Independientemente de la calidad, contenido, presentación, autor o autores, lugar o lo que fuera, nada me da más gusto que ver que se presentan exposiciones de fotografía en la ciudad, cuanto más cuando sucede en un espacio tan importante como lo es el MARCO. Entre todas, estoy convencido, coadyuvan a la consolidación de una cultura visual basada en el conocimiento de la fotografía, como, igualmente, a abatir nuestro analfabetismo visual.
Quisiera comentar hoy la exposición Citadinos del fotógrafo norteamericano Spencer Tunick que se presenta, desde el pasado 15 de enero, en el MARCO precisamente. Citemos, brevemente, lo que ya todo mundo sabe: en el 2007, Tunick visita el Centro Cultural Universitario Tlatelolco donde entrará en contacto con la valiosísima colección de arte mexicano de Andrés Blaisten. De este primer encuentro, el norteamericano producirá una serie de fotografías que son las que componen esta muestra, fotografías con las que Tunick pretende dialogar, inspirarse o llanamente referirse a las obras pictóricas o escultóricas de la colección Blaisten.
Lo anterior es el marco de referencia mínimo que necesitamos para entender, enfrentar y apreciar las 33 fotografías que componen la muestra. Agreguemos que, como en sus trabajos más conocidos, el espacio público, la ciudad en sí, son elementos fundamentales en el trabajo de este fotógrafo.
En tres grandes apartados coloco lo que vi y aprendí de mi visita a los Citadinos. En primer lugar —aunque no lo más importante—, que no siempre es mejor salirte del sello con que ya se te identifica. A Tunick se le conoce en todo el mundo por sus fotografías de desnudos multitudinarios ubicados en espacios públicos, parques, plazas, avenidas, etc. Menos conocidos son sus trabajos iniciales en donde, también con desnudos, fotografiaba, por ejemplo, las calles de Nueva York. La muestra del MARCO es como un volver atrás de Tunick, un regreso a sus inicios pues se trata de desnudos individuales en distintos sitios de la ciudad de México. Y en verdad es un retroceso pues el interés, el atractivo de los desnudos masivos aquí se pierde por completo, convirtiéndose, por tanto, en simples y malas fotografías de desnudo.
La segunda enseñanza que obtengo de la exposición, y tratando de seguir con lo dicho anteriormente, es darme cuenta de lo difícil que resulta hacer una buena fotografía. Son tantos los elementos que intervienen para lograr un resultado aceptable que no basta con que se trate de desnudos, que estén en las calles y plazas de la ciudad, que traten de insinuar o estén inspirados en otras obras, vamos ni siquiera que se trate de cientos o miles de personas desnudas. Hay siempre un algo extra que permite producir y reconocer una buena fotografía y estas ciertamente no lo son, y no lo son por planas, carentes de profundidad, saturadas, absurdamente posadas, sin sorpresas, sin haber explotado ni la ciudad, ni lo público del desnudo y mucho menos la colección Blaisten.
El tercer y último apartado —este sí el más importante—, es el que a través de estas fotografías he comprobado que afortunadamente son dos cosas, dos medios por completo distintos la fotografía y la pintura, y que lo logrado en la pintura no se puede repetir en la fotografía y viceversa. Me parece que el peor error de Tunick fue el haber querido parafrasear en algunas de sus piezas lo visto en las pinturas. Por ejemplo Las tres parcas de Rodríguez Lozano en la fotografía intitulada Tlatelolco, o de Anguiano la Cirquera rosa y el cirquero gris, en la fotografía Juárez. Y cuando acierta en alguna fotografía, dígase Michoacán o Avenida México, estas no tienen ninguna relación o ésta es muy, muy lejana, con las pinturas que cita (Parnaso mexica con catrinas de pulquería y Filósofo respectivamente), como para ratificar nuestra observación.
No puedo dejar de reconocer el atrevimiento de Spencer Tunick al realizar esta serie, acercarse a la pintura y escultura mexicanas desde otra cultura, y querer dialogar con ellas teniendo como colaborador a un medio por completo diferente, no es poca cosa, como tampoco puedo dejar de ver que de lo malo también se puede aprender y mucho y eso, eso, se agradece.
Publicado originalmente por Milenio Diario
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