martes, 29 de julio de 2014

Confusión


Hace más menos un año, un grupo de productores (dentro del área de artes plásticas) se quejó públicamente de la llamada Reseña de la Plástica, pues únicamente presentaba un total de once piezas, y por si la afrenta no fuera suficiente, lo peor fue que ninguna de ellas era producto de la pintura, el grabado o la escultura. Como tantas otras cosas, el caso se resolvió en los medios y a través de las redes sociales, con la esperanza de que la siguiente edición del evento –léase la de este año- no sólo corrigiera tales anomalías sino que en verdad hiciera justicia a los que la merecen, o creen merecerla.
         Mi confusión empieza aquí, ¿cómo es que ahora nadie ha protestado ante una muestra como Maestros, nuevos maestros. Reseña en transición, cuando esta sí es, desde mi punto de vista, un atropello que nada tiene que ver con lo sucedido el año pasado?, ¿en verdad el grupo que se quejó se siente satisfecho con esta exhibición?, ¿o seremos tan democráticos que como así lo decidió la “asamblea general”, no vale la pena decir ya nada? Porque según reza la larguísima cédula de presentación, esta exhibición se lleva a cabo por mandato del Gremio, este decidió “… realizarla bajo la  premisa de un análisis de lo  sucedido en estos primeros 40 años.”, ¿En serio?


         En efecto, la exhibición abierta al público en la Casa de la Cultura de Nuevo León el pasado 18 de julio, es un conjunto de obras que dista mucho de la coherencia u homogeneidad, en ella están presentes lo mismo Gerardo Cantú que Oswaldo Ruiz, Jorge Elizondo que Rubén Gutiérrez, Esther González que Roberto Ortiz G. La mayoría son piezas que ya hemos visto una y otra vez, porque provienen de la Pinacoteca de Nuevo León, así que ¿en serio ellos y estas piezas son lo más representativo de los últimos 40 años?
         Más confuso resulta saber que “Con esta muestra de <<cierre>> de un ciclo, se pretende abrir uno nuevo…” No lo recuerdo, pero hoy día se dice que desde hace un año se hizo el anuncio de que dadas las manifestaciones habidas y en un proceso de renovación, este año no habría Reseña como venía llevándose a cabo, en tanto se daba con alguna alternativa. Luego entonces, según entiendo, ¿esto –esta muestra- es todo lo que se consiguió en un año de trabajo; esta muestra en efecto cierra el ciclo de las Reseñas?, ¿cómo para qué, para tirar un año más de transición?
         La muestra en realidad tiene una lectura, la misma que se anuncia con su encabezado, se trata pues de la reunión de los Maestros, con los Nuevos Maestros, pues “El hilo conductor de esta Reseña (sic) es la enseñanza, la transmisión de conocimientos, la comunión de conceptos…” Es pues, la educación no sólo lo que da sentido a esta muestra sino también la apuesta de que es ella la que debe ser el eje de futuros intentos por hacer esta clase de exhibiciones.


         Vamos a ver. Hablar de los Maestros a estas alturas del siglo XXI, con el sentido que se le da al término en la referida cédula, es un anacronismo, como lo es insistir en eso de los gremios –una de las instituciones más antidemocráticas que han existido y que corresponde al mundo medieval-, en este sentido también se equivoca el CONARTE al decir que no necesita cambios cuando lo que le urge es renovarse por completo. Maestros y aprendices, acólitos, talleres contra escuelas, autodidactas, amateurs, profesionales, licenciados universitarios, improvisados, garbanzos de a libra, genios, incomprendidos o aplaudidos, comerciantes y más allá. ¿no toda esta chachara nominalista y romántica para lo único que sirve es para confundir el ambiente y hace más complicado cualquier proceso de selección y exhibición?


         Soy el primero en reconocer al valor e importancia de la educación en este como en cualquier otro campo, pero me cuesta mucho trabajo, me resulta confuso pensar en ella en el contexto de la Reseña o lo que sea que le siga, y más a la luz de esta exhibición, no por lo expuesto o sus autores, sino por lo que se pretende que sea y represente.
         ¿Cómo debe ser una muestra como lo fue la Reseña de la Plástica? No lo sé, debe haber, por supuesto, un diálogo abierto que aporte ideas y soluciones, que apunte al futuro y no a la comodidad del pasado o la insatisfacción presente, pero sobretodo que se conciba, organice y realice pensando en la comunidad.

