Por otra
parte, tiene razón Palacios al apuntar que el tema de los cielos con nubes (que
no nublados forzosamente) ha sido abordado tanto por fotógrafos como por
pintores; a la lista que él aporta me atrevería agregar, en el siglo XIX, por
supuesto, a Eugenio Landesio, pero sobre todo a José María Velasco; al Dr. Atl y al maestro Luis Nishizawa en el XX, y como
fotógrafo, al que me parece más importante en este tema, Gabriel Figueroa;
entre nuestros fotógrafos a Manuel M. López, Eugenio Espino Barros, y más
recientemente, Roberto Ortiz Giacomán. Siguiendo la dirección en que apuntan
estos nombres y obras, añadiría que en sus casos la presencia de nubes en el
cielo, son un recurso técnico tanto como temático ya que con él subrayan un
cierto talante o temperamento ciertamente melancólico más propio del arte
nuestro, de México, que, por ejemplo, del plasmado por Constable o Turner
(citados también por Palacios).
Creo que el
trabajo que Gerardo Suter presenta en esta ocasión tiene que ver, a su vez, con
dos aspectos que se relacionan, precisamente, a partir del cielo y sus nubes. El
primero de ellos es una evidente preocupación del fotógrafo por los soportes,
preocupación que ya había mostrado en su anterior exhibición en el Antiguo
Colegio de San Idelfonso, DF. Penúltima
región. El segundo, la inquietud por explorar las diversas manifestaciones
que puede tener una misma imagen dependiendo, precisamente, de su soporte,
desde su impresa (ya sea por inyección de tintas u offset) hasta las diversas
maneras en que se puede proyectar o presentar virtualmente (estoy seguro que
debe habérsele ocurrido tener una cámara en el exterior de la Fototeca
apuntando al cielo y transmitiendo en vivo hacia el interior de las salas).
Ambos aspectos están relacionados, me parece, con la pregunta que
insistentemente aparece a lo largo de la exposición, ¿la percepción, en este
caso del cielo y las nubes, se ve alterada o cambia, según sea el soporte y la
manera en que se presenta? Al lado de este que para mí es el tema central de lo
que se exhibe, hay una serie de, digamos, subtemas, que tienen que ver, ya no
tanto con la percepción de la imagen en sí, sino con la composición que se
decide para su presentación, en este caso me refiero al juego que Suter
establece entre el cielo, las nubes y las agresivas figuras geométricas que
hieren o se encajan, casi literalmente, en el fondo que le ofrecen las nubes y
el cielo (se trata de agudos triángulos isósceles completamente negros,
generados por computadora, que irrumpen de una u otra manera en, sobre, la
imagen fotográfica). Así como también la cuestión del montaje de la exposición,
que en este caso se convierte prácticamente en una instalación, o mejor dicho,
en una instalación que contiene otras instalaciones.
No es esta, ni
pretende serlo, una exposición complaciente. El fino trabajo de impresión y
enmarcado de cada pieza, así como la casi quietud o inmovilidad de los videos
pueden resultar engañosos cuando no desconcertantes en un primer recorrido. No
obstante, si somos capaces de pasar por sobre esta apreciación, y vamos relacionando
nuestras experiencias con lo que vemos, nos daremos cuenta de la fuerza de
estas imágenes con un tema que a pesar de su simplicidad, nos lleva a reflexionar
sobre el complejo acto de mirar.
Publicado originalmente en Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
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