Uno de los temas que se presentaron y debatieron en la recién concluida Feria Internacional de Libro, fue, el futuro que le aguarda, no a la feria, sino al libro. Pensadores como Roman Gubern hicieron la defensa a su favor, a la vez que le auguraron una larga y venturosa vida.
El tema no es ocioso, se ha vuelto popular debido a la presencia, ya no circunstancial, de los llamados e-books, o libros electrónicos, que como nos hemos enterado ya han desplazado en ventas al libro tradicional en las grandes distribuidoras mundiales (Amazon). Así que se va generalizando la impresión de que tarde o temprano estos libros virtuales terminaran por desplazar a ese raro objeto por el que tenemos sentimientos encontrados, llamado libro.
Temas y argumentos parecidos han salido a la luz respecto, por ejemplo, a la imagen digital. Hace unos meses, de visita en la ciudad, la fotógrafa Cristina Kahlo, se mostraba partidaria de la imagen análoga y hacia ver sus cualidades sobre la digital. La discusión la podemos rastrear en el campo de la música, y más allá en el de la literatura al hablar de cómo se van perdiendo habilidades y prácticas tales como el redactar una carta o un memorándum. Y ni qué decir de las redes sociales que desplazan formas de socialización reales a favor de las virtuales o electrónicas. En todos los casos se trata de defender formas previas del medio o de protegerlas ante la amenaza que suponen formas más nuevas o que de plano lo innovan por completo.
Cuando en 1839 François Aragó presentó ante la Academia de Artes y Ciencias de París el invento de Daguerre, el pintor Paul Delaroche, se levantó anunciando que la pintura había muerto. A casi dos siglos de aquella premonición, fotografía y pintura continúan gozando de excelente salud, es decir, la fotografía jamás supuso una amenaza para la pintura, ni esta languideció ante la presencia o irrupción de aquella.
Cito este pasaje porque me parece nos puede ayudar a comprender esta situación. Si la fotografía no substituyó a la pintura, se debe a que son dos medios distintos, dos lenguajes que reproducen la realidad de manera diferente por lo que cada cual tiene su versión que antes que competir se complementan, enriquecen la reproducción de imágenes y nos enriquecen a nosotros como espectadores.
Por fortuna el ego de Daguerre impidió que su invento se llamara pintura de luz o pintura con luz; la denominación daguerrotipo llevó al Henry Fox Talbot y demás colegas a buscar otro tipo de nombre hasta dar con el de fotografía. Creo que algo parecido debe suceder con los libros, mientras sigamos llamándolos con el mismo nombre siempre nos parecerá uno mejor o peor que el otro, o que uno, el más nuevo, desplazará al más viejo, cuando en realidad se trata de dos medios con posibilidades por completo distintas; un libro electrónico jamás será igual a uno de papel, porque es otra cosa, no es un libro es la pantalla de un ordenador; un correo electrónico, un mensaje por twitter o messenger, nunca podrán igualarse a una carta manuscrita no porque ésta esté superada, sino porque son dos prácticas distintas, con fines y objetivos también distintos. Mientras no encontremos mejores denominaciones para las innovaciones que el mundo digital nos ofrece seguiremos cayendo en este tipo de discusiones y en trampas que nos hacen creer que el mundo tal y cómo lo conocimos está a punto de desaparecer (lo que sucederá sin duda y está sucediendo pero no apocalípticamente como se quiere dar a entender cuando se argumenta a favor de los medios y prácticas del pasado).
La producción editorial sí disminuirá en el futuro y ojalá no sea un futuro muy lejano, pero porque la producción de papel se verá acotada, esto sí es un freno real al libro tal y como lo conocemos pero es a cambio de un bien, el que nuestro nietos conozcan los árboles y bosques, mientras nosotros nos acostumbramos a leer en la pantalla del ordenador.
Publicado originalmente por Milenio Diario
Ver también: http://www.artes2010.wordpress.com/
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