Soy de los que creen que una cámara es una cámara, un radio un radio y un teléfono un teléfono, por eso es que no entiendo porque un dispositivo móvil concebido originalmente para la comunicación telefónica debe ser también y por lo menos, consola de juegos, caja de banco, libreta de notas, teléfono y cámara fotográfica. Quizás se deba a que crecí viendo y aprendiendo a operar cada uno de estos aparatos por separado y esperando lo mejor de ellos según su diseño y tecnología, así podías tener una muy buena cámara, pero un regular cronómetro y un deficiente radio, cuesta trabajo pensar que ahora tienes todo estandarizado (parte de lo malévolo de este nuevo mundo es que las diferencias se establecen por el precio más que por la función). Estas herramientas multifuncionales, semejantes a las navajas Suizas de antaño, son en buena parte las responsables del tremendo salto que hemos dado de la época analógica en las comunicaciones a la digital, y, como consecuencia, del cambio que vive la generación o reproducción de imágenes. Pero si es sorprendente que estos aparatos hagan todo y además capten y guarden imágenes, más lo es que ya existan instituciones especializadas en la enseñanza del uso del teléfono celular no para comunicarse sino para tomar fotografías, tal es el caso del New York Institute of Photography, la Inmaculata University de Filadelfia o la Digital Photography School, todas con cursos especiales para hacer de quien los siga todo un fototelefonomóvil experto. Y no sólo eso sino que instituciones tan prestigiadas como National Geographic mantienen permanentemente concursos en sus páginas WEB para ver cuál es la mejor fotografía que se haya tomado con un dispositivo telefónico móvil, eso es aprovechar el momento y estar en la cresta de la ola, pero ¿a quién beneficia todo esto; hay mejores y más profundas imágenes; hay una mejor comprensión de nuestro mundo, momento y congéneres?
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