Si esta no es la más famosa de las fotografías de Héctor García, sí es una de las más difundidas, el Vientre de concreto, que reproduce una de las más tristes realidades de la Ciudad de México, la de los niños de la calle. Cuentan las malas lenguas que el negativo de esta imagen, como el de muchas otras, se encontraba traspapelado en la inmensa maraña que deben formar más de un millón de tiritas o cuadritos de película, y que cuando se rescató de aquel caos, se encontraba tan maltratado que hubo que rehacer la imagen original por medios digitales para más o menos obtener la apariencia que aquí tiene. No me parece exagerada la anécdota pues pocas veces pensamos en la trascendencia y para García, la publicación original de la imagen, cumplía ya, a la perfección, con sus intereses. ¿Quién pensaría que años después la misma imagen seguiría despertando los mismos sentimientos e ideas? Y es que en este caso, contrario a lo que sucede con otras fotografías de García, el tiempo no existe, en tanto que se trata de un símbolo universal que tampoco tiene espacio pues lo mismo vemos esta escena en la Ciudad de México, que en Washington D.C., Barcelona o Johannesburgo. Este es el valor de trabajos como el de Héctor García.
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