viernes, 26 de agosto de 2011

Papel III

Interior de un taller de fabricación del papel. Siglo XVIII (?)

Quien sí sabe de papel me añade una característica más a las que he señalado de este material, su mítica fragilidad; de hecho su lenta aceptación en Europa se debió, en parte, a que los pergaminos y vitelas garantizaban una mayor logevidad para el libro o códice en que se utilizaría; en ese entonces se decidió que los trabajos eventuales cuya temporalidad no era esencial debían ir en papel, en tanto que aquellos que se destinaban a la posteridad habrían de seguir siendo trabajados sobre los resistentes pergaminos. Por otra parte, la invención del papel, aunque se cree se efectuó allá por el año 105 d.C. en China, fue conservada en secreto por varios siglos ya que su función original no fue la de servir de soporte sino más bien como protección. Su introducción en Europa se debe a la presencia de los Árabes en la península Ibérica, fundándose el primer taller productor de papel en el 1056 en Córdoba. Es claro que una de las caraceristicas que pueden resultar atractivas de una obra sobre papel es su aparente fragilidad, su casi éterea presencia, pero no nos engañemos, por la evidencia que tenemos, es más probable que un libro o un manuscrito contemporáneo duré más tiempo que el disco duro más sofisticado que se tenga, diganlo si no los cientos de volúmenes que conservamos desde la antigüedad en esos misteriosos lugares que llamamos bibliotecas, lo mismo tenemos en ellas textos como las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio (s. XIII), que la última novela de Marío Vargas Llosa, en sus versiones originales.

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