A mediados de la semana anterior se supo que la institución daría por terminada su relación contractual con 40 de sus trabajadores. Se explicó que esta acción era motivada por los ajustes presupuestales que el nuevo gobierno estatal está llevando a cabo de cara a la crisis económica que vive el país. El fin de semana apareció otra notica relacionada con el mismo tema. Ahora fue Romeo Flores Caballero presidente del Consejo, quien explicó de nueva cuenta las razones del despido de estos 40 trabajadores, a la vez que agregó que el ajuste presupuestal —en realidad un recorte de facto— afectaría también planes y programas que ya se encontraban en curso. Anunció la cancelación de proyectos como la base de datos sobre el teatro local, el rescate de archivos municipales, y el de la producción cinematográfica, entre otros, así como la suspensión de exposiciones de artes visuales y otro tipo de espectáculos. Y para culminar con el desmantelamiento del aparato estatal dedicado a las actividades artísticas, recién se supo de la desaparición del Consejo Editorial de Nuevo León, quizás la única de las instituciones del anterior gobierno que puede darse el lujo de decir que atravesó el pantano sin mácula.
Así las cosas todo indica que se repite la ejecución de la nefasta regla según la cual, en tiempos de crisis, la primer área que hay que cancelar es la relativa a las actividades culturales, pues, como se sabe, para los administradores el dinero que se les da a éstas, es capital, ya no digamos mal invertido, sino desperdiciado, como quien lo arroja al retrete. La no renovación del contrato de los 40 trabajadores del CONARTE, es una consecuencia, de entre otras muchas, de la aplicación de esta norma, con un añadido: no sólo se actúa sobre los laboralmente más desprotegidos —los que no tenían planta—, sino que quizás se afecte al elemento humano con el que, gracias a su concurso, las actividades del día a día de la institución eran posibles. Sin ellos, es difícil imaginar que se pueda mantener, como mínimo, el mismo nivel en que venía desempeñándose (acepto, por supuesto, que entre estos 40 despidos pudo haber muchos de los que sólo pasan a recibir su salario cada quincena, vulgo aviadores que en verdad son los que engrosan la nómina). Desaparecer el Fondo Editorial de Nuevo León posiblemente se convierta en la más grave de todas las decisiones que se tomen, pues el resultado de su gestión está a la vista y muy pocos se atreverían a cuestionarlo.
Pero veamos un poco más de cerca la situación. Detengámonos un momento y tomemos en cuenta lo siguiente: Sin duda es duro saber del despido de estas 40 personas. Como lamentable es que se esté anunciando la cancelación de una serie de actividades que forman parte del hacer, de la vocación del CONARTE, la institución creada entre todos para hacerse cargo de la política cultural del estado. Con una reducción significativa de su presupuesto que le impida continuar, mal que bien, con su quehacer, poco o ningún sentido tiene seguir sosteniéndola. Igualmente triste es que se suspenda la actividad del Fondo Editorial, pues, insisto, su función y objetivos están más que justificados.
No obstante, creo que antes que acabemos de condenar estas “iniciativas del ahorro”, conviene —para no quemar la pólvora en infiernitos— saber bien a bien qué han decidido los jerarcas estatales sobre el futuro del CONARTE, y después conocer a cuánto ascenderá el presupuesto que el Congreso —no el gobernador— le asigne (si es que le asigna algo). De la misma manera es necesario sabes si al Fondo lo substituirá otra institución, departamento o dirección, que tenga funciones similares y esté lejos de las tentaciones gobiernistas.
Mientras no tengamos toda esta información, no quede claro cuál es el futuro que se perfila para la práctica artística en el estado, no podremos condenar o apoyar lo que se esté haciendo o dejando de hacer en esta área, aunque como también reza el dicho: cuando el río suena…
(Publicado originalmente en Milenio Diario)
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