martes, 5 de julio de 2011

MARCO 20 años


Como se sabe el 28 de junio, el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, MARCO, cumplió 20 años y aunque la institución ha sufrido cambios importantes respecto al proyecto original, el resultado no podría ser mejor: 178 exposiciones, una buena parte de ellas de primera línea, y más de tres millones de visitantes, son cifras que, dadas las circunstancias, no cualquiera puede presumir.
Si mal no recuerdo, cuando se empezó a planear la creación del museo, en medio de la euforia por el famoso TLC, se hablaba de él como un umbral a través del cual fluiría lo mejor del arte contemporáneo de México y América Latina, hacia los museos, galerías y coleccionistas norteamericanos y del resto del mundo. En ese momento el panorama local, nacional e incluso mundial era por completo diferente al de hoy día. El arte que se producía en nuestro país y  algunos otros de América del sur se encontraba a la alza; las instituciones culturales privadas se encontraban a gusto con el nuevo modelo de cultura que se proponía desde el sector público con la creación del CONACULTA. Localmente, empezaba a destacar Julio Galán y a llamar la  atención nacional otros nuevos  productores; el extinto Museo de  Monterrey se hacía cargo de la demanda por el arte internacional, y había un mercado de arte, si bien incipiente y más silvestre que el actual, era constante y permanente.
 Es claro que en 20 años la situación es otra por completo y si se creyera que los propósitos iniciales podrían continuar siendo válidos, la verdad es que las tendencias geoculturales también se han visto modificadas, teniendo nuestra producción artística que competir ahora (por lo menos en lo que hace a las artes visuales) con una plétora de nacionalidades emergentes que colman los apetitos estéticos y  comerciales del circuito internacional. A estos cambios son, entre otros, a los que ha tenido que adaptarse el MARCO. Su vocación latinoamericanista y  exclusivamente contemporánea ha tenido que evolucionar a una visión global e incluir en sus muestras a lo más recomendable del arte moderno. Pero quizás el giro más interesante y que sin duda le puede redituar más en términos de públicos, relevancia y liderazgo cultural, lo ha sido el incluir en su programa de exposiciones a la arquitectura, un tema difícil para el gran público pero que gracias a los nuevos recursos museográficos puede convertirse en exhibiciones espectaculares. En este mismo sentido se encuentra su inclinación por el video. Pero sobretodo, el haberse ido sobre manifestaciones populares que, de entrada, no parecerían propias de un museo, o mejor dicho, que hace 20 años no se habrían tomado en cuenta. Hablo de las exposiciones de Pixar, de la BMW y de Dominique Lemieux. Haber dado este importante paso, que por fortuna le redituó de inmediato buenos resultados, confirmó las decisiones tomadas a la vez que reforzó la necesidad de seguir por este camino.
No obstante, el principal reto al que se enfrenta el MARCO  es asegurar su permanencia. La ciudad, hoy más que nunca, necesita de esta clase de instituciones, por lo que invertir en ella representa una ganancia que quizás no se mida en pesos y centavos pero sí en bienestar y tranquilidad social. Patrocinar a la institución o alguna de sus múltiples actividades, no sólo garantizan un prestigio difícil de obtener a través de otros medios, sino que aumenta el capital simbólico de quien lo hace, lo que a su vez se convierte en moneda de cambio en otro tipo de transacciones.
Sin duda nos esperan nuevos cambios, el mundo seguirá evolucionando hacia rumbos aún desconocidos y la producción cultural y artística tendrá idéntica suerte. Los siguientes 20 años del MARCO nos pondrán a la puerta de la primera mitad del siglo, que más satisfactorio para esta ciudad que verse en ese momento, triunfante y pujante gracias a haber sostenido una apuesta que inició el siglo anterior, por la cultura.
Publicado originalmente por Milenio Diario

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