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martes, 18 de marzo de 2014

Fotos de mujeres II



Xavier Moyssén L.


A la memoria de Sergio de Osio S.

La muerte es una vida vivida.
La vida es una muerte que viene.

 Jorge Luis Borges.


         La pregunta es ¿cómo plantear un comentario con sentido, que tenga alguna utilidad, ante una exposición como Mujeres detrás de la lente? Se recordará que esta muestra fue abierta en la Fototeca del Centro de las Artes en el Parque Fundidora, el pasado día 8 de marzo y que presenta un extenso panorama de la producción fotográfica en México de 1910 al 2010 realizada por mujeres. La muestra en sí es extraordinaria pues reúne el trabajo de más de 100 de ellas, y ese es, precisamente, el problema al que aludo al principio.
Adela Goldbard
         Me gustaría apuntar, por ejemplo, el muy digno papel que juegan las fotógrafas de Monterrey,  en especial el trabajo de Ruth Rodríguez que sale beneficiado por el sitio en que fue dispuesto. O bien de la satisfacción que da el volverse a topar con la pieza de Adela Golbard que ganó un primer lugar en la antepenúltima bienal FEMSA si no me equivoco. O de lo mucho que me gustan los trabajos de Adriana Calatayud y de Tatiana Parcero. Y  así podría seguir citando  los nombres  de las fotógrafas que de  siempre me han llamado la  atención, Lourdes Almeida y Grobet, Maya Goded, y ni qué decir de las glorias nacionales, Graciela Iturbe, Mariana Yampolski y en particular con la que me quedó Flor Garduño.

         Y si se trata de citar autoras históricas habría que empezar con la Baquedano, los retratos de María Santibáñez, o las modernistas composiciones de Aurora Eugenia Latapí. Pero igualmente importante es encontrarse con las fotografías de Gertrude Duby Bloom, Ruth Lechuga, Bernice Kolko o Frida Hartz que recogen el rostro, las costumbres, los lugares del México profundo, del México indígena; y la lista y recuento se pueden volver interminables pues cada fotógrafa tiene algo importante que mostrar, lo mismo si se trata de Sara Castrejón, una de las primeras que se presentan, que de Eugenia Vargas o Patricia Martín, de las generaciones más jóvenes.

         Aun siendo histórica la exposición, no se empeña en parecerlo o insistir en este carácter, más bien ha sido armada a partir de ejes temáticos, “La persistencia de la mirada”, “Una nueva concepción de la imagen”, “Otras miradas”, etc., y a través de ellos, Emma Cecilia García Krinsky, curadora de la muestra, va haciendo aparecer a las fotógrafas independientemente de su cronología, exactamente como también aparecen dispuestas en el libro que acompaña la exhibición.

         Esta forma de proceder me parece importante porque flexibiliza el esquema histórico, pues no se trata tanto de hacer la historia de los sucedido en esos 100 años que se cubren (aunque sí se pueda hacer), como de presentar a quienes han sido sus principales y más destacadas representantes, lo que desde un punto de vista resulta más atractivo para el público general no especializado.
Ángeles Castrejón
         Aunque resulte imposible decirlo o sea un sinsentido, de la enorme cantidad de imágenes que se presentan, yo me quedo con una sola de ellas, la de Ángeles Torrejón, Sin Título, de 1994.  Cuatro mujeres indígenas atienden lo que parece ser un mitin o reunión, tres de ellas no esconden sus reacciones ante lo que deben estar viendo y escuchando, más la del centro, que incluso es la más atractiva, le dirige una mirada a la fotógrafa con la que dice todo: no es odio, es profundo desprecio, seriedad absoluta, rabia contenida, no he visto ni conozco otra imagen que exprese mejor la situación de estos grupos en el país.

         Si algo de esta muestra habría que criticar en sentido negativo, quizás lo sea su museografía. Siendo tanto el  material mostrado se antojaba verlo con más aire por donde se pudiera circular con mayor libertad. El recorrido, tal y como está montada la exhibición, es confuso y poco atractivo, laberíntico yo diría. Fuera de esto, insisto en que la muestra es de lo mejor que hemos visto en  los últimos meses. Visitarla es un buen momento para acercarse y comprender al trabajo que han realizado, por lo menos a lo largo de 100 años, nuestras fotógrafas, una manera, igualmente interesante, de conocer la historia de este medio en México.

         Me gustaría insistir, ya para acabar, en que si son muchas las mujeres aquí presentadas, es porque el oficio de la fotografía, debió pensarse y se piensa como adecuado para las mujeres. Que nadie piense, entonces, que la tarea de conocer y reconocer a todas está conclusa, antes al contrario, apenas inicia.


