A fin de no generar entendimientos equívocos o dar pie a que se tergiverse mi comentario sobre la exposición Los nuevos grandes maestros mexicanos, inaugurada en el museo El Centenario, el pasado 16 de junio, inicio con un par de comentarios que, además, han de verse como complemento de lo que he venido desarrollando en este mismo espacio las dos últimas semanas.
La manera en que entiendo lo que es una buena pintura, la definición o descripción que he dado de ella, es histórica y social; esto quiere decir que es resultado del momento que vivimos, y es social porque se encuentra determinada por el desarrollo y características que conforman a la sociedad contemporánea. Y agrego, es subjetiva. En resumen, mi concepción de una buena pintura, como la de cualquier otro, es parcial, relativa y personal, por lo que antes que imponerse como verdad, se propone como un campo o arena de discusión, de problematización, de conceptualización.
Segundo. Que en algunos momentos en la historia de la pintura esta se haya dedicado a la reproducción de imágenes que sean semejantes a una visión parcial de personas, cosas o situaciones, no significa otra cosa más que eso, que ha sido una meta concebida como importante por una sociedad en un momento dado, pero que puede (y de hecho así ha sucedido) cambiar y ser otra al modificarse las condiciones sociales e históricas que habían dado lugar a la meta anterior; ninguna de ellas es superior a la otra, ni es más verdadera, objetiva o valiosa. Puede, eso sí, que en lo personal nos guste más un fin que otro (la pintura naturalista sobre la abstracta), pero eso carece de valor teórico, no pasa de ser una opinión de sobremesa más o menos informada.
La exposición a la que me he referido, la del Centenario, presenta la obra de doce, me parece, jóvenes productores. Según se lee en la hoja de sala, han sido reunidos a partir de una investigación de campo a través de la cual se fue en busca de “... talento fresco y expresiones nuevas.”
Creo que como todo en esta vida, hay que renovarse, por lo que no veo nada extraño en que surjan propuestas que apunten en ese sentido, el de la renovación, hablar por tanto de Los nuevos grandes maestros mexicanos, puede resultar una declaración un tanto cuanto desproporcionada, pero válida desde esta perspectiva, la de la propuesta, la de la apuesta, incluso, si se quiere, la de la confrontación. Pero hay una gran diferencia entre esta actitud a dar por un hecho que estos o cualquier otro productor por el simple hecho de que se ajustan a una visión, gusto o preferencia personal, sean los únicos, los escogidos, los verdaderos no sólo pintores mexicanos, sino los auténticos grandes nuevos maestros mexicanos de la pintura.
De los doce expuestos, por lo menos cuatro son dibujantes, seis dependen del dibujo en su pintura, por lo que sólo dos presentan pintura-pintura. La temática que manejan, en términos generales, se encuentra entra Arturo Rivera y Martha Pacheco, y como se puede concluir, toda la obra es figurativa.
Independientemente de la calidad naturalista de los trabajos expuestos, si los vemos como propuesta esta presenta una doble falla. Por una parte desconoce todo lo que otros jóvenes productores se encuentran trabaja en este mismo momento y que tienen el mismo derecho a ser considerados grandes maestros, por más que no nos guste lo que hacen. Y dos, al cancelar cualquier otra opción de producción, repiten, quizás inconscientemente, las mismas acciones que le imputan al que creen es el bando contrario, esto es, hacen uso de la descalificación como instrumento de juicio.
Qué bueno sería si en lugar de perder tanto tiempo y espacio en la discusión de temas tan superados, nos enseñaran a gozar lo mismo del Dr. Lakra, que de estos doce ilustradores, o de la pintura de Ageda Lozano, de todos, seguro estoy, algo podemos aprender y en todos hay mucho que apreciar.
Publicado originalmente por Milenio Diario
Ver también: www.artes2010.wordpress.com
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