martes, 23 de marzo de 2010

¿Documento vs. Expresión?

Autor desconocido. Destrucción de la columna de la Place Vendome
durante los sucesos de la Comuna de París. 1871

(Primera de dos partes).
Afortunadamente tengo la suficiente edad para poder decir algo como “qué vueltas da la vida” y entender qué efectivamente la vida nos pone de uno u otro lado, no de una, sino de muchas líneas que vamos y se van formando conforme se va haciendo la historia con y a nuestro derredor.



Inicio con esta reflexión porque recientemente me he visto en la necesidad, sí de explicar pero más que eso, de defender la fotografía contemporánea y con ella, casi me atrevo a decir, toda la producción simbólica que se produce en este momento. Me explico. Yo como muchas otras personas sostenemos —sostenía— una tensa relación con lo que se ha dado en llamar el arte contemporáneo, fundamentalmente porque al verlo en función de lo que ha sido la producción visual, la producción artística, echamos de menos muchos aspectos en él que estaban presentes en el arte moderno. Mas en este momento ya no estoy tan seguro si esa serie de “carencias” o de “compromisos” como también se podrían denominar, en realidad lo son y si resultan necesarios para que la obra se vuelva valiosa o signifique.


A partir de la segunda mitad del siglo XIX, en el momento en que las proto-vanguardias empiezan a tomar más fuerza, van modificándose también las ideas acerca de las funciones de las artes e incluso de su definición. Se van gestando así un par de ideas que en muchos casos puede parecer que convergen, pero que en realidad corren paralelas. Por un lado crece la convicción de que el producto de la práctica artística no se da aisladamente sino que es parte de un “espíritu” de la época a la vez que sostiene complejas relaciones con otros componentes de ese espíritu: la sociedad, la religión, la política, la ciencia, etc., por lo tanto es correcto afirmar que el arte depende de su momento y que, simultáneamente, lo representa.


La otra idea tiene que ver con la participación creciente de los productores en los movimientos sociales que les toca vivir, es proverbial el papel desempeñado por Diderot o David durante la Revolución Francesa o el de Courbet en la Comuna de París. Así pues se va asociando la imagen del productor con la del defensor de las causas sociales. Las principales Vanguardias del siglo XX no harán más que confirmar esta tendencia. Pensar en el Expresionismo alemán, el Constructivismo ruso o el Muralismo mexicano, es traer a cuento no sólo la defensa de las causas sociales, sino el compromiso profundo que tuvieron los productores que militaron en sus filas con las ideas revolucionarias y pusieron su trabajo al servicio de una mejor sociedad en todo sentido.


Pues bien, acostumbrados a pensar en el producto artístico rodeado de esta aura, en un arte vigoroso, solidario, revolucionario, comprometido, crítico, valiente, atestiguamos desde la década de los ‘80 probablemente, como ha ido surgiendo un tipo de manifestación que carece de estos atributos, que más bien ha terminado siendo individualista, dulzona, agradable, poco arriesgada, preocupada por giros semánticos y formales, por el detalle, y sobre todo complaciente por no decir connivente con el mercado. Es pues, contra este tipo de producción, con la que sostengo —sostenía— esa relación conflictiva de la que hablo líneas arriba.


Así pues y de manera resumida, estamos frente a dos concepciones sobre qué es el arte que dan la impresión de ser antagónicas y que podrían resumirse en quienes están a favor de un arte comprometido, enraizado en las causas más nobles de su sociedad y dispuesto a convertirse en su vocero, y, por otro lado, quienes, sin ser socialmente sus opositores, ven en el producto artístico otras funciones, otro papel, otras tendencias y le conceden una mayor libertad de elección y acción.


Antes de concluir con esta primera parte, llamo su atención haciendo ver que esta polémica no es nueva, también desde fines del XIX se viene dando aunque bajo otros nombres y con sus debidos matices históricos, lo que sucede es que se renueva cada vez que se pierde la perspectiva histórica que nos enseña que no son ideas distintas sino una continuación de la otra y producto del mismo proceso, ya veremos por qué.
(Publicado originalmente por Milenio Diario)

No hay comentarios:

Publicar un comentario