Publicado originalmente por Milenio Diario.
Imágenes: Mujeres detrás de la cámara.




martes, 11 de marzo de 2014

Fotos de mujeres I


Coincidiendo con el día Internacional de la Mujer, el pasado 8 de marzo fue inaugurada la exposición Mujeres detrás de la lente. 100 años de creación fotográfica en México, en la Fototeca del Centro de las Artes en el Parque Fundidora. Previamente se presentó el libro del mismo nombre, obra que reúne el trabajo de investigación de Emma Cecilia García Krinsky, quien también es la curadora de la muestra en colaboración con María Elena Blanco. Dada la importancia y vastedad del material presentado, he decidido dividir estas líneas en dos partes. Esta primera habrá de tratar sobre el libro en sí mismo y lo que representa. La segunda parte, en ocho días, la concentraré en glosar la exhibición.
En la presentación del libro apunté que la historia de la fotografía es una historia moderna, quiero decir es una historia que inicia en 1839, quizás unos años antes pero no más. Trazar su evolución y el contexto social, cultural, político, ideológico y económico en que se da, debe partir de lo que acontecía entonces, en el ya iniciado siglo XIX. Y para ese momento la incorporación de las mujeres a una serie de actividades productivas que años antes les  habían estado obstaculizadas o de plano vedadas, es un ya hecho irreversible. Luego entonces no es especialmente difícil encontrar, dar con los nombres de mujeres que, por una u otra razón, deciden dedicarse al oficio de la fotografía. Si bien muchos de estos nombres no nos eran conocidos o resultaban vagamente familiares, se debe a que no se había presentado un investigador con nuevos temas y objetivos, más que a una dificultad intrínseca del tema. Con esto, nada más lejos a mi intención que restar méritos al trabajo realizado por García Krinsky y su equipo, por el contrario, es el debido reconocimiento a quien ha tenido el valor, la paciencia y persistencia para entregarse a una labor hasta ahora hecha a un lado por muchos, a fin de dar a conocer a quienes han tenido idéntico valor para la evolución de la fotografía en nuestro país.


Igualmente, con lo antes apuntado, espero no se entienda que la participación de las mujeres en el mundo productivo en general y en particular en el de la fotografía ha sido miel sobre hojuelas. Por el contrario, aun hoy día se siguen teniendo graves limitantes y la fotografía no es la excepción. Y cuando hablamos de la fotografía no sólo nos referimos a quien la practica sino también a todas aquellas mujeres que de una u otra manera, con su presencia y trabajo, enriquecen –no por ser mujeres, sino por la visión que aportan—el mundo de la fotografía. Reporteras, editoras, promotoras, impresoras, museógrafas y modelos, todas, sin excepción, han de ser reconocidas exactamente igual que sus pares varones.
El texto de Emma Cecilia García Krinsky, no sólo es una fuente inagotable de información, sino un rico recorrido por esos 100 años de creación fotográfica en nuestro país, organizado en una serie de temas por los que van apareciendo las fotógrafas que le parecen más significativas o importantes, así va de “El estudio fotográfico” a “El cuerpo, instrumento para una narración”, pasando por ejemplo, por “La gran ciudad” y “Otros encuentros”. En cada uno hay un comentario preciso y una cuidadosa descripción tanto del tema en cuestión, como del trabajo de las productoras que va citando.


El libro, además de presentar una buena parte de las fotografías que contiene la exhibición, se complementa con textos de Carmen Bullosa, Eli Bartra y Blanca Ruiz. Una de sus aportaciones más valiosas es el trazado de una línea de tiempo elaborada por Patricia Massé en la que va ubicando el quehacer de las fotógrafas a la par de lo que sucede en México y el mundo, así tenemos una visión más completa de lo que significa la presencia histórica de estas mujeres.
No cabe duda de que este trabajo, junto con el publicado por José Antonio Rodríguez, son, desde ya, referencias obligadas para todo aquel que esté interesado no en la historia de las mujeres fotógrafas, sino simplemente en la historia de la fotografía en México.

Publicado originalmente por Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com



sábado, 13 de abril de 2013

Cuevas, José Luis (d)

 
Aquí una feliz imagen de Rodrigo Moya; en el orden acostumbrado, o sea de izquierda a derecha, José Luis Cuevas, un poco más atrás, al centro, Carlos Fuentes, y a la derecha, en primer plano, Gabriel Figueroa, los reune la filmación, en 1965, de la película Las dos Elenas. Aunque parece de 20, Cuevas para este momento ya contaba con 31 años de edad y era lo suficientemente conocido y apreciado entre la intelectualidad más liberal del momento, como para invitarlo a participar en proyectos de este calibre. No fue esta la primera ni la última vez que en el cine nacional se intentó integrar a miembros de la plástica, pienso en este momento en Patsy mi amor de Manuel Michel si no me equivoco, con Felipe Ehrenberg, o en los Caifanes en la que participa no un pintor sino el escritor Carlos Monsivais. Sin duda fueron tiempos de cambio y de gran efervescencia creativa, tiempos que prepararon, sin saberlo o quererlo, el arribo de los que ahora vivimos.
 

miércoles, 3 de abril de 2013

35 años y como si nada

 

Cualquiera pudo advertírmelo, no obstante fue más mi interés por ver fotografías, sobre todo si se trata de autores locales, lo que me llevó al Planetario Alfa, en donde se exhibe la muestra Radiografía: Un ícono a través de la lente, evento con que la institución festeja haber llegado a sus 35 años. En sí, las 40 fotografías que componen la muestra, difícilmente despertaron mi entusiasmo, en cambio lo que sí fue todo un viaje fue el regreso al Planetario.

