martes, 11 de diciembre de 2012

Cuento(s) de Navidad (I de III)

 

Puesto que el ritmo de  actividades relacionadas con las artes visuales se desacelera en esta época, se cuenta con más tiempo y espacio para reflexionar, repensar, reconsiderar, mucho de lo que se hizo y se dijo, así como para desear la  procuración de un futuro venturoso.

Esto es pues, lo que intentaré las últimas tres entregas de este aciago 2012. El hilo conductor serán los textos que he publicado las  dos semanas anteriores, el dedicado al llamado PFC 12, y el de la semana pasada, a la Bienal Nacional de Arte Emergente. Creo que ver ambos temas, desde otra perspectiva, puede funcionar para continuar con un diálogo que ojalá fuera interesando a más gente.

Empiezo, de hecho, por esto último. La columna de hace una semana la intitulé ¿Cómo entender?, no por retórica, sino porque realmente me preocupa saber qué pasa con el público, con los visitantes a los espacios oficiales y privados y se  encuentran con muestras, exposiciones (no importa si son de arte griego o ultramoderno), que no les dicen absolutamente nada, es decir que su experiencia de haber ido al museo o centro cultural, cuando mucho, se convierte en una aburrida referencia para el FaceBook o Twitter. Primera llamada de atención: el arte, la exhibición de objetos que así llamamos, salvo casos extraordinarios, no es para todos, estas muestras son única y exclusivamente para quienes se han convertido en sus aficionados. Si esto fue verdad a partir del siglo XIX, mucho más lo es hoy día. Así, al igual que cualquier otro espectáculo, tenemos un problema de formación de públicos, de públicos aficionados.

En la génesis, ampliación y preservación de este problema todos cargamos con una parte de culpa. Hablemos por ejemplo de los productores. Al margen de cuán decepcionados podamos estar de la Modernidad o simplemente del presente y el futuro, hace mucho que el único espacio público que ocupan los productores es el de las páginas de sociales y revistas del corazón (entiéndase que hablo en términos generales), cuando hay cuestionamientos de otro orden siempre aparecen en páginas interiores, en letras más pequeñas, como excentricidades, lujitos que se da el productor. Y es que los hemos ido marginando, expulsando de la arena social, la política, la economía son temas demasiado serios como para dejarlos intervenir en ellos, ¿qué tendrían que decir que no hayan dicho ya los especialistas?

Si nuestros productores se han convertido en estrellas del corazón, el lujo y la apariencia, ello se debe a que a eso hemos reducido la producción de objetos simbólicos; como nunca antes son, se conciben, circulan, se exhiben, como mercancía cuyo precio es sinónimo, no de calidad, pero sí de distinción. Como en este proceso, el del productor como figura, el de la obra como mercancía, se genera una industria que a su vez secreta el aceitito (dinero) que hace que los engranes funcionen nadie se molesta en cuestionarla o revertirla  porque a todos nos conviene.

Más allá de los beneficios que acabo de mencionar, los económicos, es tan difícil señalar y percibir otros que no sean a largo plazo, que finalmente dejan de interesar a quienes deberían preocuparse por la promoción y apoyo a la producción, me refiero, por supuesto, a la iniciativa privada, pero sobretodo al sector público. La verdad, y lo vemos año con año, ¿para qué invertir en museos, exposiciones, conciertos, editoriales, actores, si son un pozo sin fondo que no resuelven los problemas de este momento que son, por lo demás, los que demanda la ciudadanía?

Me parece que uno de los retos que habrá que enfrentar en el futuro inmediato es cómo hacer entender a grupos cada vez más amplios qué es lo que les ofrece, de qué les habla la producción simbólica en general y la contemporánea en particular, pero para ello, para interesarlos, primero, creo, hay que trabajar más en todos los demás eslabones de la cadena, sólo así cobrarán el sentido que supuestamente siempre ha representado el arte.

Publicado originalmente por Milenio Diario

No hay comentarios:

Publicar un comentario