Hoy día, 27 años después, no estoy muy seguro de querer hacer desaparecer esta fuente, de estar de acuerdo en que se le removiera como al desafortunado e indefenso David. No es que mis gustos hayan cambiado, o que me arrepienta de aquellas intenciones, por supuesto que no, continúo pensando que la pieza es, simple y llanamente, horrible, lejos de la calidad que un sitio como ese, el centro simbólico de la ciudad, merece. No obstante, la Fuente de la Vida, con ese tiempo a cuestas, ya ha rebasado cualquier polémica estética y se ha convertido en referencia de la ciudad. Miles, tal vez millones de personas, han pasado frente a ella, la han comentado, alabado, criticado, satirizado, se han fotografiado y se han puesto de acuerdo para encontrarse a sus pies, ¿valdría la pena hacerla desaparecer, borrar toda esta historia, para satisfacer un prurito estético?
            Lo mismo sucede con el David. No defiendo la deforme copia que acaba de ser vendida, representante de un gusto ramplón y fallidas pretensiones, sino a la referencia, al signo que durante 44 años creció y se mezcló con acontecimientos y personas; hablo de ese signo que se fue haciendo común, del personaje de chistes y bufonadas, el que daba vida a la placita en que se encontraba y que sirvió como set para la foto de boda o del quince años, a esa pieza entrañable, casi familiar, que unía al pasado con el presente, es a la que defiendo y a la que extrañáremos.
            Sabemos que una de las causas y a la vez, de las consecuencias de la violencia que vivimos es la destrucción del tejido social. Esto quiere decir que los vínculos, valores y actitudes con que nos conducíamos han ido desapareciendo, cediendo su lugar a otros que no son lo que deseamos sino los que se han incrustado en la sociedad en el vacío creado por la desaparición de esos otros elementos. Ese tejido está formado por individuos, por familias, por instituciones, pero también por espacios urbanos y sus equipamientos, colonias, paseos, parques, iglesias, escuelas, comercios, museos, monumentos, etc. La ciudad tiene un tiempo de permanencia mayor al de cualquiera de nosotros, por ello es uno de los ejes centrales que aseguran el vínculo entre generaciones, entre individuos y espacios; a eso es a lo que se llama identificación, de la cual derivan aspectos tales como el orgullo lugareño, el amor al terruño, el respeto a la historia, a las costumbres y tradiciones.
            Calzada San Pedro y la antigua Calzada del Valle, los principales ejes viales de la Colonia del Valle otrora joya del municipio y del estado, han dejado de presumir sus casas señoriales para convertirse en imprácticas, artificiales y desechables zonas comerciales que muy lejos están de colaborar a la formación del tejido social. La desaparición del David, es pues una fatídica consecuencia de un desgarro social que posiblemente ya no tenga compostura. Por eso me decidí a escribir de él.
Publicado originalmente por Milenio Diario.

miércoles, 25 de mayo de 2011

De ayer y hoy 1





















Horst P. Horst.
Lisa on Silk I, N.Y. 1940
(Imagen: www.bonham.com)


Algis Griskevicius. De la serie Los signos del zoodiaco. 2010



La idea central del texto que ayer subimos fue presentar, a través de la comparación entre dos exposiciones, la distancia que existe entre lo Moderno y lo actual (prefiero este término a contemporáneo que de tanto uso dejó de servir. Hoy día se habla de lo contemporáneo como si se hablara de un estilo, como si se dijera Neoclásico; pero eso es otro tema), y cómo es que esa distancia marca no una evolución o cambio sino una transición, una cesura, que cancela cualquier relación con el pasado que no sea la establecida por la ironía, la apatía, la crítica, la re-semantización, etc. Así pues, en las entregas que siguen trataré de ir presentando pares de imágenes en las que podamos ir constatando esa diferencia y en qué consiste la distancia que las separa.

