Conviene recordar que el tatuaje, además de haberse convertido en moda, se ha venido exhibiendo en foros culturales como manifestación del mundo contemporáneo, forma de dibujo, o práctica artística en sí misma; no olvidar, por ejemplo, que durante la inauguración de Alfileres en la burbuja en la Pinacoteca del Estado, se presentó, a manera de Performance, un tatuador, y que, el año pasado, en la galería de la Alianza Francesa, Cecilia Martínez, hizo intervenir algunos de sus dibujos por el trabajo de otro tatuador. Además, si tomamos en cuenta que la decoración corporal es milenaria y se encuentra en muchos grupos culturales con los que estamos en contacto, concluimos que el puro tatuaje no es ninguna novedad en la ciudad, ni como moda, ni como práctica cultural o artística.
Empezar estas líneas con este recordatorio, tiene por objeto delimitar el campo dentro del cual sea contemplada y entendida la muestra que el pasado 20 de mayo inauguró el MARCO con trabajos del Dr. Lakra, a quien se le califica lo mismo de productor que de tatuador sin embargo, si la muestra tiene algún valor, éste no le viene por el lado del uso y explotación del tatuaje.
Más interesante es preguntar qué hace el Dr. Lakra con el tatuaje, y lo que produce resulta ser más sugestivo. Sobre impresos antiguos de luchadores o actrices de cine y vodevil (posters), dibuja simulando tatuajes con los que podrían haber cubierto sus caras y cuerpos (ver, por citar uno: Sin título (mujer en bikini con dibujo), 2009). Estas obras, así trabajadas, vienen a ser la culminación de una larga tradición de intervenciones sobre impresos públicos, que van desde poner bigotes y hacer chimuelas a las modelos, hasta las alteraciones que sufre merecidamente la propaganda política. Es en este sentido que estas ilustraciones están insertas en el imaginario de nuestra cultura popular, lo distintivo de ellas es que en lugar de las ofensas que se les practican, Lakra los trata como si fueran verdaderos cuerpos que cuidadosamente va tatuando.
Una variante de estos trabajos son las postales antiguas que igualmente son intervenidas con el mismo recurso, es decir, lo que en ellas aparece, también se tatúa (Sin título (tab.25), 2005). Más que otro tipo de trabajo, complementan la muestra dos variantes del mismo modelo. Por un lado fotografías vintage de modelos desnudas intervenidas con dibujos que las enmarcan o que simulan eróticos adornos (Mujer sin rostro, 2009); y por otro, más interesante aún, a fotos en relieve (que no son invento mexicano por cierto) no sólo se les tatúa, sino que en algunos casos se les cambia el rostro por construcciones hechas con insectos o partes de moluscos (Sin título (Retrato de familia), 2004; Sin título (Chaleco y pañuelo blanco y collar de flores), 2007), creando así personajes fantásticos, kafkianos.
Ahora bien, hasta aquí parte del campo dentro del cual la exposición se observa y se busca entender. A pesar del interés que pueden despertar piezas como las citadas o cualquier otra, al ver la siguiente uno se encuentra con lo mismo, y en la siguiente también y así sucesivamente, es decir los trabajos se van repitiendo, todos se vuelven predecibles, unos con más, otros con menos tatuajes, pero todos son lo mismo, lo cual, hace de la exhibición un evento poco estimulante por no decir aburrido.
Por otra parte, las intervenciones que Dr. Lakra hizo sobre las paredes de las salas en donde se exhiben sus trabajos, no sólo son poco agraciadas, sino que en el contexto de la exposición, carecen de articulación con los demás trabajos, como igualmente desafortunadas son una serie de pinturitas monocromas que ni siquiera llevan cédula.
No dudo que Dr. Lakra sea un exponente internacional de nuestra cultura Pop, ni que esté considerado entre los productores más destacados del país, pero habiendo visto su muestra me pregunto si es que a estos trabajos no les quedó grande el MARCO.
Publicado originalmente por Milenio Diario.
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
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