martes, 26 de abril de 2011

Siglo XXI


La semana anterior hablé de uno de los fenómenos que, según me parece, irán conformando la cultura de este nuevo siglo. Para muchos parecerá un tema pasado de moda pues ¿cómo hablar de lo que será la cultura del siglo XXI cuando ya hemos vivido su primera década?
Es verdad que incluso hubo quienes desde fines del siglo XX vislumbraron lo que podría ser la cultura de ahora, pero me parece que es hasta después de esa primera década que se pueden ver las tendencias con más claridad y, sobre todo, percibirlas en y a cada momento de nuestra vida cotidiana. Lo que a fines del pasado siglo era extraordinario o exclusivo y se veía tan solo como una posibilidad a futuro, hoy día, es algo común, inserto en nuestra vida diaria, participando de nuestra decisiones, es decir, dejó de ser una tendencia, y se convirtió en una más de las muchas presencias culturales en las que nos sumergimos día a día.
Por otra parte, las diferencias entre mi generación, por ejemplo, y la de mi padre, me hacen entender que el paso de una a otra fue más bien de continuidad, la culminación quizás de la cultura Moderna y su transmutación en Contemporánea, en cambio las diferencias entre mi generación y la de mi hijo adolescente son tan profundas que me llevan a ver sino una ruptura como fue la del mundo moderno con el Ancien Régime, sí la formación de una nueva etapa en la civilización humana.
El elemento central de esta nueva cultura, como sabrán, es la aplicación exponencial de la tecnología a los medios de comunicación, lo que ha hecho, entre otras muchas cosas, que la transmisión de mensajes —por escrito o visuales— se vuelva prácticamente instantánea. Esta idea de hacer más eficiente la comunicación personalizada,  obliga a que permanentemente se estén superando los emisores y receptores, lo que a su vez afecta otras áreas y así sucesivamente (de su cocina a la última invasión a un país árabe).
Difícilmente encontraremos a quien no se haya beneficiado por esta tendencia (incluso sin saberlo) o a alguien que seriamente se oponga a su desarrollo, por supuesto que hay importantes señalamientos desde los campos de la ecología, de la economía, incluso desde el punto de vista ético, pero me parece que todos son superables sobretodo habiendo voluntad de hacerlo. Por mi parte, el punto que me inquieta, por sus consecuencias, pero también porque no veo que tenga mucha crítica, es la paulatina substitución de la realidad material por su doble virtual ¿llegará el momento en que en lugar de asomarnos por una ventana para ver caer la lluvia, lo hagamos a través de un monitor, de una pantalla HD?, ¿llegará el momento que en lugar de sentir sobre la piel el golpeteo de las gotas de lluvia, lo hagamos por medio de una interface que nos proporcionará  la sensación pero permaneceremos secos?
Aplicaciones en este rango prometen ojos para los ciegos y sensaciones de todo tipo para quienes padecen de otras limitaciones y sin duda serán de gran ayuda en otras tantas áreas, pero me temo que iremos dejando atrás lo que hasta ahora nos había permitido construir, bien o mal, una cultura que se debatía entre diferentes concepciones sobre la realidad que después se convertían en religión —o su ausencia—, economía, política, educación, arte.
Aunque siempre exista el riesgo del pulso electromagnético (vulgo quema súbita de todos los aparatos eléctricos), supongamos por un momento que nos mantendremos por siempre abastecidos de la energía necesaria para que nuestras máquinas funcionen permanentemente, entonces quizás a lo que nos estemos acercando no sea sólo a la nueva cultura del siglo XXI, sino a una nueva etapa en la evolución de los humanos; si una vez ya fuimos capaces de bajarnos del árbol ¿por qué ahora no habríamos de hacerlo, dejando la difícil tarea de obtener información por medio de los sentidos, a una máquina? Bienvenidos, en efecto, al siglo XXI.
Publicado originalmente por Milenio Diario
(Imagen: www.zonaarroba.com)

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