martes, 20 de agosto de 2013

Imagen en movimiento

Chris Marker. La Jetée. 1963
 
       Como a miles, me gusta ir al cine. Habría que subrayar que el resultado que se aprecia de esta experiencia es el de la operación completa, es decir, el de ir al cine y ver la película. Por eso es que sólo cuando no hay otra alternativa veo películas en casa, o peor aún a través de la pantalla de un ordenador. Estoy muy lejos de ser un experto en cine, ni siquiera un mediano conocedor, tengo pésima memoria para retener nombres de actores, directores o títulos de películas, y no podría presumir de tener un gusto sofisticado o educado al respecto, antes al contrario, veo todo o casi todo género de películas, así como de la nacionalidad que sean, al final no distingo ni una cosa de la otra, ni entiendo por qué me atraen o las rechazo.


         Con tales antecedente se entenderá que estas líneas no pueden ni pretenden referirse al cine tal y como se entiende comúnmente, más bien hablaré de la imagen en movimiento y aunque esta es la esencia del cine y es el futuro, casi inevitable, de toda producción de imágenes, me interesa más en cuanto a las implicaciones culturales, simbólicas, sociales, que supone su producción —la de las imágenes— y que estas simulen (cine) o reproduzcan tal cual el movimiento (T.V., video).

Dzinga Vertov. Man with a Movie Camera. 1929
 
          No hace mucho, comentando con amigos, se hablaba de la difusión que tienen ciertos movimientos artísticos, y en especial de la atención que concentran las manifestaciones más contemporáneas; pero se decía que, curiosamente, pocas veces se habla de cómo el cine ha participado en la conformación de lo que genéricamente llamamos arte contemporáneo, es más ¿cuál es el cine contemporáneo? No hablo de sus manifestaciones comerciales, que también son cine contemporáneo y que incluso pudieran llegar a tener excelentes representantes, sino más bien de aquellas producciones que se inscriben en algo que pudiéramos llamar, también genéricamente y a fin de distinguir géneros, cine de autor (no de director que sería, a su vez, otro género, etc.)
         Así, dejamos fuera trabajos y saberes tan valiosos para la  comprensión y apreciación de nuestra actual iconósfera, como el famoso Man with a Movie Camera (1929) de Vertov, los más desconocidos trabajos de Marcel Duchamp, Anemic cinema de 1926, de Fernad Leger o Alexander Calder, Man Ray, o los generados por maestros y alumnos de la Bauhaus, antecedentes de películas tan destacadas como La Jetée (1963) de Chris Marker, o de entre los más contemporáneos los filmes del sudafricano William Kentridge. Estos y muchos otros trabajos exploran, a través del cine, la naturaleza, valor y funciones de la imagen, aunque muy probablemente debiéramos hablar mejor de la imagen reproducida técnicamente, o simplemente de la imagen técnica, para distinguirla de aquellas otras obtenidas manualmente o bajo regímenes mixtos (la estampación en cualquiera de sus modalidades por ejemplo).
 
Marcel Duchamp. Anemic Cinema. 1926
 
        La reproducción técnica de imágenes (creación, circulación y consumo) convierte a éstas, como nunca antes en la historia, en un fenómeno masivo (característica distintiva de la Modernidad), pero no se trata de la imagen fija que siempre tendrá un número limitado de espectadores, sino de la imagen en movimiento, del cine, donde una sola pieza (la película) puede ser vista simultáneamente por una multitud; como se sabe, hoy día, este mismo tipo de imágenes pueden ser proyectadas, por el Internet, a públicos cuyo tamaño resulta inimaginable. Fenómeno previsto por W. Benjamin al señalar al cine como el arte del futuro, el arte de las masas.
         Pero la imagen, sea pictórica, fotográfica o digital, siempre es la misma, igualmente si es fija o en movimiento, lo que cambia, el elemento que introduce una diferencia esencial y que es  intrínseco al movimiento, es la percepción del tiempo que provocan, mientras que una pintura o una fotografía son eternas, una película es, como cualquiera de nosotros, fugaz,  perecedera. Es pues el contacto con la finitud de estas imágenes, lo que acaba por seducirnos, lo que logra haya una identificación y preferencia sin precedentes.
 
Publicado originalmente por Milenio Diario.
Imágenes: www.criterion.com


 

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