Para muchos de nosotros, no puede haber motivo de mayor alegría que ver al Centro de las Artes rebosante de actividades. Y aunque la mayoría se han concentrado este mes, lo importante es que abren las posibilidades de entrar en contacto con personas y obras de otras latitudes y con otros antecedentes lo que siempre enriquecerá a los nuestros. Dentro de las actividades que se han generado estos días estuvo la inauguración (junio 7) de la muestra Nature Morte, de la fotógrafa de origen alemán, Vera Mercer, expuesta en la Cineteca-Fototeca.
La exposición es de tal lujo, exuberancia o exoticidad que, de entrada, apabulla al visitante, es más, da la impresión de tratarse de una muestra enorme, interminable, cuando en realidad son únicamente una veintena de fotografías. Para quien no la haya visitado, apuntaré que se trata de imágenes que pertenecen a un género preciso: la naturaleza muerta (de ahí el nombre de la exhibición), lo que quiere decir que Mercer ha fotografiado mesas en las que se han arreglado animales muertos, flores, plantas, frutos y semillas, y algunos otros utensilios. Su exuberancia o “exotiquez” le vienen tanto por el gran tamaño de las impresiones, como por los colores y formas de animales y flores, la iluminación y la cuidadosísima composición que tienen y que produce, por cierto, un curioso efecto de tridimensionalidad en un espacio muy reducido (el de una mesa).
El tratamiento del género nos remite a la pintura holandesa de los siglos XVII y XVIII. En el texto de sala que se ofrece, su autor, Humberto Chávez, juega con el Nature Morte del francés y el Still Life del inglés, para crear el Still Morte, muerte suspendida o quieta, lo que le permite desarrollar sus ideas en torno al trabajo de Mercer. Yo agregaría que más allá de las denominaciones en francés, inglés e incluso en español, tuviéramos presente que el origen del género es el Memento Mori y una derivación de él, que es la que se aplica a estas imágenes, el Vanitas, subgénero que es una parábola moral que sirve para mostrar cómo es que los placeres de esta vida son fugaces y que tarde o temprano lo que polvo es al polvo regresa, no importa la belleza, el lujo, lo admirable que haya sido en vida. No obstante, en el caso de las fotografías de la Mercer como en el de las pinturas holandesas, hay una contradicción pues, en realidad, nunca acaban por mostrar el verdadero paso del tiempo (¿cómo podrían hacerlo?) De la transición entre la vida y la muerte, sólo nos presentan un aspecto, el de la Still Morte, la muerte en suspenso. Doble contradicción entonces y en especial en el caso de la fotografía, pues su asociación con la muerte, con el devastador paso del tiempo, se refiere únicamente a la distancia entre el momento de la toma y el de su exhibición, no a su contenido que es el que se espera muestre el significado del género. Luego entonces éste viene no de la imagen sino de la tradición cultural y más específicamente de la oral.
Por otra parte, me llama la atención que una fotógrafa con la experiencia de Vera Mercer no haya buscado alterar el modelo del género en que basó para trabajar estas imágenes. Me explico, la exposición por más extraordinaria que sea, no deja de ser monótona y repetitiva. Claro, es un placer ir recorriendo los cambios de luz, los objetos seleccionados, su acomodo, etc. pero para el común de nosotros, no hay variedad y termina siendo lo mismo la cabeza de venado que el mejillón o la perdiz.
Igualmente, Vera Mercer es mejor conocida por su trabajo como retratista, son famosos sus Marcel Duchamp o Samuel Beckett. A pesar de la fama que pueda haber ganado con estas obras, me parece desacertado que se haya incluido una muestra de ellas en esta exhibición, pues hay una enorme diferencia entre uno y otro tipo de trabajo. Me parece que con ello termina por perderse el mensaje sobre nuestro fugaz paso en este mundo.
Publicado originalmente por Milenio Diario
Ver también: wwww.artes2010.wordpress.com
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