martes, 25 de marzo de 2014

Arquitectura y poder

Por una u otra razón, el archivo del arquitecto Mario Pani (1911-1993) ha quedado bajo la custodia del Tecnológico de Monterrey; así, la ciudad se va perfilando como sede de importantes documentos o archivos que permiten y sobretodo permitirán, el estudio de lo que fue y significó en México el siglo XX y lo que va de este. Quiero pensar que tan venturoso hecho motivó la planeación, organización y montaje de la muestra que el pasado 21 de marzo el MARCO abrió al público: Mario Pani, arquitectura en progreso.
         Decía Octavio Paz que la historia se escribía en tres libros, el de los hechos, el de los hombres y el del arte; que de los de los tres el único insobornable era el tercero, el del arte y al decirlo no podía estar pensando más que en la arquitectura. Y no es que el arte o la arquitectura, o mejor dicho, que los artistas o los arquitectos no sean corruptibles, sino porque una vez realizada su obra esta permanece tal cual, independientemente de lo que se diga o deje de decir sobre su autor o entorno. Sin duda, al menos en esta exposición, se hace realidad la idea Paziana.
         Que la arquitectura haya estado unida al poder desde siempre no es ninguna casualidad, sólo el poder económico, social, político, religioso, o militar, es capaz y tiene los medios necesarios, pero principalmente la motivación ideológica suficiente, para ejecutar las obras que hoy día continúan admirándonos, ya se trate de Stonehenge o de Burj Dubai. La arquitectura que construyó Pani, no es la excepción. Su tradición familiar, así como su ejercicio profesional hicieron que su quehacer edilicio estuviera inevitablemente unido a la especulación inmobiliaria, favorecida por un estado deseoso por consolidar su imagen de Modernidad y progreso, tanto al interior, como hacia el extranjero a fin de ocupar un lugar entre las naciones más progresistas del momento.

         La arquitectura es un arte y una ciencia a través de la cual se modifican y recrean los espacios con fines utilitarios. Al hacerlo crea una serie de símbolos que permiten lecturas como la de Octavio Paz. El emplazamiento, la escala, los materiales, las vistas públicas y privadas, los accesos, el recorrido, la función o funciones, entre otros tantos elementos son significantes que, según el caso, modifican nuestra percepción de la edificación, nos ofrecen información, e incluso llegan a modificar nuestra conducta en el lugar.
         Cito como ejemplo de lo anterior a la Escuela Nacional de Maestros, cuya proyección representa claramente una de las empresas más ambiciosas del estado mexicano, la alfabetización de un pueblo casi analfabeto para lo cual necesitaba o necesita de un ejército de docentes que la hicieran posible (una de las razones del peso político que posee el sindicato de maestros).


Otro ejemplo sería cualquiera de los multifamiliares que construyó y promovió como respuesta a la demanda de vivienda. En este sentido hay que leer la morfología de los conjuntos Nonoalco-Tlatelolco y/o los Condominios Reforma; en un caso se trata de una solución a la habitación masiva, popular, en el otro la de exclusividad y lujo.



         Sin duda el nombre de Mario Pani aparece y aparecerá en la historia de la arquitectura en México por la cantidad e importancia de las obras que construyó, principalmente las de carácter público y social, pero igualmente su nombre permanecerá unido a la creación de grandes capitales valiéndose de las necesidades y falta de escrúpulos de un naciente estado mexicano urgido de un rostro acorde al momento que vivía. Igualmente insoslayables son las múltiples polémicas en las que se vio envuelto y que cuestionan seriamente su quehacer; la más reciente, la secuela de muerte y destrucción que dejaron en la ciudad de México los sismos de 1985. Culpar a Cortés por haber fundado la ciudad en un lago, luego desecado, no disminuye en nada la posible responsabilidad que pudo haber tenido en estos acontecimientos.
         Este aspecto, el polémico, por fortuna está presente de manera clara y objetiva en la muestra que comentamos, lo cual hay que festejar pues sólo de esta manera se puede tener una visión más amplia, más completa, del hombre y su obra, toca a los arquitectos de hoy, emitir su juicio.

Publicado originalmente en Milenio Diario.
Ver también: www.artes2010.wordpress.com


martes, 18 de marzo de 2014

Fotos de mujeres II



Xavier Moyssén L.