Publicado originalmente en Milenio Diario
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martes, 22 de julio de 2014

IN/OUT


Con el fallecimiento de
Doña Márgara Garza Sada de Fernández, México pierde,
a nivel de patronazgo cultural, un elemento irremplazable.
Que en paz descanse.

Hace una semana expresé la esperanza de que los comentarios que hacía no fueran mal interpretados, como tampoco espero lo sean los que siguen a continuación, aunque para las alturas del partido en que me encuentro, lo mismo me debería dar si me consideran grosero, ignorante que inhumano.
Inhumano, es, por cierto y de acuerdo a definición del diccionario, todo aquello falto de humanidad, y lo que yo encuentro en la exposición que se presenta en el museo MARCO, inaugurada el pasado 11 del presente, bajo tal encabezado, es precisamente lo contrario, una humanidad, representada por sus productores simbólicos, preocupada por su actuación en este único mundo que conocemos y que compartimos con otros tantos miles de seres vivos. Quiero decir, de Inhumano la muestra a la que aludo no tiene nada, por el contrario, presenta una serie de piezas a través de las cuales podemos conocer distintas versiones de cómo el grupo de productores seleccionados interpreta la relación o relaciones entre el hombre y su entorno natural.
Ah! Pero no es este inhumano del que habla la exposición sino del otro, el in-humano, y aunque no sé si semánticamente haya alguna diferencia, tipográficamente sí que la hay y por tanto debemos leer en in-humano algo así como la oposición entre el hombre y la naturaleza, o su extrañamiento, y por tanto, las obras que se presentan como expresiones del pensamiento, de la reflexión, que provoca esta situación.
Me he detenido en estas anotaciones -que son un tanto ociosas- debido a que hoy día no basta con presentar una exposición colectiva bajo un mismo tema, sino que tal colección de obras debe servir de vehículo para otras tantas ideas que propone el curador de la exposición. Luego entonces lo que hay que aprender a leer y apreciar son las exposiciones completas y no las obras individuales, tal y como uno juzga un libro por su contenido y no por las palabras empleadas para escribirlo.



Si esta el la situación –y estoy de acuerdo si se piensa que es pura fantasía personal- entones, desgraciadamente, lo que falla en este caso es la exposición y no las piezas que la componen. Me explico. El tema de las relaciones (incluso si se quiere pensar en la simple y llana oposición) del hombre con la naturaleza, con los diversos entornos que ocupa, explota y condena, es tan basto, tiene raíces tan profundas y consecuencias tan importantes, que difícilmente se agota en una muestra, por más variada y amplia que sea. Es uno de esos temas que como hemos visto ha ido ganando prioridad y sin duda, se volverá central en cualquier discusión a nivel local, nacional e internacional, en el los próximos años, por lo que todo o casi todo lo que implique o roce cualquier aspecto en que esté involucrada esta relación, puede ser referido al tema del desastre ecológico en que nos encontramos, al calentamiento global, el maltrato a los animales, los alimentos transgénicos, el hacinamiento de las ciudades, el desplazamiento del campo y las selvas por las zonas urbanas, el cambio climático, etc.
Y esto es lo que nos presenta la muestra a la que aludo, los 17 productores que en ella participan, mal que bien han hecho su trabajo, cada cual teniendo en mente una problemática particular, la que a ellos en lo personal les preocupa pero que no forzosamente coincide con la de la exposición. Yo me pregunto ¿qué tiene que ver un trabajo como el de Claudia López Terroso con las fotografías de Alec Soth?, más aún ¿qué tiene que ver Joseph Beuys en esta muestra? Su acto shamánico, si así se la ha de llamar, en I like America and America Likes Me (1974) está tan lejos de las intenciones y búsquedas de los demás productores como yo de la luna.


A veces a pesar de que todo quepa en un jarrito, no significa que el contenido vaya a ser preservado correctamente. Esta es la tercer exhibición en MARCO que se puede asociar al mismo tema (Meso-cosmos y Ruta mística), no está mal, el estado de salud del planeta lo amerita, pero empiezan a ser repetitivas y pueden llegar a ser hasta aburridas.

