Francisco Mata. Leona. s/f
Soy de la opinión que todo aquello que nos ayude a ser conscientes del entorno natural, de cómo nos afecta y la manera en que nosotros lo vamos modificando, con las consecuencias que ello trae consigo, deben ser promovido, comentado, reflexionado. Me parece que esta es una de las pocas opciones que nos quedan por hacer en tanto aguardamos a que esta consciencia pueda llegar a revertir la actual situación. Por ello es que creo pertinente hablar de la muestra Biotropo de los fotógrafos Francisco Mata y Javier Hinojosa, montada desde el pasado 24 de febrero en la galería de la Alianza Francesa en su unidad San Pedro.
Biotropo está formada a partir de dos diferentes series, las fotos de Javier Hinojosa que son paisajes, y las de Francisco Mata, retratos de animales salvajes disecados y exhibidos en museos de historia natural, lo mismo de los Estados Unidos que de Francia o Ucrania. Respecto a los paisajes estos son de México, centro y Sudamérica, ya sea de zonas protegidas, insólitas, remotas, vírgenes o amenazadas por la presencia del hombre.
Hasta aquí y las explicaciones que se nos dan acerca de la formación e intención del término que títula la muestra y que en buena parte la explica, me parece muy bien, pero también me parece que en esta como en otras muestras del mismo tipo y objetivo, hay una especie de trampa, un juego de manos con el que el prestidigitador nos hace creer que transforma un pañuelo en una paloma. Aclaro que esta observación nada tiene que ver con las intenciones originales de la muestra, ni de quienes han hecho estas fotos; más bien se relaciona con una característica de la fotografía que por lo general nos pasa desapercibida aún y cuando es fundamental para comprender fenómenos y consecuencias asociadas a ella. Me refiero a tomar por una sola y la misma cosa a la imagen y a la fotografía. La imagen es la representación que observamos, un horizonte lejano, la cabeza de una gaviota, una formación rocosa, etc.; la fotografía, por su parte, es el objeto en el cual se encuentra impresa esa imagen, un objeto que tiene sus propias reglas, normas y principios (todos técnicos y que se refieren a cómo es que esa imagen llegó a aparecer sobre su superficie). Como nos parece que es lo mismo, por lo general apreciamos la imagen y nos olvidamos de la fotografía. En este caso, efectivamente, las imágenes son elocuentes por sí mismas y nos advierten tanto de lo que podemos perder, como del daño que ya hemos provocado; pero ¿qué podemos decir de las fotografías, de estas fotografías?
Quiero ser cuidadoso con lo que voy a decir, sobretodo no es mi intención ofender a nadie, antes al contrario, es un comentario que busca contribuir al éxito de muestras como esta. Sobre las fotografías que se exhiben en Biotropo, prácticamente no se puede decir nada porque no se les aprecia correctamente. Claro que veo ahí un paisaje y acá un animal, porque la exposición está pensada para que vea eso, para que el espectador disfrute de las imágenes, pero no de las fotografías. Colocadas más arriba de lo normal, las fotografías de los paisajes interfieren con tantos reflejos que es imposible saber, por ejemplo, cómo está su impresión (factor clave para su apreciación como fotografías). La ausencia en las cédulas de la técnica empleada, tampoco facilita la acción. Y en el caso de las fotografías de los ejemplares de la taxidermia, aunque mejor colgadas, los reflejos acaban por confundir si lo que vemos es la propia imagen o la del mandril mostrando sus colmillos.
Lo ideal, en términos generales, sería que aprendiéramos a gozar lo mismo de las imágenes que de los medios que se emplean para mostrárnoslas. Quizás en la medida que esto fuera posible mayor sería la consciencia que lográramos sobre los temas que nos proponen, pues entenderíamos y valoraríamos la relación que ha de haber entre forma y contenido.
Publicado originalmente en Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
Imagen: www.alianzafrancesa.org.mx
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