En esta tercer y última entrega sobre la muestra Beuys y más allá. El enseñar como arte, presentaré mis observaciones sobre la exposición en sí, una vez que he procurado acercar alguna explicación sobre los objetos, las instalaciones, los impresos que se ven en ella, y qué es lo que debemos apreciar, reconocer, valuar, en ellos.
De inicio habría que mencionar que hay una falta de sincronía entre lo que se propone desde el título de la muestra y los objetos y demás recursos museográficos que la componen. Si nos atenemos al título, esperaría ver más trabajos de Beuys, toda vez que a pesar de que su fama lo precede, poco es lo que en la ciudad se ha tenido oportunidad de ver, y si bien es cierto que las piezas que se exhiben pueden dar cuenta de su trabajo creativo, en el contexto del Beuys maestro, hubiera sido deseable ver algo más; en particular y hablando de esta faceta, bueno sería haber presentado fotografías y/o videos en los que se le viera interactuando con sus alumnos o llevando a cabo alguna acción con ellos, así habría sido más sencillo entender el porqué de su trascendencia e importancia en este rubro.
En la misma línea, me parece que se habría podido ampliar la lista de alumnos con que contó e incluso agregar información sobre su papel, primero en Düsseldorf y después como cofundador de la Universidad Libre Internacional con sede en Berlín, que hoy día es una de las más prestigiosas no sólo en Europa sino en el mundo entero. Creo que en este punto la exposición se traba pues ni es completamente informativa, didáctica en este sentido, ni es meramente una exhibición contemplativa. Como se dice más arriba, qué bueno que tuvimos oportunidad de ver obras, por ejemplo, de Katia Sieverding, Blinky Palermo e incluso las de Jörg Immendorff, una de las cuales es la única en hacer alusión directa a su relación con Beuys, aunque también hubiera sido emocionante ver en este contexto la obra ganadora del penúltimo Premio MARCO.
Si la muestra la podemos cuestionar desde el punto de vista de lo que propone explícitamente su título, más se presta a hacerlo en relación a la participación de Mario Rangel Faz en ella. Como se sabe, esta exposición fue armada por el Deutsche Bank para celebrar los aniversarios de independencia que se cumplieron en el 2010 de México hacia el sur. En cada país donde se exhibia, los curadores alemanes --me imagino asesorados por nacionales-- invitaban a algún maestro que hubiera desarrollado una obra igualmente polémica y retadora como la de Beuys; en el caso de nuestro país se escogió a Mario Rangel Faz. Aunque no tengo nada en contra de él y reconozco el valor de su trabajo, sí me pregunto por qué seleccionarlo y no, por ejemplo, a un Felipe Ehrenberg si de Los Grupos se trataba, o algún otro productor que participara en este movimiento y que hubo muchos que lo hicieron (incluso La Casa ediciones de Monterrey).
Pero si no es muy clara la decisión de haber incluido a Rangel Faz en la exhibición, la pregunta que sigue es dónde están sus alumnos, cuál es la obra de ellos que acompaña a lo hecho por Rangel Faz. Interesante hubiera sido, una vez más, haber visto qué lograron sus alumnos bajo su dirección, que de seguro hicieron mucho e interesante.
El hubiera, sobra decirlo, no existe, como tampoco existe la exposición perfecta, ni en sus propósitos, objetos exhibidos, recepción del público, etc. No obstante, al irse formando una cultura expositiva por llamarla de alguna manera, es necesario ser mucho más cuidadoso, profesional, con lo que se presente y cómo se hace; hay que cuidar, por tanto, hasta los más ínfimos detalles como la traducción de las cédulas de cada pieza a fin de no crear confusiones. En fin, como en tantas otras cosas, la riqueza de una exposición no suele estar en lo que presenta sino en las ideas que despierta y en este sentido esta ha sido de las más ricas que nos han visitado.
Publicado originalmente por Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
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