martes, 24 de julio de 2012

Desde el límite


El pasado día 18 en una de las galerías del Centro de las Artes, se abrió al público la Exposición antológica de Martha Pacheco, una productora casi leyenda en el país. Digo leyenda con toda intención, en el entendido que una leyenda se forma tanto de hechos verídicos como de fantasías o supuestos sobre aquello que en un momento fue verdad o tuvo visos de serlo. La muy difundida imagen de su autorretrato de 1991, en la que aparece en un dintel, con el largo cabello suelto, etérea vestidura, por no decir desnuda, brazos extendidos, boca entreabierta, y mirada más bien perdida, observando algo más allá del límite de lo visible, provoca la sensación de estar más ante una aparición que de una persona, imagen que, sin duda, contribuye a la formación de la leyenda.
     Y así es, prácticamente, todo lo que ha producido Pacheco, como también lo que se cuenta de ella, de su entorno, de su vida y antecedentes, etc.
     Casi una centena de piezas forman la exhibición, que sin duda es la más grande y variada que ha tenido en la ciudad y que permite formarse una idea clara de lo que ha sido su  trabajo.
     La exhibición se divide en 6 conjuntos, Obra temprana (1985- 1990); Exiliados del imperio de la razón, primera época (1990-1996); Los muertos (1993-2005); Exiliados del imperio de la razón, segunda época (1998-2005); y Los perros la más reciente.
     Dos elementos tienen en común estos trabajos, uno formal y otro de contenido. El formal es la prevalencia del dibujo sobre la pintura; el de contenido se refiere a los sujetos-objeto-tema de esa  representación. Por lo que hace a lo formal, digamos desde ahora que el dibujo es infinitamente superior, de hecho es donde más claramente, creo, Pacheco logra expresar el sentimiento, las ideas, la manera en que ve y entiende su tema. Además, su maestría en el medio, la lleva a ver cada obra no como un apunte o boceto sino como algo autónomo en sí mismo; una comprensión que, desgraciadamente, es más contemporánea de lo que se piensa, por lo que trabajos dibujísticos de antes de los 80´s difícilmente se apreciaban correctamente; situación que empujó, y aún obliga, a muchos buenos dibujantes a incursionar en la pintura con resultados más bien pobres, tal y como es el caso de Pacheco puesto que su pintura es dura, inexpresiva, más una mala caricatura de lo que se trata de retratar que una imagen contundente como la que obtiene del dibujo.
     Respecto a qué es lo que ofrece Martha Pacheco a través de sus dibujos, es siempre lo que se ve, lo que se alcanza a observar desde el límite, desde el límite de la razón y desde el límite de la vida. En otras palabras, el tema central de sus obras, más allá de tratarse de los infelices que se encuentran recluidos en las mal llamadas casas de salud mental, o de los cuerpos que yacen en las planchas de los servicios médicos forenses, es el pararse en el borde de ambas situaciones y desde ahí mirar hacia adelante, sabiendo que el siguiente paso te sitúa más allá del límite. Y lo que se ve desde ese puesto es el silencio, el silencio autoimpuesto, el obligado, el ordenado, el inevitable. Lo insoportable de muchas de las imágenes de Pacheco es, precisamente, que no nos dicen nada más que lo que muestran, una materialidad de la que se encuentra excluida la razón o la vida misma.
     No podría decir si de esta selección, predilección o definición temática Martha Pacheco sea la responsable dentro del arte contemporáneo de nuestro país. Sí, en cambio, se le puede achacar influencia sobre los que después de ella han vuelto y revuelto sobre estos motivos (desde la pintura, el dibujo, la fotografía, el video o la instalación), incluida Teresa Margoles con quien sostiene una añeja amistad.
     En suma, esta es una muestra que hay que ver con calma, conscientes de que Pacheco nos ha traído a un puesto de observación privilegiado y que lo menos que podemos hacer ante este panorama es guardar el debido silencio.

Publicado orginalmente por Milenio Diario

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