Publicado originalmente en Milenio Diario
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lunes, 21 de julio de 2014

Vida en la ciudad

Hace una semana cerraba estas mismas líneas, diciendo que la exposición de Robert Doisneau en el Palacio de las Bellas Artes en la Ciudad de México me había dejado la invaluable lección de que es necesario ampliar y profundizar la reflexionar ante cualquier imagen, cuánto más en aquellas que se convierten en las favoritas de un determinado público; decía que hay que hacerlo en y con ellas en particular, porque ese éxito, ese gusto mayoritario, no es, por supuesto, gratuito.
         Hoy me enfrento a una situación que bien podría calificar de antítesis de lo apuntado hace ocho días. No me encuentro ahora ante imágenes que, independientemente de su temática, tengan una difusión mediática que las convierta en el gusto de todos, sino más bien a simples imágenes que aspiran quizás no a una circulación generalizada, pero si a ser tomadas por fotografías, y al cambiar de imagen a fotografía quiero decir que circulen como piezas de “arte”.
         Hace un par de semanas, la galería de la Alianza Francesa, local Valle, inauguró la muestra Vida urbana, organizada por la Asociación de la Plástica de Garza García, A.C., 12 imágenes, en color y B&N, conforman la exhibición. En términos generales suelo ser muy respetuoso de las actividades que  lleva a cabo esta y otras asociaciones del mismo tipo. Las aspiraciones de sus miembros, como las de cualquier otro, son enteramente legítimas, y todos los trabajos y demás actividades que llevan a cabo son muestra patente de la honradez y profesionalismo con que pretenden actuar y mostrarse en público. De hecho, el esfuerzo que han llevado a cabo en la exposición a la que me refiero, por mantener un mismo formato, una misma temática, por presentar, en síntesis, una muestra homogénea con un texto bien preparado, habla, precisamente, de la seriedad de sus intenciones.
         Ahora bien, por todo lo anterior y aunque nunca pensé llegar a hacerlo, sí quisiera regañar a las expositoras por el trabajo que presentan. Así como los que estamos de este lado hemos de obligarnos a prepararnos mejor y ser más claros en las ideas y principios de deseemos comunicar, así, creo, quienes exponen deberían detenerse un momento y pensar mejor qué es lo que quieren mostrar al público y para qué. Si esto es cierto en cualquier forma de expresión lo es mucho más en el caso de la fotografía, nada más ni nada menos, porque estamos tan saturados de imágenes que exhibir más de éstas lo único a lo que contribuyen es a contaminar e hinchar más una ya muy deteriorada iconosfera.
         Hay una gran diferencia entre fijar imágenes y hacer fotografías, en este sentido la exposición de Doisneau es más que ejemplar, pues no basta salir a las calles de cualquier ciudad e ir apretando el obturador ante lo que me sale al paso, sino de querer atrapar, representar, comunicar, aquello que yo entiendo, percibo, siento, de esta o aquella zona de la ciudad, de estos o aquellos personajes, de tal o cual situación. La ciudad, sus calles, personajes y acontecimientos no son temas fotográficos por sí mismos, es el fotógrafo, su sensibilidad, su ojo, la que los convierte en motivos que, unos más otros menos, se van convirtiendo en tópicos o representativos. Desgraciadamente en esta exposición hay únicamente 12 imágenes que nada me dicen de lo que simplemente muestran,
         Y si no se vale ser irreflexivo en la temática, menos aún en la cuestión técnica. Se bien que suele recomendarse no prestar mayor atención a los aspectos técnicos y máxime si no eres fotógrafo sino un “productor de más amplios intereses” que se vale de este medio sólo para realizar una parte de su obra pero que mañana podría mudar a la pintura por ejemplo. Pues bien, a quienes han prestado oídos a tales consejos o indicaciones, déjenme decirles que les han visto la cara. Jugar con el “ruido” técnico, con los defectos de la imagen, es cuestión más seria de lo que parece; el creer que todo se vale es más bien hacerse tonto y pensar que todos los demás también lo son. Ya que vas a presentar tu trabajo, preocúpate no por si está bonito el marco, sino porque esté, si quiera, bien impresa la imagen.
         Espero no sea mal entiendo mi “regaño”, mi intención no es ofender, sino por el contrario tratar de contribuir. La galería de la Alianza Francesa, quienes participan en esta asociación y la asociación misma, merecen algo mejor.

