Desde el pasado día 14, el Centro de las Artes I, presenta una de las muestras más interesantes en lo que va del año, La mirada invisible. Colectiva internacional de fotógrafos ciegos, compuesta por el trabajo de 15 fotógrafos de los Estados Unidos, Escocia, Francia, Eslovenia y México.
Antes de continuar conviene aclarar que las primeras experiencias con este tipo de fotografía se remontan, como mínimo, a los años ochenta del siglo pasado para extenderse rápidamente por todo el mundo, incluido nuestro país que en muchos sentidos fue pionero en esta práctica, precisamente a partir de la obra de Gerardo Nigenda (que aquí se presenta) y el trabajo que realizó en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo de la ciudad de Oaxaca.
El interés pues que despierta esta muestra es múltiple y va de la curiosidad por ver cómo son las fotografías tomadas por invidentes, hasta cuestiones más teóricas como las que aquí trataré de plantear. Entiendo el sentido que se le quiere dar a la muestra con el título que lleva, pero me parece que la mirada presente en la exhibición es todo menos invisible, creo, al contrario, que ese es uno de sus méritos, haber permitido hacer visible lo que este grupo de personas ve, o concibe como su visión por medio de la fotografía.
Los trabajos expuestos se reúnen en tres grupos: aquel en que se encuentran las imágenes que se construyen con lo que se imaginan; los que surgen de lo poco que alcanzan a percibir; y aquellos que se ejecutan con el fin de mejorar lo que logran ver. De acuerdo a ello me parece que la exposición tiene más que ver con la ceguera y los problemas de la visión-percepción-concepción de la realidad, que con la fotografía, con lo cual no pretendo restarle validez, sino por el contrario, intento situarla en el campo en que debe darse su discusión y análisis. Son pues los especialistas en oftalmología, psicología, neurofisiología y filosofía, los que deben encontrar en estas imágenes material que permita entender mejor cómo funcionan, se complementan y suplen entre sí los sentidos y dan paso a la relación que establecemos con el exterior.
Desde el punto de vista de la fotografía, me parece que hay que considerar varios hechos. Por ejemplo, entre los productores que aquí muestran su obra, prevalecen los que tienen estudios de arte y los que han estudiado profesionalmente fotografía (antes o después de perder la vista), así como aquellos que no son invidentes de nacimiento. Lo anterior y las imágenes expuestas me lleva a preguntar hasta qué punto fotografiar se ha convertido en una práctica ya definida con muy poco o ningún espacio para la experimentación. Igualmente me pregunto si no es que el aparato fotográfico, la cámara, igualmente impone una serie de límites o posibilidades dentro de las cuales se puede hacer una fotografía; así no importaría si fueras vidente o no, ya que el resultado sería similar toda vez su obtención dependería del mismo aparato y de una operación semejante del mismo.
Esto no quiere decir que estas piezas carezcan de interés o valor como fotografías, hay buenos ejemplos sin lugar a dudas, pero quedan enmarcados dentro de lo que se podría ver en cualquier otra muestra.
En resumen, exposiciones como esta o las que se arman a partir de los trabajos fotográficos de comunidades de riesgo o en peligro (mujeres golpeadas; drogadictos; esquizofrénicos; niños de la calle, etc.) nos permiten entender de qué manera se percibe eso que llamamos realidad y darnos cuenta de que no hay una, sino muchas, tantas según sea el punto de vista que se ejerza. Pero, por lo general, desde lo estrictamente fotográfico es poco lo que aportan, puesto que su cercamiento al medio tiene muy poco que ver con un interés particular en él, quizás en otro momento podría haberse usado la pintura o, tal vez, como ya se está empleando, el video, pues su necesidad es de expresión, no de hacer fotografías.
Publicado originalmente en Milenio Diario.
Vert mabién: www.artes2010.wordpress.com
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