martes, 24 de mayo de 2011

Distancias y transiciones


Puede que no sea mucho —¿comparado con qué?— pero en ocasiones llegan a coincidir en la ciudad eventos que si se leen adecuadamente, si se les discute y comenta públicamente, pueden, por un lado, ser una valiosa enseñanza a cerca de la práctica de las artes, y, por otro, ofrecer una imagen de ciudad que ve en la pluralidad de opciones una de sus riquezas. Este es el caso de la Pinacoteca de Nuevo León que el pasado miércoles inauguró la muestra Dos tiempos, el mismo espacio de Agueda Lozano, y simultáneamente presenta la exposición Alfileres en la burbuja.  A ellas súmenle las muestras en el MARCO de Ron Mueck y del Dr. Lakra (también recientemente inaugurada), y en la Casa Universitaria del Libro, la presencia de Vicente Rojo, y nos daremos una idea de lo que se puede aprender visitando y comparando estas exhibiciones. No se trata de elogiar o menospreciar una u otra manifestación, sino más bien, de aprender acerca de sus orígenes, motivos y fines al poder verlas juntas.
La exposición de Agueda Lozano está compuesta por una selección de pinturas y esculturas, de una exposición mayor presentada en el museo Nacional de Antropología e Historia. Se trata de 14 pinturas y siete esculturas que se exhiben en la planta baja de Colegio Civil.
Sobre la pintura no habré de abundar y aunque presenta una favorable evolución respecto a lo que habíamos visto en otras ocasiones (por ejemplo Huracán o Revelación del Interior, son elegantes, pulcras y resultado de una factura madura, experta, respetuosa), los principios en que se basa no son tan evidentes como se ven en la escultura, o mejor dicho, creo que empleando la escultura me será más fácil hablar de lo que creo es la idea a la que responde Lozano en su obra.
Las piezas de Agueda Lozano, sean pinturas o esculturas, son producto de un aprendizaje, de una creencia, de un hacer y cómo hacer, que pertenecen a un mismo espíritu, periodo histórico, o canon, que se fue elaborando desde el siglo XII o XIII, incluso posiblemente desde antes, hasta llegar a la primera mitad del siglo XX aproximadamente. Este canon o conjunto de principios, normas y valores, es lo que conocemos como Modernidad y se manifiesta en todas las actividades culturales. En las artes visuales, uno de sus principios es la búsqueda de la belleza —o cualquier otro concepto que la remplace— a través del bien hacer. La belleza la percibimos, la conocemos, la apreciamos a través de la forma artística, es decir, a través de los elementos materiales de los que el productor se vale para dar lugar, “cuerpo”, a su obra.
Estas ideas las podemos encontrar en las esculturas de Lozano, su equilibrio, las perturbaciones que crea en la geometría, la manera en que el material (acero en esta caso) se pliega (es literal) a su voluntad, la severidad del color (para que nada distraiga su contemplación), su autonomía, y aún y cuando todas llevan títulos que sugieren contenidos (Los amantes, Una caja fuerte, Cosecha), en realidad su importancia radica en la forma que la productora ha logrado crear en el espacio. En otras palabras, sus esculturas son un excelente ejemplo de lo que fue y es la escultura moderna.
Ahora quisiera sugerir a quien visite esta muestra se tome quince minutos más y suba al segundo piso y visite la exposición Alfileres en la burbuja; el contraste entre unas y otras obras le permitirá comprender qué es lo que ha cambiado en el campo de la práctica artística, no se trata de simple evolución sino de una profunda, radical y terminante transición a otro modelo, a otras ideas, a otro canon, que define, norma, dicta, qué es lo que debe entenderse por arte.
El mayor provecho que se puede obtener de visitar la Pinacoteca, y el mejor elogio para las exposiciones que ahora presenta, me parece, es hacer esta comparación e intentar sacar conclusiones que nos permitan entender de mejor manera qué es eso que llamamos arte.
Publicado originalmente por Milenio Diario