Publicado originalmente por Milenio Diario.
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martes, 8 de julio de 2014

Nombres e imágenes

 

Es muy probable que usted haya visto más de una vez estas imágenes, fotografías como El Averno, Miradas oblicuas, Picasso con penacho o sentado comiendo pescado, y quizás la más famosa de ellas, la del Beso en las calles de París recién concluida la Segunda Guerra Mundial (la otra versión de la misma fotografía, tomada en Times Square con idéntico motivo es de Alfred Eisenstaedt), sin embargo, pocos conocen o recuerdan el nombre  de su autor. Por lo menos eso es lo que a mí me sucede: Robert Doisneau (1912-1994)

     Como parte de ese extraño re-encuentro entre la diplomacia francesa y la de México, fuimos regalados con distintas exposiciones, dos de ellas se presentan actualmente en el Palacio de las Bellas Artes de la Ciudad de México. Una acertada combinación de  muestras que tienen como eje la amistad entre Pablo Picasso y Doisneau. La de Picasso es una muestra de la colección de obra gráfica que es propiedad del Museo Picasso de París, Francia, en tanto que la del fotógrafo está formada por cerca de 200 imágenes provenientes de distintas colecciones públicas.

     El caso de Doisneau, e insisto en que todo lo que sigue es según la perspectiva que tengo de su trabajo, me resulta curioso en tanto que, como he dicho, una parte de sus fotografías son muy populares y sin temor a equivocarme podría decir aparecen entre las primeras en las listas de preferencias, y sin embargo, no sólo su autor es prácticamente desconocido, sino que el resto de su obra pasa también desapercibido para el gran público.

     El caso, me parece, tiene que ver con los usos y circulación del material fotográfico. Con el uso, cuando ciertas imágenes por su carga emocional se convierten en icónicas al concretar un sentimiento, una expectativa mayoritaria, compartida por muchos otros. Este uso, representar un sentimiento generalizado,  provoca, por su parte, una circulación que de otra manera u otro tipo de imagen difícilmente lograrían.

     Cuando uno tiene la oportunidad de ir más allá de esas cuantas imágenes que la publicidad y la mercadotecnia han escogido por nosotros, entonces es posible apreciar verdaderamente el trabajo del fotógrafo. No quiero decir con esto que aquellas imágenes no valieran la pena o no tuvieran la calidad suficiente para gozar de tal difusión, a lo que apunto es que en un contexto más amplio, que vaya más allá de ese impacto inmediato y emocional que pueden provocar las imágenes más conocidas, éstas, incluso, puede adquirir otro significado y valor, tal y como ocurre en el caso de Doisneau.

     Sin duda, Doisneau fue un gran fotógrafo; buena parte de su quehacer, por lo menos lo que se muestra en la exhibición de Bellas Artes que cubre las décadas de los 40’s a los 60’s, da la impresión de haberse dedicado a mostrar, a los franceses primero, al resto del mundo después, que la vida seguía después de la Segunda Guerra, que la gente continuaba viviendo, gozando, sonriendo, sufriendo, dolida si se quiere, pero que ahí estaba un país y una ciudad que había que volver a poner al día, regresar a la normalidad. Con estas fotografías Doisneau también despertará el interés, señalará la importancia, de lo que hoy día llamamos Street Photography, la fotografía que, más que lo documental, registra la vida cotidiana, la actividad, el ir y venir de la población entregada a sus preocupaciones, placeres, alegrías, sueños y frustraciones.

     La gran lección que me deja esta exposición es el tener que reflexionar mucho más al momento de enfrentarme a las imágenes publicitarias más populares, no porque tras ellas se encuentre siemp0re un Doisneau por descubrir, sino porque su popularidad no es gratuita, por algo la han ganado.

