Por desgracia no encuentro mejor adjetivo para calificar el Salón de la Fotografía 2010, inaugurado en el Centro de las Artes I (antigua Cineteca-Fototeca) del Parque Fundidora, el pasado día 10 del presente mes. Pobre en cuanto a escaso e insuficiente, pero pobre también por desdichado, de poco valor, por triste y gris.
Como en otras ocasiones y tratándose de este tipo de evento, no me referiré ni a las piezas ganadoras, ni a las que tuvieron mención. Cada premiación se lleva a cabo bajo circunstancias particulares que sólo conocen quienes actúan como jurado y quiénes los convocan, cambiando o alterando cualquier elemento en esta ecuación, el resultado es diferente, por lo que no vale la pena discutir si tal o cual pieza debieron premiarla en lugar de otra, etc. De lo que sí se puede y debe hablar es de aquello que se expone públicamente como resultado de un trabajo conjunto entre la institución, los participantes y los jurados o especialistas. En este caso lo único que necesitamos saber aparece en la cédula de sala en la que el jurado expresa sus criterios, objetivos y logros.
A partir de esta declaración —la de la cédula—, del reducido número de seleccionados (en relación a otras ediciones del mismo evento) y de lo que alcanzo a comprender en las obras expuestas, es que califico a este Salón de pobre. Como se explica en la presentación, el Salón previo se realizó bajo un formato diferente, el de la “curaduría”, con resultados que en su momento fueron discutidos; ahora, se decidió regresar al viejo formato del concurso en donde hay una convocatoria abierta, los interesados mandan sus trabajos y un grupo especializado selecciona y premia lo mejor del envío. Lo anterior me indica, según lo interpreto, que entre los resultados obtenidos a partir de una innovación cuestionada y el procedimiento del concurso tradicional, se optó por este último ya que aparentemente garantiza mayor éxito o menos polémica. Mas la verdad es que ni uno ni otro proceso ha funcionado (el resultado está a la vista), por lo que quizás sea necesario llevar a cabo una revisión a fondo de los objetivos que se persiguen con estos eventos, porque si de promoción y estímulo a la fotografía se trata, sólo a un muy reducido número de personas, y quién sabe qué tan representativas del quehacer fotográfico sean, lo está alcanzando esta política.
Igualmente debería revisarse la idea de que quienes participan lo hagan presentado series. Entiendo cual pudo ser el espíritu de este requisito, pero funciona únicamente cuando se trabaja de esa manera, de otra forma se presentan secuencias; el mismo tema y formato en tres o cuatro impresiones; o una simple colección de imágenes, pero no series, y aunque se lograra coincidir en qué se va a entender por este concepto, la verdad es que ya muy pocos fotógrafos trabajan de esta manera, en especial entre los más jóvenes, puesto que la pluralidad de medios y el desvanecimiento de los límites entre los géneros, hace que cada pieza se plantee como única.
Y ya que hablamos de grupos de productores, habría que repasar a quién o quiénes está dirigido el concurso. Me parece que seguir pensando en que se pueden hacer eventos universales en donde se encuentran el estudiante y el profesional de carrera, es una falacia que termina por ahuyentar a unos y a otros. Quizás tener secciones especializadas, definidas por criterios consensuados, sea una mejor alternativa que seguir manteniendo un evento que parece ir perdiendo interés.
Estamos a casi 15 años del primer Salón de la Fotografía, no tiene nada de particular que cumplido este periodo se evalúe el proyecto, se vean cuáles han sido sus logros y sus defectos y con la información y su análisis en la mano se tomen decisiones sobre su futuro. Lo peor que nos pudiera pasar es que la pobreza de este Salón no sólo se volviera perenne, sino que fuera el resultado de no querer hacer nada al respecto.
Publicado originalmente por Milenio Diario.
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
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