miércoles, 18 de mayo de 2011

De los Maestros 1

Roger Fenton. Naturaleza muerta con tarro de marfil y frutos. c.1860

El texto que abre las entregas de esta semana (ver más abajo), está dedicado a los Maestros(as). El tema es vasto, polémico y quizás hasta en desuso actualmente. Como lo escribí pensando más en un reconocimiento, como un homenaje a aquellos Maestros(as) que me formaron, esta semana el tema estará dedicado a la presentación de aquellas obras y sus autores(as) que creo pueden ser catalogados como Maestros(as), es decir, trabajos y trayectorias que se convierten en la enseñanza de una manera de ver, de hacer, de proceder, de juzgar, de tomar partido, de exponer, sin otro ánimo que el acortar a otros el camino por el que ya se transitó. Una obra de estas características no es forzosamente la mejor, la más bella, la perfecta, o cualquier otro adjetivo que implique el representar un momento cumbre, es aquella que sirve de punto de partida, que plantea en qué consiste el canon, cuáles son sus límites y sus alcances, qué posibilidades de desarrollo tiene, etc., en este sentido puede compartir créditos con varias otras obras de otros tantos autores que contengan las mismas características. Así pues, de hoy y hasta el próximo lunes estaremos trayendo imágenes fotográficas que, entre muchas otras, puedan caber dentro de esta definición, que pueden ser consideradas como Maestras.

martes, 17 de mayo de 2011

Maestro

Rembrandt van Rijn. Filósofo meditando. 1632

Sin duda, una de las mejores profesiones del mundo es la de ser maestro, aunque también sea una de las menos valoradas socialmente. Recuerdo una conversación entre dos alumnas de profesional quienes comentaban sobre la difícil situación económica y del obscuro futuro que les aguarda, una de ellas decía que de no conseguir trabajo lo peor que te podía suceder era convertirte en taxista, a lo que respondía su compañera: no Wey, peor es que tengas que ser maestro!!
Independientemente de cómo se nos valore socialmente, y del estrepitoso fracaso que sufre la educación pública —y una parte de la privada—, en particular a nivel primaria y secundaria, o quizás por eso mismo (¿qué fue primero la gallina o el huevo?) parece ser verdad que buena parte de la crisis social que vivimos se ve reflejada en la ausencia de figuras que puedan ser reconocidas como Maestros.
En el campo cultural, en específico dentro de las artes visuales, tengo la impresión de que desde la segunda mitad del siglo XX, el término Maestro empezó a ser problemático o incómodo, su uso políticamente  incorrecto (no olvidar que en inglés el término Master tiene una fuerte connotación sexista, por lo que, para no incurrir en prácticas discriminatorias, es mejor no  emplearlo); parecería que a partir de ese momento también se hubiera terminado la historia del arte hecha a partir del nombre y obra de los Grandes Maestros, de aquellos que habían logrado hacer avanzar la práctica de su oficio y que, por tanto, eran seguidos, imitados, admirados, creaban escuela a su derredor.
Hoy día, por supuesto, no han desaparecido los Grandes Maestros (Lucien Freud, Bill Viola, Jeff Wall, Graciela Iturbide, etc.), sólo que ya no los llamamos así (quizás en el futuro los vuelvan a identificar de esta manera), no sólo por los problemas que el término presenta y a los que nos referimos en el párrafo anterior, sino también porque han aparecido nuevos prejuicios respecto a la figura que representan. Uno de los más importantes, me parece, es la sobrevaloración que tiene lo Joven. La atención de la sociedad ha sido desviada de la obra y trayectoria de aquellos Maestros a favor del quehacer de los más jóvenes, y no es que esté mal el trabajo de estos, sino que unos y otros no son excluyentes. Uno más de estos prejuicios es que la guía, el conocimiento, la sabiduría acumulada por los Maestros puede ser substituida por un título universitario. Si cada vez tenemos mejores universidades, ¿para qué necesitamos de esos viejos Maestros?
A lo anterior sumémosle las críticas que, precisamente desde mediados del siglo XX, se le hacen a las prácticas artísticas tradicionales (pintura, escultura; e incluso a la propia historia del arte), la hibridación que sufre el objeto de arte contemporáneo, la demanda por una mayor variedad de objetos lo que ha llevado a un mismo productor a incursionar en diferentes medios; la irrupción de la tecnología; la desaparición de conceptos como estilo u obra maestra, y muchos otros aspectos que califican a la escena de las artes actualmente, y entre todo esto quizás  entendamos porqué la desaparición de figuras a las que pueda identificarse como Maestros (habrá, posiblemente, a quienes les moleste ser llamados de esa manera).
En nuestro medio, tenemos productores que por su obra, por su trayectoria, por su permanente presencia pueden recibir sin mayor problema el título de Maestro(a), pero les sucede lo mismo que hemos mencionado, están viejos, muy plazeados, sólo pintan o esculpen, nadie aspira a hacer las cosas como ellos(as) las hicieron y/o hacen, a continuar con su obra, o a superarla, a llevarla más allá o incluso a reconocerse como su alumno(a).
Así las cosas, en medio del desprestigio, del mínimo reconocimiento social, al Maestro(a) sólo le quedan las felicitaciones que les dan en su día, siempre y cuando se acuerden de hacerlo, y no caiga la celebración, como este año, en fin de semana.
Publicado originalmente en Milenio Diario
(Imagen: www.artrenewal.org)

