Miroslav Tichy.
No cabe duda que el verano nos aletarga a todos, así que, por lo pronto, no hay mucho que comentar. Sin embargo, me gustaría tratar, aunque sea brevemente, tres temas digamos de actualidad.
El primero de ellos es la noticia dada por este medio el domingo pasado sobre la intención de convertir al centro de la ciudad en un corredor cultural, lo cual, obviamente, es una buena noticia, pero...
El proyecto nace de la Agencia Estatal de Turismo, lo cual no tiene nada de particular, así como que será apoyado por los hoteleros y demás comerciantes de la zona; la idea, que no es nueva, es atraer más turismo y para ello, entre otros incentivos, se busca ofrecer una serie de actividades culturales como gancho o atractivo extra. El problema está en que en ningún momento se menciona (quizás se trate de una omisión de la nota) a dos participantes esenciales en esta clase de proyectos. Me refiero, por una parte, al CONARTE como garante de la calidad y profesionalismo de los eventos que se programe, y fundamentalmente, a la comunidad de productores que son los que realmente están cerca de las personas y saben qué es lo que en esas condiciones les puede ofrecer, a fin de no frustrar expectativas, ni repetir lo mismo de siempre.
Esperemos que no sea letra muerta el proyecto y se incorpore a él a estos dos elementos que sin duda le darán solidez y prestigio, y sobretodo posibilidades de éxito.
Los siguientes dos temas, nada tienen que ver con lo presentado hasta ahora, así que nos olvidamos de la ciudad para entrar al terreno de la mirada, en este caso de la mirada excéntrica. Dos eventos de próxima realización me llevan a esta reflexión, por una parte la exposición en septiembre de trabajos del fotógrafo Checo Miroslav Tichy (1926-2011) en Zürich, Suiza; el otro, la publicación de un libro sobre la obra de Vivian Maier (1926-2009) en la prestigiada editorial PowerHouse dedicada principalmente a la fotografía.
Lo interesante de ambos acontecimientos es que representan esa mira exótica que mencionó en un principio. En el caso de Tichy, sabemos que durante mucho tiempo fue considerado demente y que hasta que no fue descubierto por Harald Szeeman en el 2000, se supo de él y se inició la apreciación de su trabajo. La francesa Vivian Maier sufrió una suerte similar en el sentido de nunca haber sido considerada como fotógrafa y haber desarrollado actividades que se antojan un obstáculo para el desarrollo de su obra (era institutriz en Chicago cuando murió). Igualmente no fue sino hasta que John Maloof la descubrió en el 2007 que la conocemos y reconocemos como una de las fotógrafas más interesantes de la postguerra en los Estados Unidos.
Ya sea el voyerismo desmedido y desarticulado de Miroslav Tichy, o el registro metódico, objetivo y racional del correr de los años de Maier (llegó a reunir más de 100,000 fotografías), ambos casos nos demuestran el apetito que tenemos por imágenes que no sean las conocidas, las cotidianas, las normales, sino que por el contrario sentimos una terrible atracción por lo bizarro, lo fuera de la norma, lo grotesco o incluso lo morboso de las páginas rojas. Y es que en todos los casos lo que vemos a través de esas miradas que se desviaron de la mayoría, son experiencias a las que de otra manera no tendríamos acceso; las miradas heterodoxas que tanto nos atraen nos enseñan a ver el mundo como jamás nos atreveríamos a verlo, y en ese sentido seguimos buscando otros Tichy o Maier, pues seguros estamos de que aún hay mucho que aprender, mucho que ver y que no queremos perder.
Por desgracia es esta misma atracción por la mirada de los otros, de lo que se valen los medios para desviarnos cada vez más de la realidad, de las cosas, personas, situaciones, objetos, reales, no de los que aparecen en las brillantes pantallas del ordenador, la TV o en el cine, sino de los pobres, vulgares y común y corrientes objetos que forman nuestra realidad.
Publicado originalmente por Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
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