martes, 6 de septiembre de 2011

De piedra

Por regla general no escribo de exposiciones o proyectos en los que haya estado o esté involucrado, nunca falta quien te acuse de auto-promoción. Pero en este caso, como mi participación fue mínima y marginal, y porque creo vale la pena dar a conocer un par de observaciones, sí lo haré.
            Hace mucho me enseñó Jorge García Murillo que sobre una exposición se habla cuando te llena completamente o cuando no le encuentras nada, o sea, cuando tienes algo que decir sobre ella, nunca sobre las que te dejan indiferente.
            Igualmente, cuando hablamos de las muestras que nos colman nos detenemos para ponderar al productor y/o la obra, como si el éxito de lo que vemos dependiera exclusivamente de ellos, dejando fuera el comentario sobre algunos otros elementos que en definitiva contribuyen, y en ocasiones de manera decisiva, a la aceptación o rechazo que pueda tener la exhibición. Son de estos últimos de los que quisiera hablar en esta ocasión.
            He de referirme pues a la exposición La voz de mis manos del escultor Jorge Elizondo inaugurada el pasado 18 de agosto en el MARCO.
            Puesto que hay quienes mejor expresan la comunicación que les despierta el trabajo de Elizondo, yo enfatizaré en aquello que me parece no debiéramos perder de vista y que es fundamental para comprender no el trabajo, la obra, del productor sino todo lo que involucra el dedicarse a esta clase de tareas. Puede no gustarnos el trabajo de Elizondo, puede que él no sea de nuestro agrado, pero lo que nadie le puede echar en cara es que lo que hace, lo que ahora muestra en el MARCO, no sea el fruto de 30 años de quehacer ininterrumpido, de un trabajo agotador, demandante de un esfuerzo físico y mental importante, y con poco mercado; y si hoy se venden piezas como estas en la ciudad, se debe, sin dudarlo, a lo que ha producido pero también a la promoción que de este tipo de obra ha hecho el propio Elizondo.
            Estos 30 años de trabajo son importantes también porque nos hablan de la llegada a la madurez de una generación que decidió seguir la carrera de la producción artística a pesar de los pesares, cuando la ciudad apenas empezaba a asomarse e interesarse en serio en estos temas. Luego entonces, mucho de lo que hoy gozamos en este sentido se debe al esfuerzo y compromiso de Elizondo y la generación que se formó y creció con él. Una ciudad que puede hablar de que tiene por lo menos tres generaciones vivas conviviendo, no es cualquier ciudad, y su actividad cultural, tampoco puede ser cualquiera como para no reparar en ella.
            Mi segundo comentario tiene que ver con los elementos museográficos a través de los cuales se presenta el trabajo de Elizondo. Casi sin temor a equivocarme puedo afirmar que esta exposición es una de las que mejor museografía ha tenido el MARCO. Elisa Téllez y el equipo del propio museo, han hecho que el recorrido al que nos invita la exposición se convierta en una experiencia agradable e instructiva, en la que cada pieza luce los atributos que le son propios y la hacen relevante, en la que lo mismo apreciamos la transformación de las piedras que su génesis en el papel o a través de las maquetas. El trabajo realizado por Téllez entendió correctamente la relación entre el espacio de las salas y cada una de las piezas en exhibición y por medio del color, la iluminación y elementos museográficos (columnas y dinteles) creó el  ambiente necesario, el marco adecuado, para apreciar, analizar y hasta tocar las esculturas de Elizondo.
            Parece mentira que mientras el MARCO hace una serie de modificaciones para continuar con sus programas a pesar de las crisis financieras que todos padecemos, el gobierno del estado aplique una serie de recortes presupuestales al CONARTE, mismos que lo dejan prácticamente indefenso, en un momento en que la inversión en educación, cultura y deporte debiera ser la prioritaria, por ser algo que socialmente se ha vuelto urgente y necesario.

Publicado originalmente por MIlenio Diario

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