viernes, 13 de mayo de 2011

Moderrrrno 2

(Obviamente por razones fuera de mi control, por caprichos de la tecnología si quieren, el post del jueves fue suprimido. Quizás algunos llegaron a verlo el día de ayer, pero para quienes no lo hicieron aquí lo repito. Igualmente, la serie que por lo común está formada por 6 imágenes, en esta ocasión y por el problema experimentado por Blogger, será únicamente de 5, concluyendo, como todas las semanas, el próximo lunes 16 de mayo. Por su comprensión, muchas gracias).

Guram Tsibakhashill. Duane Michaels, American Photographer.
De: Notes Series. 1997-2001

(Imagen: http:// phobedagallery.com)

miércoles, 11 de mayo de 2011

Moderrrrno 1

Jo Van Den Verg. Hommage à Jean Paul Gaultier Madame. s/f


Para quienes llegan a visitar esta página, no sé qué tan atractivo les resulte este subir imágenes relacionadas con un tema más amplio que aparece aquí mismo, y otros espacios, todos los martes. En mi caso resulta un ejercicio interesante pues va guiando mi búsqueda de ciertas imágenes, algunas ya conocidas otras que resultan nuevas, pero siempre en función de un tema ya asignado. A partir de hoy y hasta el siguiente martes estaré incluyendo no imágenes relacionadas con el tema que ayer subí, sino más bien aquellas que provengan fundamentalmente de la fotografía, que me vayan apareciendo al azar y que pudieran estar relacionadas más bien con su espíritu, es decir con un ánimo más globalizado, juguetón, sofisticado, cercano al diseño, revisionistas, retro o cualesquier adjetivo que apunte a la nueva cultura, la cultura del siglo XXI, que es a la que pertenecen las imágenes que estaré posteando y las que comenté el día de ayer.


