Andreas Gursky. 99 cent II Dipthychon. 2001
(Nota del editor: La inserción de este día debería ir ilustrada por un retrato, dado que ayer mismo anunciábamos que esta semana la dedicaríamos a este género fotográfico. Como verán, el texto que sigue a continuación trata sobre el retrato, pero ustedes comprenderán que no podía encabezarlo poniendo la fotografía del gobernador, no la podìa poner por ser un pésimo retrato y porque tampoco él tiene méritos suficientes como para aparecer aquí. Así que tenemos dos opciones. Una, nos conformamos con conocer la fotografía más cara de la historia, que es la imagen que aquí aparece, o, dos, seguimos recreándonos con la imagen de Debbi Harry que estará aquí por un buen rato.)
En su momento lo dije, lo que empezó como una nota de prensa, terminó convirtiéndose en una mala comedia bufa. Me refiero a la denuncia que dio a conocer que se había pagado por la fotografía oficial del gobernador de Nuevo León, un costo que pareció inmoderado —algo más de $400,000.00 pesos—, y las secuelas que tuvo: declaraciones que fueron y vinieron, un gobernador que negó, amenazó, advirtió, prometió, mas pese a quien le pese su retrato ahí permanecerá hasta que termine su administración.
Sabemos que hay temas mucho más importantes, pero aún así hay tres puntos que quisiera destacar como enseñanza de tan triste evento. En primer lugar, que aún y cuando hay un departamento que se ocupa de este tipo de encargos (comunicación social), no se consulte al CONARTE al respecto. Me parece que no se entiende que una cosa es la fotografía del gobernador en público o en cualquier evento y otra la imagen que presidirá las distintas dependencias del gobierno estatal. Segundo, que ni el mismo gobernador se dio cuenta de qué clase de fotografía le estaban tomado y cuál fue el resultado. O sea, no hay discriminación por parte del equipo del gobernador entre uno y otro tipo de imagen. Y, tercero, inadmisible que se quejen del precio ¿a poco no les pareció excesivo cuando presentaron la cotización?
El problema no es si el servicio prestado fue oneroso o no, como tampoco la solución es que se restituya el dinero pagado, el problema radica en que se actúa en medio de la más absoluta ignorancia (política, económica, social, cultural) y no hay conciencia de ello sino hasta que se les exhibe públicamente, lo cual, francamente, deja mucho que desear.
Desde el ámbito estrictamente fotográfico tomemos en cuenta lo siguiente: Las tres fotografías que han rebasado todas las expectativas de precio en las subastas se encuentran en el rango de entre más de tres millones de dólares, la más cara, y millón y medio de dólares, la tercera más cara (99 cent II Diptychon, 2001 de Andreas Gursky y Untitled (cowboy) 1989, de Richard Prince, respectivamente), así que 400,000.00 pesos en ese contexto no representan nada.
Antes de los romanos no hay evidencia de retratos tal y como los entendemos hoy día, esto es, imágenes que representan los rasgos de una persona que culturalmente han sido definidos como aquellos que permiten hablar de la imagen como si fuera la persona de carne y hueso. Hay, entonces, una identificación de la persona por medio de la imagen, identificación que ha venido haciéndose más precisa a partir de la difusión de la fotografía. Su origen y desarrollo, unen al retrato a las estructuras de poder y de control que cualquier estado necesita ejercer para hacer saber quién es el que está a cargo del gobierno, así como para conocer quiénes son y qué hacen los que están bajo su dirección. Luego entonces se debería aprender a distinguir entre un retrato para la cédula de identidad, un retrato para la novia(o), y un retrato para darse a conocer como el todo poderoso.
El retrato fotográfico fue la primer aplicación comercial que tuvo la fotografía, es, muy posiblemente, el género fotográfico con el que estamos más familiarizados e incluso el que, quizás, más practiquemos. Fue un retrato lo que llevó a Roland Barthes a escribir su brillante ensayo La cámara lúcida, como retratos son también las fotografías que más nos conmueven o fascinan (recordemos el rostro de la joven afgana en la portada del National Geographic, o los ojos sin vida de los cientos de cadáveres que hemos visto a raíz del terremoto de Haití). Luego entonces, la gente menuda, la gente común, es mucho más sensible a estos temas porque entiende de qué le están hablando.
Finalmente, cuando quiero comprar alimentos voy al mercado, cuando quiero un banquete voy al gourmet, lo mismo sucede con los retratos, cuando este va a ser el oficial, no voy con el que me provee de andamios sino con un verdadero fotógrafo que tenga experiencia y reconocimiento en este género. Aquí en Monterrey los hay, muy buenos y mucho más baratos.
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