 
Publicado originalmente en Milenio Diario
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martes, 1 de julio de 2014

Un buen hombre

Juan Rodrigo Llaguno. José Emilio Amores.

Así como una jornada
bien empleada produce un
dulce sueño, una vida
bien usada causa una
dulce muerte.

Leonardo Da Vinci.

         El pasado viernes 27, después del medio día, empezó a circular la triste noticia del deceso de José Emilio Amores (1909-2014). No voy a decir, como otros tantos en otras tantas ocasiones, que fui su gran amigo, que conocía sus confidencias, no lo fui como un Gerardo Puertas, Sylvia Vega, José Javier Villarreal o Minerva Margarita Villarreal, como Rubén González Garza, Jorge Elizondo, Gerardo Azcúnaga o Ida Rodríguez Prampolini. Lo que sí puedo decir y con mucho orgullo, es que cada que me topaba con él me daba un enorme gusto, lo mismo si sólo cruzábamos un par de ideas que si compartíamos una reunión en su casa.
         Mi relación con José Emilio quizás sea mucho más antigua que la que pudiera haber sostenido con él cualquier otro de estas tierras, pues bien recordaba a otro Moyssén, a un condiscípulo suyo en la Escuela Nacional Preparatoria de la Ciudad de México. Yo lo conocí hace menos tiempo, cuando trasmitíamos por televisión las obras que componían el programa de los célebres e importantes (aunque no recordados) Festivales de Música y Danza, que anualmente y por un lapso de seis o siete años se llevaron a cabo desde el ya también desaparecido Cine-Teatro Reforma. De ahí en adelante, y hasta ahora, nos volvimos a ver con frecuencia, siempre con el mismo gusto, atención y camaradería.
         Mientras fue director del Centro Cultural Alfa –cito estas anécdotas no cronológicamente sino como me vienen, más que a la mente, al corazón- me invitó a participar en un extraordinario grupo reunido una vez por semana por las noches, para conocer, revisar y comentar distintos momentos, obras y acontecimientos relacionados con la historia del arte. Desconozco qué tanto habrán aprendido mis contertulios pero para mi fueron veladas y compañeros inolvidables.
         El hambre que tenía por aprender de todo y la permanente inquietud de hacer algo útil y constructivo con su tiempo libre, lo llevaron a cursar la Maestría en Humanidades de la Universidad de Monterrey, ahí tuve el privilegio de ser su “maestro” a lo largo de los 4 semestres que duran los estudios, sólo para después acompañarlo en la producción de la tesis con que se gradúo. Me detengo un momento es este punto ya que se trata de un valioso documento que por desgracia no se conoce. En resumen, José Emilio buscaba sostener o refutar la idea del arte como inversión, si es o no rentable. Lo interesante de su trabajo es que con base en datos objetivos pudo llegar a una conclusión que en su momento resultaba la opinión más autorizada sobre el tema. Es además, un buen ejemplo de cómo un hombre formado en el campo de las ciencias exactas, puede hacer una importante aportación al estudio de las humanidades.
         Como todos los que lo conocieron, estrecha o circunstancialmente, podría seguir encontrando anécdotas con que retratar qué clase de hombre fue el Ing. Amores (por ejemplo la amistad que tenía con Sergio de Osio que también EPD), pero prefiero dedicar las líneas que faltan a tratar de contestar qué es lo que pierde la ciudad con su partida.
         Obviamente los tiempos son distintos y son muchísimas las variables que nos separan ya irremediablemente del siglo pasado, pero creo que una de las grandes diferencias entre las generaciones de hoy día y las que actuaron a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, es el inmenso cariño, respeto y orgullo que sintieron por esta ciudad. En su horizonte siempre estuvo presente qué hacer, cómo lograr, a quién convencer, a quién invitar, para que Monterrey, diera otro paso adelante, para que culturalmente se hiciera más fuerte, para consolidar sus logros, no había otro fin, otra meta. Esto es, me parece, lo que se ha estado yendo de la ciudad cada que un José Emilio se nos adelanta. El espíritu de comunidad, de amor a la tierra que te da de comer, es el que va languideciendo con la partida de otro buen hombre como lo fue, sin duda alguna, José Emilio Amores.

Publicado originalmente por Milenio Diario.
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