martes, 10 de mayo de 2011

Confusión


Justo cuando terminé de escribir Relevos, un artículo aparecido aquí mismo (abril 12), se inauguró la exposición Alfileres en la burbuja (Eugenie Scrase es mi amiga en Facebook) en la Pinacoteca de Nuevo León. Un par de días después siguió la Semana Santa y como el espacio en que se encuentra la Pinacoteca es un recinto universitario pues se tomaron dos semana de merecido descanso, interrumpiendo el diálogo que me pareció se podía establecer entre lo que había escrito y lo que esperaba ver en dicha muestra y que no me fue posible hacer sino hasta el pasado fin de semana. Así las cosas, me olvido de mi primer objetivo y mejor paso a concentrarme en la muestra.
Aunque hay un punto en el que me pierdo (a lo mejor lo que perdí fue la explicación) y no entiendo que tiene que ver Eugenie Scrase, el Facebook y los alfileres en la o las burbujas, la muestra compuesta por 12 productores individuales y un colectivo, Los contratistas, me parece sorprendentemente bien trabajada por su montaje, selección de trabajos, e idea o guión curatorial. En otras palabras, creo que es un buen ejemplo de lo que hoy día es el quehacer de la curaduría: se tiene una idea y se argumenta a favor o contra a partir de una selección de productores y obras, que es exactamente lo que vemos en esta exhibición.
Hasta aquí muy bien, no obstante tengo serias dudas respecto a si compartiría o no la visión que sobre la pintura contemporánea tiene Marco Granados, el curador de la muestra. Cito: “[con esta muestra se pretende presentar]... cómo, de qué forma y quiénes son algunos artistas que usando la pintura como base, como sustrato, o hasta como pretexto hermenéutico, están proponiendo otras formas de aproximación a esa praxis, a esa que de tanto que la hemos querido matar terminamos por volverla un zombie indestructible. Puntillas filosas que en ráfagas se aproximan a la gran burbuja.” (Abro este paréntesis para aclarar que la cita está tomada del texto de sala que introduce la exposición, y que reconozco que un tema tan complejo sólo puede argumentarse debidamente en un texto más largo. Por desgracia el que estas manifestaciones se lleven a cabo sin catálogo o que este no salga a tiempo, impiden que se pueda ir más allá de lo que expresan estas líneas, que puede ser algo apresurado e informal).
Así como yo me confundí con el título tan chistoso que tiene la muestra, así creo que hay una confusión en los conceptos que se manejan en esta introducción. Quiero decir, salvo tres casos, que por supuesto son igualmente debatibles (Los Contratistas, Jameresh y Raúl Mirlo), no encuentro en todo lo demás un intento por subvertir, por alterar y mucho menos por proponer nuevas formas de pintar. Lo que sí encuentro son nuevas temáticas (unas, la verdad, nada nuevas), nuevos soportes, aproximaciones casi conceptuales al acto pictórico (los trabajos de Adriana Garza), aplicaciones diversas de la pintura (Laura Conde), e incluso pulcras, interesantes y fuera de lugar pinturas-pinturas (Baldomero Hernández).
A lo mejor es un efecto del Facebook y es a lo que se refiere el título, pero en todos los casos es posible rastrear muchas otras obras semejantes a las que aquí vemos, lo cual tiene un lado positivo pero también uno negativo. Bueno porque significaría que nuestros productores están plenamente globalizados, pero malo porque no están proponiendo nada diferente (¿alguien lo está haciendo en algún lado? Ni Eugenie Scrase me parece).
Podríamos seguir argumentado y discutiendo sobre la pintura, sus muertes como bien dice Granados y sus muchas resurrecciones, sobre nuestros productores, sobre su relación con la historia, con su historia, etc., etc. Mi comentario aquí no tiene el ánimo de polemizar o crear controversias, al contrario, quiere ser una demostración de que sobre un mismo tema se puede tener visiones diferentes ya que al fin y al cabo eso es lo que nos enriquece a todos.
Publicado originalmente por Milenio Diario

miércoles, 4 de mayo de 2011

De la economía 1

Eugene Smith (1918-1978). Deleitosa, España. 1950

El tema que iremos subiendo esta semana será el de imágenes de la depresión económica sean del pasado o del presente, de este o cualquier otro lugar del mundo en que se padezcan los vendavales de los sistemas financieros, locales y/o mundiales. Ayer hacíamos mención a que ante esta situación algunos estados se han visto impulsados a intervenir a fin de asegurar la supervivencia económica de sus artistas. A cambio se han hecho de grandes e importantes obras, pero también han acallado la crítica, han dormido las consciencias, han comprado un rostro que es más bien una máscara tras la que ocultan intereses inconfesables. Difícil es tomar un partido ante este género de acciones, de estrategias sociales, y mientras tanto, artistas o no, la población continúa sufriendo los embates de economías rapaces.
(Imagen: www.mediak.net)