         Tenía varios años sin visitar este que fue el primer museo privado dedicado a la ciencia y la tecnología, además de ser el primero en la ciudad con las espectaculares proyecciones IMAX. Desde sus inicios el Planetario, sin menoscabo de su misión, dio albergue a diversas manifestaciones de artes visuales, literatura y música, ¿quién no recuerda las presentaciones de Carlos Prieto, las Compresencias, la exposición de los antiguos mexicanos con museografía de Javier Meléndez? Así que visitar esta exposición me pareció un buen motivo para regresar al Planetario Alfa, tal y como tantas veces lo hice para ver otras exhibiciones.

         35 años puede parecer que no son muchos para una institución, pero si tomamos en cuenta de qué tipo de institución estamos hablando y la serie de avatares por  los que ha pasado la empresa que la  sostiene, entonces 35 años la  convierten en un sobreviviente, que  a pesar de todo, continúa con sus  labores como si se tratara de un  espacio recién inaugurado.

         La verdad es que desde la entrada el Planetario sigue siendo espectacular, sus enormes peceras, lejos de mostrar deterioro alguno siguen cautivando a chicos y grandes, los murales de Felguérez se ven mejor que nunca, sus salas de exposición, aunque incómodas, funcionan como si fuera el Guggeheim de Nueva York, la sala en donde se proyectan las películas está en perfectas condiciones, y más allá, el Universo de Tamayo luce como siempre, único e impresionante, por no hablar del cuidado y atención que se presta a los jardines y fuentes, así como al aviario que sigue siendo una curiosidad en medio de la ciudad.

         Sin embargo, lo más extraordinario del Planetario es la cantidad de gente que congrega. Parece mentira pero sigue llegando gente por todos los medios para conocer, interactuar, divertirse, e incluso para aprender. El día que estuve ahí parecía como si fuera el de la inauguración, las mismas expectativas, el mismo goce, la misma satisfacción, las mismas familias. Sin lugar a dudas estas son las inversiones que vale la pena hacer, por las que se debe pelear, las que hay que alentar, son lugares como este los que pueden poner un coto a la violencia, hablar de las funciones sociales de la educación, restituir el tejido social al acercar a las familias, al darles un hacer en el que todos aprenden.

         Respecto a la exposición de fotografía me gustaría decir algo más pero no encuentro qué. Son 10 fotógrafos los que participan en ella y al principio pensé que era todos mexicanos, pero creo que incluyeron a un par de norteamericanos porque los títulos de sus fotografías o descripciones están en inglés. Para haber tenido todas las facilidades de fotografiar donde les pareciera y lo que quisieran, las imágenes mostradas son limitadas, repetitivas y con poca imaginación. Y es que fotografiar no es sólo apretar un obturador o tener en las manos una súper cámara, para fotografiar se necesita algo más que no puedo explicar en este momento por tiempo y espacio.

         Hace unos meses falleció Dña. Carolina Sada de Viesca, fue directora del Planetario, a ella, como a tantos otros, desde Guillermo Schidhuber, hasta la actual directora que lo ha hecho y muy bien, les debemos el que siga abierta esta institución. En ella, también, se prepararon muchos de nuestros actuales directores y productores, Eliseo Garza, Carlos Velázquez, Mario Martínez, Roberto Ortiz Giacomán. Me parece que todos ellos estaría más que recompensados y más que satisfechos, si vieran que su trabajo sigue vivo, tal y como lo confirman los cientos de personas que entran al lugar cada fin de semana.
 
Publicado originalmente por Milenio Diario

 


viernes, 29 de marzo de 2013

Turisteando III

 
Una extraña imagen para muchos, el puerto de Acapulco circa 1930, cuando apenas iniciaba las obras de su malecón. Ya lo decíamos, entre el viaje y la fotografía se llegan a colar este tipo de imágenes en este caso se trata de una postal comercial de J.J. Pintos, pero igual podría haber sido de algún turista con la misma finalidad promover al puerto y sus bellezas naturales. Así pues la misma imagen fotográfica asume múltiples funciones del documento histórico a la promoción turística, del recuerdo del paseante al comercio de imágenes, es todas a la vez y se mantiene siendo solo una fotografía.