martes, 19 de julio de 2011

Malo no...Pésimo!!


Por fin tuve oportunidad de conocer al más reciente de los museos en México, el Soumaya, cuya nueva sede fue inaugurada el 1 de marzo pasado.
Por desgracia desde la llegada al lugar las decepciones se van sumando. El edificio que se promocionó tanto y que tuvo una inversión de más de 800 millones de dólares, resulta ridículamente chaparro rodeado por edificios que le sacan 5 o más plantas de altura, por lo que está condenado a ser sólo una construcción caprichosa que difícilmente sobresaldrá en ese entorno. Además, las condiciones para su acceso desde la calle, que aún no están concluidas, hacen de la entrada un muladar que arruina la visita al museo.
Si el edificio en su exterior resulta un absurdo, su interior da la impresión de ser una inmensa bodega en la que se han acomodado, sin ton ni son, diversos objetos más o menos identificados. Da pena la poca  calidad de los acabados —cuando los hay—, el desperdicio  de espacio, lo torpe de las rampas, la falta de sentido en los recorridos, y lo más grave, la pura y simple acumulación de más de 6000 piezas que aquí se exhiben; cualquier nombre se le puede dar a este mostrar obras y objetos, menos el de museografía porque esta es inexistente. El arquitecto  de la obra, yerno del dueño para acabarla de amolar, un tal Fernando Romero, parece que jamás ha puesto pie en un museo, porque aquí quiso construir cualquier cosa menos un recinto de esta naturaleza.
A pesar de su arquitectura, de la mala calidad en su construcción y de la ausencia de trabajo museístico, no creo que sea lo más dañino ya que lo material siempre tendrá remedio, lo que hay que cuestionar es cómo un buen proyecto —construir un museo para albergar una colección que poco a poco se iba legitimando— puede caer en tan malas manos. El problema es que este Museo Soumaya no se da en el vacío o aparece de pronto, forma parte de la Fundación Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, por lo que no se trata de la puntada de algún provinciano excéntrico que al no saber qué hacer con su dinero decide construir el casino del pueblo tipo Partenón. Uno no puede menos que preguntarse si no hubiera sido posible contratar a Frank Ghery o Norman Foster para construir el museo, o si se quiere a los nacionales Teodoro González de León, Ricardo Legorreta, Enrique Norten, que tienen amplia y probada experiencia en el diseño de museos. Y si no hubiera sido posible contratar a los museógrafos de Nueva York, París, Londres, Berlín, o hasta de Las Vegas, ¿entonces para qué demonios sirve ser el hombre más rico del mundo?
No puedo creer que el Sr, Slim o sus descendientes no conozcan, no hayan estado, aunque fuera por compromiso, en alguno de los grandes museos del mundo o de México, y no se den cuenta de la enorme diferencia que hay entre éstos y lo que les han dado como museo y que no es más que un remedo que los hace quedar mal aquí y en cualquier otro lugar.
Basta con darse una vuelta por los museos de la Ciudad de México, el de Antropología, el MUNAL, el MUAC, el Franz Meyer, hasta al Carrillo Gil, para darse cuenta de la gran tradición museística que hay en la capital del país. No sólo contamos con arquitectos de sobrado renombre sino también con reconocidos directivos, curadores, educadores, diseñadores, montadores, que bien pudieron haber hecho de este proyecto un verdadero orgullo para todos, empezando por la familia Slim. Lo peor de todo es que difícilmente la Fundación Carlos Slim, él mismo o sus herederos, estarán dispuestos a poner en marcha otro museo, uno de verdad, o sea, se “quemó” el proyecto que podría haber dado vida a un museo o centro cultural ejemplar (al estilo de los de la fundación Getty).
Prefiero pensar que un buen proyecto cayó en manos inexpertas, que creer que a este hombre todo el dinero del mundo no le ha enseñado a apreciar y fomentar la cultura y las artes, que finalmente para eso y nada más, debería servir el dinero.
Publicado originalmente por Milenio Diario

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