A la memoria de Sergio de Osio S.

La muerte es una vida vivida.
La vida es una muerte que viene.

 Jorge Luis Borges.


         La pregunta es ¿cómo plantear un comentario con sentido, que tenga alguna utilidad, ante una exposición como Mujeres detrás de la lente? Se recordará que esta muestra fue abierta en la Fototeca del Centro de las Artes en el Parque Fundidora, el pasado día 8 de marzo y que presenta un extenso panorama de la producción fotográfica en México de 1910 al 2010 realizada por mujeres. La muestra en sí es extraordinaria pues reúne el trabajo de más de 100 de ellas, y ese es, precisamente, el problema al que aludo al principio.
Adela Goldbard
         Me gustaría apuntar, por ejemplo, el muy digno papel que juegan las fotógrafas de Monterrey,  en especial el trabajo de Ruth Rodríguez que sale beneficiado por el sitio en que fue dispuesto. O bien de la satisfacción que da el volverse a topar con la pieza de Adela Golbard que ganó un primer lugar en la antepenúltima bienal FEMSA si no me equivoco. O de lo mucho que me gustan los trabajos de Adriana Calatayud y de Tatiana Parcero. Y  así podría seguir citando  los nombres  de las fotógrafas que de  siempre me han llamado la  atención, Lourdes Almeida y Grobet, Maya Goded, y ni qué decir de las glorias nacionales, Graciela Iturbe, Mariana Yampolski y en particular con la que me quedó Flor Garduño.

         Y si se trata de citar autoras históricas habría que empezar con la Baquedano, los retratos de María Santibáñez, o las modernistas composiciones de Aurora Eugenia Latapí. Pero igualmente importante es encontrarse con las fotografías de Gertrude Duby Bloom, Ruth Lechuga, Bernice Kolko o Frida Hartz que recogen el rostro, las costumbres, los lugares del México profundo, del México indígena; y la lista y recuento se pueden volver interminables pues cada fotógrafa tiene algo importante que mostrar, lo mismo si se trata de Sara Castrejón, una de las primeras que se presentan, que de Eugenia Vargas o Patricia Martín, de las generaciones más jóvenes.

         Aun siendo histórica la exposición, no se empeña en parecerlo o insistir en este carácter, más bien ha sido armada a partir de ejes temáticos, “La persistencia de la mirada”, “Una nueva concepción de la imagen”, “Otras miradas”, etc., y a través de ellos, Emma Cecilia García Krinsky, curadora de la muestra, va haciendo aparecer a las fotógrafas independientemente de su cronología, exactamente como también aparecen dispuestas en el libro que acompaña la exhibición.

         Esta forma de proceder me parece importante porque flexibiliza el esquema histórico, pues no se trata tanto de hacer la historia de los sucedido en esos 100 años que se cubren (aunque sí se pueda hacer), como de presentar a quienes han sido sus principales y más destacadas representantes, lo que desde un punto de vista resulta más atractivo para el público general no especializado.
Ángeles Castrejón
         Aunque resulte imposible decirlo o sea un sinsentido, de la enorme cantidad de imágenes que se presentan, yo me quedo con una sola de ellas, la de Ángeles Torrejón, Sin Título, de 1994.  Cuatro mujeres indígenas atienden lo que parece ser un mitin o reunión, tres de ellas no esconden sus reacciones ante lo que deben estar viendo y escuchando, más la del centro, que incluso es la más atractiva, le dirige una mirada a la fotógrafa con la que dice todo: no es odio, es profundo desprecio, seriedad absoluta, rabia contenida, no he visto ni conozco otra imagen que exprese mejor la situación de estos grupos en el país.

         Si algo de esta muestra habría que criticar en sentido negativo, quizás lo sea su museografía. Siendo tanto el  material mostrado se antojaba verlo con más aire por donde se pudiera circular con mayor libertad. El recorrido, tal y como está montada la exhibición, es confuso y poco atractivo, laberíntico yo diría. Fuera de esto, insisto en que la muestra es de lo mejor que hemos visto en  los últimos meses. Visitarla es un buen momento para acercarse y comprender al trabajo que han realizado, por lo menos a lo largo de 100 años, nuestras fotógrafas, una manera, igualmente interesante, de conocer la historia de este medio en México.

