Al continuar con esta serie, las líneas que siguen abordan
algunos aspectos generales que pudieran servir en una discusión sobre lo
contemporáneo. Para ser más específico, en lugar de hablar de “lo
contemporáneo” que se aplica sin ton ni son a prácticamente toda actividad u
objeto, me centraré en lo que se denomina “arte contemporáneo”; como la
categoría es igual de amplia y puede designar cualquier producto que se esté
produciendo ahora, entenderé por arte contemporáneo sólo al que se presenta o
es presentado como tal o bajo una denominación semejante (Arte Emergente).
El
punto es importante porque el término contemporáneo pasa de indicar la
pertenencia a un momento histórico a ser un estilo, lo que ya habla de una
transformación, que se ha pasado de la historia a la estética. Así pues, en
realidad este cambio forma parte de una red mayor de transformaciones que
acompañan a la producción de objetos simbólicos por lo menos desde finales de
los años 80 del siglo pasado. Más concretamente, el arte contemporáneo, lo que
llamamos de esta manera, es una parte, un
producto de la crisis general de las representaciones y los medios con que
las llevábamos a cabo; pero, no es sólo que hoy tengamos más medios para la representación
simbólica de la realidad,
sino que en tales cambios
quedaron incluidas también las funciones, roles o papeles que solían desempeñar estos objetos, de ahí que se hayan tenido que refugiar entre las mercancías dando vida a un mercado voraz que consume, obviamente, sólo lo recién hecho.
Mas el arte
contemporáneo no es mejor ni peor que el que se estaba produciendo hace 100
años, simplemente es diferente y ello se debe, entre otras cosas, a que nuestra
idea de qué es o qué debe ser el arte ha cambiado, no sólo qué es el arte de
nuestro tiempo, sino la del arte el general, llámese como se llame, o como se
le haya denominado en algún otro momento (artesanía, ilustración, moda, etc.)
Así pues, la idea sobre el arte de este momento, que se encuentra en proceso, que
está definiéndose, es la que nos resulta diferente, tan diferente como resultó
la propuesta de la Modernidad al siglo XIX.
En este proceso de
cambio percibo tres, por llamarlos de
alguna manera, peligros o tendencias que contrastan con las ideas que sobre al
arte hemos tenido a lo largo de la historia. La primera de ellas es que todo el
campo cultural termine en manos del mercado y que lo que nos presenten como
arte se reduzca a objetos destinados y consumidos por una elite (económica,
social, política, etc.) sin opción a ser compartidos por otros grupos
igualmente interesados por estos productos.
Una segunda
tendencia es el desconocimiento del pasado, hablo de ignorancia y no de
negación, combate o supresión, lo que deja a todo producto nuevo,
contemporáneo, huérfano, creyendo que es resultado de una ocurrencia,
genialidad o el azar.
Finalmente, un
tercer peligro si se quiere, es la tremenda facilidad con hablamos de estos
temas, es decir, la falta de rigor en la discusión de los mismos. Creemos que
contemporáneo es estar conectado a la corriente eléctrica o a una batería, al
IPod o al video HD. La discusión se centra en la novedad, en el empleo de los
medios, en la inserción en la globalización, en el reflejo de la subjetividad,
etc., y en todo caso lo que hoy se dice mañana se olvida y se vuelve a inventar,
pues el discurso y no el objeto es lo que legitima su pertenencia al campo del
arte.
Si estos cambios
llegan a tener un fin, quizás veríamos un panorama en dónde la idea común de
Arte dejará de tener vigencia para dar paso a múltiples ideas de qué y cómo
debería ser el arte, cada idea apoyada por la producción de objetos,
contemporáneos o del pasado que materializaran tales ideas. En conclusión,
podemos estar a las puertas del Multiarte que substituiría definitivamente al
sistema de las Artes que hasta ahora ha prevalecido.
Publicado orignalmente por Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
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