Pongámonos en el lugar de una persona cualquiera que el
domingo va de paseo con su familia al parque fundidora. Una vez ahí se encuentra
que en el Centro de las Artes hay dos muestras diferentes, en la Fototeca, la
denominada PFC 12 y un poco más allá,
en la Nave Generadores, la recientemente inaugurada (nov. 23) Bienal Nacional de Arte Emergente. Ahora
imaginémonos a esta misma persona, después de haber recorrido ambas
exhibiciones, tratando de explicar a los suyos y a sí mismo, por qué siendo lo
mismo en ambos espacio no hay relación entre ellos, por qué se presentan como
dos cosas diferentes cuando una podría ser la extensión o continuación de la
otra, por qué uno es arte emergente mientras que los otros son trabajos en
proceso, resultado de un curso o capacitación.
La Bienal de Arte
Emergente, según se declara en las cédulas de presentación contó con más 1800
obras de 640 diferentes productores de todo el país. Se seleccionó, para la presentación
de obra y premiación, a algo así como 45 productores. De ellos, se dice que la
predilección que muestran por los nuevos soportes, video y fotografía, puede
deberse a que tienen más familiaridad con ellos que con cualquier otro medio,
lo cual es cierto pero no suficiente
para explicar esta tendencia. Se presentan, por ejemplo, trabajos como el de
Lucía Castañeda Garma que bien podrían pasar por la tropicalización de la obra de
Andreas Gurzki, las de Katnira Samantha Bello, o de Daniela Garza Maldonado, mejor
aún, la que ganó uno de los premios de adquisición, la de Alejandro Palomino,
pero ¿por qué no están en el otro espacio, es decir, en dónde se presenta la
fotografía contemporánea?
Conozco las
respuestas obvias pero me interesa ir más allá para tratar de comprender por
qué la producción artística se encuentra en este estado. Quizás la
característica que señalaba Ramírez Limón cuando vimos el PFC 12, acerca de que la fotografía podía expandirse hasta volverse
un híbrido con otras manifestaciones, habría que alargarla y decir que puede,
incluso, tomar el lugar de otras manifestaciones. En otras palabras, no se
trata únicamente de que la fotografía pueda, por su propia plasticidad, ser
cómplice con otros medios para crear nuevas piezas, sino de que llegue a substituirlas,
a tomar su lugar, como es el caso de
esta Bienal.
Si comparamos lo
fotográfico y los trabajos en video, con lo que se presenta de pintura
tradicional, nos daremos cuenta de la enorme brecha que existe entre los
diferentes medios de representación (y todo espacio vacío tiende a ocuparse).
Salvo el trabajo de Itzama Hugo Reyes, cómo pintura, no hay nada más que valga
la pena mencionar.
Me interesa
comprender estos cambios, porque me gustaría que ese hipotético señor que entró
con su familia a estos espacios, pudiera darles una explicación que los hiciera
regresar muchas otras veces a ver qué es lo que se está exponiendo, tal y como
la podía dar cualquier visitante a los Salones de Anuales del Louvre al mediar
el siglo XIX. Y para este fin ¿no serviría que ambos espacios, Fototeca y Nave
Generadores intercambiaran notas y se referenciaran mutuamente? El PFC 12 se inauguró el 20 de noviembre,
tres días después la Bienal, ¿no podrían haberse comunicado y percatarse de
esta situación en lugar de vivir como esquizofrénicos?
Nada más ajeno a
mis intenciones que sugerir se altere o viole la autonomía de los espacios o se
modifique su programa de actividades, lo que creo es que sí estamos ante un
fenómenos de cambio, de transición en la producción simbólica, deberían ser las
instituciones encargadas de su promoción, difusión y apoyo, las primera en señalar
esta situación y procurar hacerla comprensible a los demás, porque ¿de qué
sirve tanto esfuerzo en organizar eventos, premiar y promocionar productores,
si nadie entiende qué pasa?
Obviamente no es
función de estas instituciones educar en la apreciación del arte contemporáneo,
pero ofrecer una ayudadita a sus visitantes no vendría mal.
Publicado originalmente por Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
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