         Me gustaría insistir, ya para acabar, en que si son muchas las mujeres aquí presentadas, es porque el oficio de la fotografía, debió pensarse y se piensa como adecuado para las mujeres. Que nadie piense, entonces, que la tarea de conocer y reconocer a todas está conclusa, antes al contrario, apenas inicia.


Publicado originalmente por Milenio Diario.
Imágenes: Mujeres detrás de la cámara.




martes, 11 de marzo de 2014

Fotos de mujeres I


Coincidiendo con el día Internacional de la Mujer, el pasado 8 de marzo fue inaugurada la exposición Mujeres detrás de la lente. 100 años de creación fotográfica en México, en la Fototeca del Centro de las Artes en el Parque Fundidora. Previamente se presentó el libro del mismo nombre, obra que reúne el trabajo de investigación de Emma Cecilia García Krinsky, quien también es la curadora de la muestra en colaboración con María Elena Blanco. Dada la importancia y vastedad del material presentado, he decidido dividir estas líneas en dos partes. Esta primera habrá de tratar sobre el libro en sí mismo y lo que representa. La segunda parte, en ocho días, la concentraré en glosar la exhibición.
En la presentación del libro apunté que la historia de la fotografía es una historia moderna, quiero decir es una historia que inicia en 1839, quizás unos años antes pero no más. Trazar su evolución y el contexto social, cultural, político, ideológico y económico en que se da, debe partir de lo que acontecía entonces, en el ya iniciado siglo XIX. Y para ese momento la incorporación de las mujeres a una serie de actividades productivas que años antes les  habían estado obstaculizadas o de plano vedadas, es un ya hecho irreversible. Luego entonces no es especialmente difícil encontrar, dar con los nombres de mujeres que, por una u otra razón, deciden dedicarse al oficio de la fotografía. Si bien muchos de estos nombres no nos eran conocidos o resultaban vagamente familiares, se debe a que no se había presentado un investigador con nuevos temas y objetivos, más que a una dificultad intrínseca del tema. Con esto, nada más lejos a mi intención que restar méritos al trabajo realizado por García Krinsky y su equipo, por el contrario, es el debido reconocimiento a quien ha tenido el valor, la paciencia y persistencia para entregarse a una labor hasta ahora hecha a un lado por muchos, a fin de dar a conocer a quienes han tenido idéntico valor para la evolución de la fotografía en nuestro país.


Igualmente, con lo antes apuntado, espero no se entienda que la participación de las mujeres en el mundo productivo en general y en particular en el de la fotografía ha sido miel sobre hojuelas. Por el contrario, aun hoy día se siguen teniendo graves limitantes y la fotografía no es la excepción. Y cuando hablamos de la fotografía no sólo nos referimos a quien la practica sino también a todas aquellas mujeres que de una u otra manera, con su presencia y trabajo, enriquecen –no por ser mujeres, sino por la visión que aportan—el mundo de la fotografía. Reporteras, editoras, promotoras, impresoras, museógrafas y modelos, todas, sin excepción, han de ser reconocidas exactamente igual que sus pares varones.
El texto de Emma Cecilia García Krinsky, no sólo es una fuente inagotable de información, sino un rico recorrido por esos 100 años de creación fotográfica en nuestro país, organizado en una serie de temas por los que van apareciendo las fotógrafas que le parecen más significativas o importantes, así va de “El estudio fotográfico” a “El cuerpo, instrumento para una narración”, pasando por ejemplo, por “La gran ciudad” y “Otros encuentros”. En cada uno hay un comentario preciso y una cuidadosa descripción tanto del tema en cuestión, como del trabajo de las productoras que va citando.


El libro, además de presentar una buena parte de las fotografías que contiene la exhibición, se complementa con textos de Carmen Bullosa, Eli Bartra y Blanca Ruiz. Una de sus aportaciones más valiosas es el trazado de una línea de tiempo elaborada por Patricia Massé en la que va ubicando el quehacer de las fotógrafas a la par de lo que sucede en México y el mundo, así tenemos una visión más completa de lo que significa la presencia histórica de estas mujeres.
No cabe duda de que este trabajo, junto con el publicado por José Antonio Rodríguez, son, desde ya, referencias obligadas para todo aquel que esté interesado no en la historia de las mujeres fotógrafas, sino simplemente en la historia de la fotografía en México.

