Aunque de facto
todos somos público, quiero referirme únicamente a aquel sector que se muestra
especialmente —no exclusivamente— interesado en las actividades y productos
simbólicos o culturales, es decir a todos aquellos que llenan las salas de
cine, de teatro y de danza, que acuden a los conciertos, a los recitales y
presentaciones de libros y autores, que van a conferencias, a exposiciones, a
espectáculos al aire libre, y sigue con cierta regularidad las notas que la prensa
llega a generar sobre lo que sucede en el campo. De este grupo, tampoco me
referiré a los conocedores, a los expertos, a los coleccionistas, a los que,
siendo público también, prefieren comportarse de otra manera (audiciones
privadas, visitas pre-inauguración, lugares reservados, etc.). Finalmente, del
público que quiero hablar, al que quiero aludir, es al de esta ciudad, no me
interesa en este momento, cómo es o se comporta el de Yucatán, ni el de Torreón
o el de la capital, mucho menos el de Nueva York o Dubái. Quiero hablar, más
bien referirme, a esos cientos, quizás miles, de regiomontanos que abarrotan
las plazas y parques públicos los fines de semana y entran, ahora sí que por
pura casualidad, a museos y salas de exposición tan sólo para echar un vistazo
y salir tan rápido como entraron como si fuera expulsados del lugar. De los
niños de escuelas públicas y privadas que matutinamente hacen sus visitas a
estos lugares y regresan a sus escuelas más confundidos y apáticos. En fin, de
todos aquellos que por una u otra razón están cerca de estas actividades por
interés propio.
La importancia
de todos ellos, de esta masa anónima radica en que por ella, para ella o en su
nombre, se llevan a cabo todas las actividades que conforman este campo; es
decir, para el público se expresan los productores, para el público se
construyen museos y salas de concierto, para el público se escriben libros, y
por, para, a nombre del público se ha formado una burocracia cultural que
sobrevive gracias a que hay un presupuesto destinado, casi exclusivamente, a
atender distintos aspectos relacionados directamente con ese público, desde su
formación y capacitación, hasta la organización de un programa de exposiciones
o la elección de una temporada de conciertos.
La atención,
cuidado, formación, de este público es la razón de ser de políticas públicas y
privadas que inciden en el campo, su “recompensa” es lo que se dice el favor
del público, o sea su visita a las exposiciones en museos y centros culturales,
a salas de concierto, a presentaciones teatrales. Un público bien atendido, se
traduce —o debería traducirse— en ciudadanos más informados, más involucrados
con su comunidad, más tolerantes, más abiertos al diálogo, más sensibles a las
necesidades del otro.
Hablar de un
público bien atendido no quiere decir un público mediatizado ni mediocre, ni a
uno al que se le fomente o refuerce un gusto común, superficial o acrítico; por
el contrario, un público bien atendido es aquel que cuenta con una amplia
oferta de opciones de calidad, pero sobre todo es al que se le respeta en todos
sentidos no sólo mencionándolo en las inauguraciones, al momento de justificar
los presupuestos o al solicitar votos; tampoco es el que sirve para decir que
se fracasa o se carece de mejor oferta porque no hay público y el que hay no
entiende, no está preparado, no tiene la educación que se posee en otras
partes.
No existe
exposición o muestra para todo público, lo que equivale a decir que tampoco es
válido intentar dar gusto a todos, pero con la debida orientación cada cual
debe ser libre de elegir lo que le resulte más atractivo o interesante, de ahí
que las labores de difusión y promoción sean sustantivas en la atracción del
público; el sólo aviso de la inauguración con o sin rueda de prensa previa o
posterior, no son suficientes para llamar la atención del público, no digamos
ya para motivarlo a visitarla.
Comentar,
sugerir o criticar las acciones que se llevan a cabo supuestamente pensando en
el público, no debería sorprender o molestar a nadie, pues son actividades,
conductas, respuestas, que debemos esperar, precisamente, del público.
Publicado originalmente por Milenio Diario.
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
Imagen: www.cristalab.com
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