martes, 3 de mayo de 2011

Economía

Dorothea Lange. White Angel Breadline, San Francisco. 1937

En los últimos días he leído una serie de trabajos en los que se menciona a un par de programas que el New Deal del presidente Roosevelt puso en marcha como parte de la estrategia para combatir la depresión económica por la que atravesaba su país. Me refiero al WPA (Work Progress Administration) y a la FSA (Farm Security Administration), ambos del 1939 y aunque polémicos aún hoy día, sirvieron para paliar el desempleo entre los artistas (pintores, escultores, escritores, fotógrafos, músicos, etc.), y simultáneamente hacerse de un acervo de obras que hoy día son ejemplo mundial de la producción artística de ese momento (basta con recordar los trabajos de Dorothea Lange con los migrantes para darnos una idea de la importancia del trabajo que se llevó a cabo).
Lo que muchas veces no se menciona es que estos programas estuvieron inspirados, de una u otra manera y por diversas líneas de influencia, en los programas que el gobierno de México, a través de las políticas culturales implementadas por José Vasconcelos, llevaba a cabo desde la década anterior y que habían permitido, entre otras cosas, el crecimiento y consolidación del Muralismo y la Escuela Mexicana de Pintura (pensemos, igualmente, en el movimiento de la música nacionalista, o en la llamada novela de la revolución). Esta política, en la que el estado se responsabiliza por el bienestar de sus productores a través de contratarlos para la creación de diversas obras, o para el cumplimiento de ciertos puestos (en particular en el servicio exterior) funcionó, mal que bien y por desgracia cada vez más llena de vicios, hasta el gobierno de Salinas de Gortari (1988-1994), quien la substituyo por el CONACULTA y el FONCA.
Ya sea en los Estados Unidos, México o cualquier otro país que ponga, haya puesto o piense desarrollar políticas semejantes, se genera la polémica acerca de la intervención del estado en este tipo de campo. Argumentos a favor y en contra los hay sin duda, en un momento dado se llegó a pensar en ellas como el medio ideal que permitiría a los productores, ya liberados del yugo del mercado, dar rienda suelta a su creatividad, pero pronto se vio que en lugar de tener ejércitos de artistas de primera línea, se tenía filas de zánganos a los que había que alimentar. O bien, los más dotados, los productores más reconocidos, fueron cooptados por el estado para que hablaran a su favor; e igual sucedió que la correa con que habían trabajado se empezó a acortar cuando también se quiso ejercer la crítica.
Podría pensarse que se trata de posiciones irreconciliables, propias del ser productor: a mayor seguridad económica menos libertad y a mayor libertad de trabajo, menor la seguridad económica a la que puede aspirar. Recurrir a la historia no ayuda mucho, al contrario hace más confuso y ambiguo el tema, pues ha sido gracias a los mecenazgos (de la iglesia, de la aristocracia, de la gran burguesía, del estado) que contamos con las obras más celebradas, con los mejores ejemplos de hasta dónde puede llegar el espíritu y el talento humano.
Como en otros casos, lo que ha venido sucediendo desde la desaparición del Ancién Regime, es la modificación de las circunstancias en que se dio, hasta ese momento, la relación poder económico práctica de las artes. Cambios que movieron, que sacaron de sus órbitas habituales a todos los participantes en esta parte del campo cultural y que hasta ahora no sólo no se han vuelto a acomodar, sino que tampoco han logrado encontrar, establecer nuevas vías, nuevos caminos, por los cuales pudiera volver a generarse esta relación.
Re-pensar estos temas, dialogarlos, discutirlos de nuevo no puede ser del todo equívoco, quizás el estado, la iglesia o la burguesía podrían hacerse de las obras que inaugurarán el recorrido por el siglo XXI, y nuestros productores tendrían acceso a los medios materiales que les aseguraran la tranquilidad necesaria para llevar a cabo esas obras.
Publicado originalmente por Milenio Diario.

lunes, 2 de mayo de 2011

El futuro 6

Rafael Lozano-Hemmer. 33 Questions per Minute. 2010

¿Será esta la imagen de un futuro que ya hemos empezado a vivir? Quiero decir, ¿el futuro de las exposiciones, de la visita a un museo, a una galería, será para mirar textos, imágenes o lo que sea a través de dispositivos electrónicos de la misma manera que antes veíamos pigmento sobre tela?