Publicado originalmente por Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com



martes, 4 de marzo de 2014

Pesadilla


A continuación, una de las muchas lecturas que pueden hacerse a la exposición retrospectiva de Oscar Muñoz, abierta al público el pasado 28 de febrero, en el MARCO.
         No es esta la primera vez que recibimos obra de Muñoz en la ciudad aunque siempre en muestras colectivas, por lo que ésta es un buena oportunidad para apreciar, en lo individual, su quehacer a lo largo de casi 30 años, una producción, que, entre otras cualidades, es pasmosa por su congruencia.
         Las líneas que siguen están divididas en tres apartados: la imagen y el soporte; el tiempo; y la pesadilla. Para iniciar, creo que el interés de Muñoz por la fotografía se puede dividir, al menos, en dos partes, la imagen en sí misma y su soporte. La fotografía como posibilidad de fijar y retener una figura (un retrato), un acto o más bien el resultado de una operación semejante a nuestra memoria; en tanto que el soporte es el material deleznable que sufre los embates de la naturaleza, es el soporte y no la imagen lo que desaparece al someterse a las inclemencias del medio, el soporte puede desparecer pero la imagen permanece en la memoria. Si nos fijamos bien, una instalación como Biografías, del 2002, nos habla precisamente en este sentido, la imagen en el agua va y viene porque el líquido, que en este caso va sobre, cubre el soporte, se cuela por el drenaje, no la imagen que una vez que ha sido fijada por un negativo permanece refugiada en él, lo que le permite regresar una y otra vez. Por tanto, creo que Oscar Muñoz no sólo cuestiona la imagen fotográfica por su supuesta objetividad, o su relativo valor testimonial, sino también por la fragilidad de los soportes en que ha aparecido y que la hacen vulnerable al paso del tempo.
Re/trato

         El tiempo es, precisamente, el segundo apartado en el que pueden acomodarse diversos comentarios acerca de la obra de Muñoz, ya sean relativos a su paso, su transcurrir, o a sus efectos sobre personas y cosas. Y creo que este inteligente productor ha encontrado una manera casi idónea de representar, simultáneamente, el devenir en sí mismo, y sus efectos, me refiero al agua. Ya sea gota a gota o bien corriente, el fluir del agua nos remite al paso del tiempo, rápido, furioso, plácido, tormentosamente lento, en cualquier caso, sus efectos son desastrosos, destruye tarde o temprano, el soporte que puede prestar a la imagen o en el que va la imagen. Por goteo, evaporación, dilución o escurrimiento, el resultado siempre es el mismo, la imagen desaparece. Pero no lo hace simplemente, si así fuera no tendríamos evidencia del tiempo transcurrido; al irse destruyendo, la imagen original, sufre distorsiones, se deforma y acaba siendo incomprensible e irreconocible, tal y como sucede con nuestra memoria. Re/trato, del 2004 o Proyecto para un memorial, de un año después, ejemplifican perfectamente esta característica en el trabajo de Muñoz.
Proyecto para un memorial.

         Finalmente, este retener imágenes para luego verlas desaparecer por la finitud de sus soportes, su vuelve una pesadilla no sólo porque las imágenes se construyen y reconstruyen al infinito como si se tratara del castigo a Sísifo impidiendo tener recuerdos fijos pero tampoco olvidarlos, sino porque tiene una versión más cruel en Sedimentaciones, 2011, en la que a la desaparición de las imágenes le sigue su reconstrucción como hemos visto, pero en ese volver a formarse la imagen, ésta ya no corresponde a la que originalmente fue disuelta sino que el transcurrir del tiempo nos devuelve otra, ni siquiera un sucedáneo, simplemente una representación distinta, con lo que el nivel de confusión y angustia aumenta al máximo, provocando no el olvido, sino la obliteración de la memoria, puesto que ya no cumple con función alguna.
         Una exposición tan rica como la presente, no podía estar completa sin una última gran obra, un regalo a la ciudad y a los visitantes del MARCO, la instalación Eclipse, una serie de pequeños espejos cóncavos que proyectan sobre el muro interior del museo la agitada vida de afuera; versión múltiple de la cámara lúcida que nos ofrece un magnífico ejemplo de la imagen, su durabilidad y el transcurrir del tiempo.

Publicado originalmente en Milenio Diario.
Ver también www.artes2010.wordpress.com